martes, marzo 10, 2009

42. Eutanasia

Fecha: 01 de marzo de 2009

TEMAS: Vida, Amor, Muerte.

RESUMEN: 1. Se entiende por eutanasia una acción u omisión que, por su propia naturaleza, o en sus intenciones, procura la muerte de una persona con la finalidad de eliminar todo dolor y sufrimiento. La eutanasia hace referencia a la piedad o compasión que siente quien la practica o ejecuta para quien la sufre o padece. Sin embargo, no se trata de una piedad cualquiera, sino que se trata de una piedad que mata.

2. La persona es el hombre mismo, no es un hombre que piensa o razona. Incluso si un hombre no piensa ni razona sigue siendo persona. Yo siempre seré aquello que realmente soy aunque alguna vez pueda no aparentarlo. Siempre seré una persona por muy acabado que pueda llegar a estar.

3. Quizá la pregunta adecuada no sea si se debe ser progresista, sino qué es el progreso: progreso significa afirmar, defender, al ser humano.

4. El bien en que consiste la vida humana va más lejos de esta vida y podemos comprender que se nos da la vida para poder alcanzar el verdadero Bien.

5. Al hombre contemporáneo le urge comprender el sentido de su vida para así comprender cuál es el sentido de la muerte. Ya decía Kant que «cuando se tiene un porqué para vivir se soporta cualquier cómo».

6. La dignidad de la muerte no consiste en evitar al hombre, a cualquier precio, todo sufrimiento, más bien pasa por comprender que el sufrimiento humano tiene sentido, no es un absurdo. Si la compasión ante el dolor ajeno autorizara a matar al que sufre, no podríamos encontrar una razón válida para que otros sentimientos más nobles o más prácticos no puedan justificar una arbitraria licencia para matar.

7. La administración de agua y alimento aunque se administre por medios artificiales constituye siempre un medio natural de conservación de la vida, no es un acto médico. Por tanto, su uso se debe considerar como un cuidado ordinario y proporcionado y, por tanto, como obligatorio para con el enfermo

SUMARIO: 1. Compasión.- 2. Personas.- 3. Racional.- 4. El sentido.- 5. La muerte.- 6. Hasta cuándo.

1. Compasión

Se entiende por eutanasia una acción u omisión que, por su propia naturaleza, o en sus intenciones, procura la muerte de una persona con la finalidad de eliminar todo dolor y sufrimiento[1]. La eutanasia implica la muerte directa de un ser humano inocente. Este hecho, la muerte de un inocente, entra en conflicto con la tesis que reconoce el valor sagrado de la vida humana.

La eutanasia hace referencia a la piedad o compasión que siente quien la practica o ejecuta para quien la sufre o padece. Sin embargo, no se trata de una piedad cualquiera, sino que se trata de una piedad que mata. Esto nos lleva a preguntarnos si no existe una exagerada desproporción entre ese cariño y el efecto que produce: ¡hay cariños que matan!

Ocurre, entonces, que desde el momento en que la compasión ante el dolor ajeno considera que esa vida no merece la pena ser vivida se plantea la cuestión ética de si la vida es un bien solamente en determinadas circunstancias. Pero esta conclusión abre otro interrogante mayor ¿no se sienta ya la premisa para esos y otros abusos?


2. Personas

La mirada de un hombre que se dirige a mí, sea de un modo afectuoso, sea como enemigo o sea de una manera indiferente, de ningún modo es un objeto o una cosa, siempre es la mirada de un ser humano que me dice algo mucho mayor que la simple mirada[2].

Como podamos definir una mirada es como podamos definir qué es una persona. Para Boecio la persona es «individua rationalis naturae substantia», la persona no es un algo, algo que se pueda describir, una naturaleza orgánica, un conjunto molecular, etc, sino que la persona es un alguien. En efecto, la persona es ese alguien que me contempla desde o detrás de un rostro humano.

