sábado, marzo 31, 2018

103. Violencia y religión


1. Algunos piensan que puesto que el islam y el cristianismo son religiones monoteístas creen en el mismo y único Dios. Sin embargo, Alá no es como Dios. Alá es un gobernante, un regidor que ordena y manda por medio de su profeta Mahoma y los musulmanes deben obedecer.
Dios, por el contrario, es un padre que atiende y espera a sus hijos, su ley es la ley de amor. Dios se nos ha revelado como Uno y Trino y la esencia de la Trinidad es el Amor. Lo que Dios espera de los cristianos es que le amen por encima de todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
2. Mahoma no es igual a Jesucristo. Mahoma es un profeta, mientras que Jesucristo se define a sí mismo como Dios Hijo.
3. El Corán no es como los Evangelios. El islam es la religión de un libro que es el Corán, mientras que los cristianos no seguimos un libro que podría ser los evangelios, sino que nos hemos enamorado de Cristo y seguimos su ejemplo y sus enseñanzas. El cristianismo tiene un Magisterio que interpreta y unifica los preceptos de Dios, mientras que el islam carece de autoridad superior y eso favorece distintas interpretaciones y lecturas del Corán.
«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Enc. Deus Caritas est, 25-XII-2005).
4. Libertad de conciencia: en el islam no existe libertad de conciencia porque todo el Corán es un mandato. La revelación de Alá es considerada como un bien para el hombre que se debe imponer por su propio bien. Por el contrario, Cristo se hizo hombre para liberar a los hombres del pecado y ganarles la libertad. Los cristianos somos libres para aceptar el bien o para ofender a Dios, es el misterio de la libertad de los hombres.
5. Violencia: el Corán no condena la violencia;  el Evangelio predica el perdón. No se puede afirmar que el islam sea igual a violencia, pero tampoco se puede decir que en el islam no hay violencia, por el contrario, el cristianismo tiene un mandato principal que es amar al prójimo como a uno mismo, atender al extranjero y amar a los que nos odian.
El Corán establece la guerra santa y justifica que la violencia puede ser utilizada para fines de la religión en una organización política donde no hay separación entre la confesión religiosa  y el Estado; por el contrario en el cristianismo se da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
6. Fe y razón: quizás haya que plantear el tema desde otro punto de vista. Hay muchos musulmanes —alrededor de 1.200 millones— y no todos son violentos, ni siquiera la  mayoría. Es verdad que el islam no es como el cristianismo y tiene una raíz violenta que puede favorecer y hasta justificar la violencia, pero esto no es suficiente para afirmar que el islam es violento o que es la causa de la violencia.
Con menor motivo se puede decir que el cristianismo es violento puesto que es una religión que hace del amor su enseña y la distinción de sus miembros a los que se distingue por el ejercicio de la caridad.
En términos parecidos se podría hablar de otras religiones. La religión no es fuente de violencia ni de enfrentamientos, sino más bien lo contrario, la religión es fuente de paz y de concordia. Entonces, ¿qué ocurre?
Cuando la violencia se ha querido justificar por motivos religiosos o de fe nos encontramos con unas formas de religión distorsionada, extravagante y contraria a su mismo ideario hasta provocar que los fieles de la misma fe rechacen las acciones violentas de los que dicen tener sus mismas creencias. Se trataría de una fe embrutecida, no purificada por la razón.
La consecuencia es el desprecio y abandono de la razón a la que se considera inútil para la fe y hasta un estorbo o impedimento para creer. Por tanto, al prescindir de la razón, la fe se fundamenta en la literalidad de los textos y en los sentimientos y lo único que existe es un sentimiento religioso exacerbado que se convierte en una pasión alocada que da importancia al sentimiento para reconocer la fe y entiende que solo se tiene fe si se siente.
Fácilmente se comprende que por este camino se termina en un fanatismo irracional y pasional donde el fiel creyente queda atrapado por sus sentimientos, los mitos, las supersticiones y por las consignas de aquellos a los que reconoce como sus modelos religiosos.
Este razonamiento nos podría llevar a concluir que la religión es un suceso peligroso en el hombre del que debe apartarse y mantenerse al margen y, también, del que debe defenderse. Estaríamos en el extremo opuesto, una razón sin fe que puede llegar a convertirse en una justificación de la violencia por las ideologías y por la idea de construir un mundo feliz para el hombre. La sola razón puede llegar a justificar la utilización de cualquier medio para conseguir un fin que previamente se ha considerado útil.
Esta razón sin fe se convierte en una crueldad que no reconoce la dignidad del hombre y justifica todo tipo de totalitarismos, dictaduras, genocidios, asesinatos y vejaciones de hombres y mujeres como el pasado siglo XX nos ha enseñado trágicamente.
La fe asiste a la razón de manera que le ayuda a encontrar los principios morales objetivos, válidos con carácter universal, para todos los hombres y para todas las épocas, a distinguir el bien del mal y a no renunciar a la verdad objetiva de la realidad que nos rodea.
La religión no es un problema que los legisladores deban solucionar (Benedicto XVI, Discurso en Westminster Hall 17-IX-2010) sino que es un bien social que ayuda a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de los principios morales objetivos.