domingo, noviembre 15, 2015

88. Cabeza, corazón y sentido

TEMAS: matrimonio, amor, sexo.

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RESUMEN: Es necesario aprender a amar.

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Otra de las ideas que sobrevuelan la crisis de tantos matrimonios es la que sostiene que el amor se reduce a una relación físico-sexual que se siente y que —sobre todo— se hace. Dicen: “lo importante es hacer el amor”; lo cual no es lo mismo que vivir el amor, ni —mucho menos— vivir para el amor o vivir amando.
Quien piensa de esta manera concibe la sexualidad humana como un instrumento de placer y de agrado y no como la manera de expresar el amor. En realidad, la sexualidad humana constituye la persona, me hace ser persona. Yo no soy cualquier cosa, soy un hombre porque tengo el sexo masculino. De la misma manera, una mujer es mujer porque tiene sexo femenino. Pero, además, la sexualidad humana no es solo como la sexualidad animal. Un principio biológico de sexualidad animal tenemos porque también somos animales. Pero no somos solamente animales. Además de animales somos personas.
Lo que diferencia a una persona de un animal es que es capaz de darse del todo. Y la sexualidad humana también tiene como finalidad expresar mi entrega total a la persona a quien quiero. Así el amor humano no es solamente un acto agradable que se hace, sino que —sobre todo— es una manera de vivir para el ser amado dándome del todo y entregándole todo lo que soy y tengo: mi vida.
Cuando se entiende el amor así está claro que el amor no «se hace» sino que el amor se «vive». Y cuando se vive así, el matrimonio no es un lugar de placer, ni los cónyuges son los que se proporcionan placer, ni sus cuerpos son objetos, ni mucho menos son cosas que se utilizan. El matrimonio, entonces, se convierte en el lugar de la vida.
Se ve que es necesario que para comprender mejor el matrimonio no basta con asistir a unos cursos matrimoniales sobre los fines y las características de la unión conyugal, sino que es necesario aprender a saber amar con el cuerpo. Porque en esto —como en todo— nadie ha nacido enseñado, ni por el solo hecho de contraer matrimonio los esposos ya saben quererse como es debido quererse entre un hombre y una mujer para ser felices toda la vida.
«Hacer el amor», realmente, consiste en aprender a amar con el cuerpo y con toda el alma, es decir, aprender a amar con toda la persona y esto requiere un aprendizaje y un esfuerzo. Requiere poner cabeza, corazón y sentido y no dejarse llevar por los sentimientos que van y vienen, ni por las pasiones que aparecen y se marchan, ni por la ansiedad que depende de los nervios o de la tensión del trabajo.
Para no tratar a mi cónyuge como una «cosa» debo aprender a educar mis sentimientos y a querer lo mejor para ella porque en eso consiste el amor que le tengo y no en otra cosa. Debo aprender a quererla con todo mi ser y eso significa lo ya dicho: cabeza, corazón y sentido. Y por este orden.■



BIBLIOGRAFÍA

·        Santamaría Garai, Mikel-Gotzon, Saber amar con el cuerpo,  Eunsa, Pamplona, 1996.

domingo, noviembre 01, 2015

87. El amor es más que un sentimiento

TEMAS: Matrimonio, amor, fidelidad.
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RESUMEN: El amor no es un sentimiento, es un querer.


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Otra de las ideas que sobrevuelan la crisis de los matrimonios y las familias es la que entiende que el amor conyugal en el cual se funda el matrimonio y la familia se basa en la atracción de dos personas. Reconocen que no es una atracción solamente física o sexual, sino que también es una atracción moral y personal que abarca la totalidad de la persona, que es una admiración personal  pero  –a fin de cuentas– es una atracción y las atracciones ya se sabe… un buen día se acaban.
En el fondo están aceptando que el amor es solamente un sentimiento, algo que se siente y que puede suceder que se deje de sentir. Piensan que el sentimiento igual que viene se va. Estas ideas confunden el amor con una de sus manifestaciones, con los sentimientos. Y además reducen el amor a los sentimientos dejando fuera la voluntad de la persona para querer o no querer  y olvidando que somos libres para querer o no querer o para seguir queriendo por encima de lo que en un momento sentimos o dejamos de sentir.
Se empieza a amar porque se siente algo especial por una persona. Pero no se ama porque se sienta algo especial solamente. Ese “algo” puede ser muy emocionante, puede ser interesante, pero nadie entrega su vida por una emoción. El “cosquilleo” es como una señal que despierta nuestro interés. Si ese sentimiento va a más porque la otra persona nos llena, porque queremos compartir la vida con ella, entonces el sentimiento deja paso al amor, aunque el sentimiento no se olvida, pero el amor supera el sentimiento porque ya no solo se desea estar con la persona amada, sino que se la quiere, es decir, se quiere lo mejor para ella.
El amor necesita de la inteligencia para amar bien, para no equivocarse. Esto parece muy elemental. Cuando uno está enamorado quiere hacer las cosas bien y para eso se esfuerza, piensa, aprende. El amor no renuncia a pensar, ni se opone a la inteligencia, más bien, el buen amor quiere ser un amor inteligente, que acierta. Y cuando el amor se olvida de pensar se queda en las formas externas, en las formalidades, en el envoltorio del regalo: de un regalo que está vacío por dentro.
Y cuando se quiere de verdad o con inteligencia se quiere “querer siempre” a la persona amada y se cuida ese amor para que no se pueda romper, se cuida para que no disminuya, se protege de la rutina, del olvido, de la falta de interés. Cuando de verdad se quiere a una persona se quiere quererla para siempre.

Amor es tanto como compartir, tener en común. Amar a otra persona es querer construir una vida en común, no tanto para ser mejor, sino para estar juntos, es querer aprender juntos a vivir. El amor es un acto de la voluntad, es una decisión y no es un sentimiento. Los sentimientos vienen y van, dependen de muchos factores, de la salud, del cansancio, de las preocupaciones. El amor es una decisión de la voluntad libre que se quiere comprometer con quien un día le hizo sentir algo especial. Cada día decide volver a quererle como el primer día y esto mismo es ser fiel al primer amor. ■