Para Locke la persona es alguien que tiene conciencia y recuerdo de sí y que se atribuye a sí mismo determinadas acciones. Con esta definición se comenzó una pendiente muy peligrosa, si la persona coincide con sus atributos, aquellas personas que carezcan de alguno o de todos de sus atributos ya no serán personas. Los inconscientes ¿serán personas? Sin embargo, para Kant no podemos pensar el concepto de persona sin pensar al mismo tiempo en una persona que piensa.

Porque la persona es el hombre mismo, no es un hombre que piensa o razona. Incluso si un hombre no piensa ni razona sigue siendo persona. Y si esto es así no existe ningún estado de un hombre que pudiera justificar el negarle su condición de persona.

Las personas no son nunca pensadas, son siempre algo real. Por esto se dice «yo nací en tal fecha» y no se nos ocurre decir «en tal fecha nació un ser a partir del cual, poco a poco, surgí yo». No utilizamos la palabra yo para utilizar un yo porque el «yo» no es una cosa.

Esta consideración de la persona como un ser que es alguien nos hace valorarla sin medida, con dignidad, y, por el contrario, nos compromete a no poner precio o medida a lo que no puede ser medido según ninguna escala de valores.


3. Racional

La modernidad[3] y la exaltación de la razón se convirtieron en un verdadero monstruo incapaz de comprender la dignidad de la persona por su incapacidad para valorar una vida sin poder medirla ni parametrizarla. Llegó a convertir a los seres humanos en empleados, en números, en «material humano» como acostumbran a citar algunas fuentes económicas.

La postmodernidad nos ha devuelto el protagonismo de nuestras vidas: ¡viva la diferencia!, ¡la arruga es bella! Pero tiene una pequeña trampa: la sociedad postmoderna se fía más de las apariencias que de las realidades. Yo siempre seré aquello que realmente soy aunque alguna vez pueda no aparentarlo. Siempre seré una persona por muy acabado que pueda llegar a estar.

La racionalidad no se encuentra en el sistema cartesiano, sino en la realidad de las cosas y de las personas. La racionalidad es la razón de la verdad, no un sistema que pretenda explicar realidades que algunas veces son inabarcables. Aristóteles decía que quien duda que haya que honrar a los dioses o a los padres no merece argumentos, sino una reprimenda[4].

La racionalidad nos compromete a argumentar, a explicar la verdad o el bien de las acciones y no la compasión o la conmiseración ante el dolor ajeno. También se aceptaba el exterminio en la Alemania nazi y esto no evitó que en los juicios de Nüremberg se tachara la «solución final» de verdadero crimen contra el género humano, contra la humanidad.

La racionalidad nos enseña y demuestra que existen unas leyes que se sitúan por encima del legislador nazi, que no se encuentran escritas sino que se fundamentan en el valor sin medida de la persona. Quizá la pregunta adecuada no sea si se debe ser progresista, sino qué es el progreso: progreso significa afirmar, defender, al ser humano.


4. El sentido

La vida y la muerte resumen la complejidad de la persona humana y, en consecuencia, ellas mismas son cuestiones que no pueden dejar de ser complejas[5]. El sentido de la vida guarda una íntima conexión con el fin último del hombre y en este fin último es donde converge cualquier sentido de la vida humana puesto que vivimos para algo.

Ningún hombre se ha dado la vida a sí mismo, y si la tiene y no se la ha dado a sí mismo, necesariamente ha de considerarse deudor de ella. Una deuda que es superior a cualquiera otra deuda porque, en último término, es una deuda ontológica.

La vida humana es, desde luego, un bien y uno de los mayores bienes posibles, pero no es en sí misma un bien absoluto. La vida es un bien para un Bien mayor. El bien en que consiste la vida humana va más lejos de esta vida y podemos comprender que se nos da la vida para poder alcanzar el verdadero Bien.

Por esto la vida es un soy pero todavía no soy o estoy siendo. Estamos en construcción porque a través de la vida podemos ir alcanzando una mayor perfección que nos permita alcanzar el verdadero Bien. Y esto pasa, necesariamente, por la muerte. No se alcanza el verdadero Bien sin la muerte.

Al hombre contemporáneo le urge comprender el sentido de su vida para así comprender cuál es el sentido de la muerte. Ya decía Kant que «cuando se tiene un porqué para vivir se soporta cualquier cómo».


5. La muerte

La dignidad de la muerte no consiste en evitar al hombre, a cualquier precio, todo sufrimiento, más bien pasa por comprender que el sufrimiento humano tiene sentido, no es un absurdo. El peligro consiste en reducir la cuestión a un debate sentimental. Pero la vida es algo más que la suma de unos sentimientos, también está presente nuestra libertad, la inteligencia, la voluntad, y tantas circunstancias que pueden dar el verdadero sentido al amor y a los sentimientos.

La concepción extendida hoy de que la muerte dolorosa es sinónima de muerte indigna no solamente es falsa, sino que constituye un grosero error antropológico[6]. Este error manifiesta claramente que la sociedad moderna ha optado por el hedonismo, por considerar el placer como el verdadero sentido de la vida humana. De ahí que la ausencia de placer, el dolor, se considere una indignidad.

Si la compasión ante el dolor ajeno autorizara a matar al que sufre, no podríamos encontrar una razón válida para que otros sentimientos más nobles —fanatismo fundamentalista— o más prácticos —utilidad económica— no puedan justificar una arbitraria licencia para matar[7].

Centrar la cuestión de la dignidad de la muerte en la ausencia de sufrimiento significa trivializar el mismo hecho de la muerte humana. Porque el dolor, aún con ser muy importante, es algo sensorial y en tanto que sensorial periférico y externo. Donde hay un cuerpo humano vivo, hay persona humana y, por tanto, dignidad humana inviolable[8].


6. Hasta cuándo

«Una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo su Creador»[9], «aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a la persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos»[10].

El estado no puede atribuirse el derecho de legalizar la eutanasia, pues la vida del inocente es un bien que supera el propio poder del Estado sobre las personas. Un hombre aunque se encuentre gravemente enfermo o impedido de sus funciones superiores es y siempre será un hombre; jamás se convertirá en un vegetal o en un animal[11].

Es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir, sin embargo, los cuidados normales debidos al enfermo en casos similares. Y la administración de agua y alimento aunque se administre por medios artificiales constituye siempre un medio natural de conservación de la vida, no es un acto médico. Por tanto, su uso se debe considerar como un cuidado ordinario y proporcionado y, por tanto, como obligatorio para con el enfermo.

La razón natural y la moral cristiana enseñan que en caso de enfermedad grave, el paciente y los que le atienden tienen el derecho y el deber de aplicar los cuidados médicos necesarios para conservar la salud y la vida del enfermo. Ese deber comprende el uso de los medios que, consideradas todas las circunstancias, son ordinarios, es decir, que no constituyen una carga extraordinaria para el enfermo o para los demás.



Felipe Pou Ampuero

[1] Ignacio Carrasco de Paula, Suicidio asistido y eutanasia involuntaria, Mundo Cristiano, mayo 1994, nº 386, p. 41.
[2] Robert Spaemann, Qué es persona.
[3] Pablo Vázquez y Jaime Aurell, Los guiños del postmodernismo, Nuestro Tiempo, octubre 2005, nº 616, p.22.
[4] Javier Aranguren, Sobre la eutanasia, Nuestro Tiempo, julio-agosto 2005, p.61.
[5] Aquilino Polaino, De la dignidad y el sentido de la vida al sentido y dignidad de la muerte, www.almudi.org.
[6] Aquilino Polaino, De la dignidad...
[7] Ignacio Carrasco de Paula, Suicidio asistido...
[8] La vida humana, don precioso de Dios. Mensaje de los Obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida, n. 3.
[9] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2277.
[10] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2279.
[11] ¿Hasta cuándo se les debe alimentar?, Mundo Cristiano, noviembre 2007.