jueves, julio 05, 2007

27. Cultura

Fecha: 1 de julio de 2007

TEMAS: Cultura, Verdad, Ética.
RESUMEN: 1. La cultura es todo aquello que ayuda al hombre a ser plenamente hombre. Facilita interpretar la realidad que nos rodea para despejar un poco ese misterio que somos cada hombre. La cultura quiere ser una explicación razonable de la vida humana.

2. Es el amor auténtico el que da verdadero sentido a la vida de cada hombre y esta es la explicación del extravío de algunos hombres ante las asperezas de la vida y ante el mal que existe en el mundo que parecen tan fuertes y, a la vez, tan carentes de sentido.

3. La cultura actual es una cultura forjada en la Ilustración y en el laicismo que entiende que sólo es racionalmente válido aquello que se puede experimentar y calcular. Según esta concepción, no existe otra realidad más que aquella que podamos comprobar. Por tanto, no existe más verdad que la que el hombre puede conocer y certificar.

4. La ciencia no puede limitarse a buscar verdades parciales. No debe contentarse con adquirir certezas verificables, sino que debe mirar siempre a la Verdad suprema.

5. La cultura de hoy se encuentra en tensión entre la ciencia y la ética; entre los avances del progreso y la verdadera realidad de las cosas.

6. La nueva cultura tiene la misión de iluminar la ciencia con la luz de la ética. Lo decisivo para el hombre no es la ciencia, ni el progreso. Lo decisivo para el hombre es el propio hombre y en cuanto algo no sea bueno para el hombre no es bueno para nada. La nueva cultura es la cultura de los valores, de la realización del hombre. Una cultura fundada sobre la ley natural y sobre la verdadera realidad de las cosas.


SUMARIO: 1. Cultura.- 2. La cultura hoy.- 3. La nueva cultura.

1. Cultura

El hombre es biología y naturaleza pero el propio hombre es consciente que no es sólo biología. El hombre no es un conjunto de células que se relacionan entre sí químicamente. El hombre tiene un mundo interior: puede ser sabio o ignorante, cultivado o tosco, ordenado o caótico, puede afanarse en buscar la verdad o intentar sobrellevar la vida con algunos conceptos para ir tirando.

La cultura es todo aquello que ayuda al hombre a ser plenamente hombre. Facilita interpretar la realidad que nos rodea para despejar un poco ese misterio que somos cada hombre. La cultura quiere ser una explicación razonable de la vida humana. Esto nos hace ver que la buena cultura no es la que aporta muchos datos y conocimientos, sino la que acierta en dar una explicación coherente, una respuesta acertada a nuestros problemas y de los que nos rodean.

La cultura debe ser real, concreta, de la misma vida, no perdida en conceptos y en explicaciones teóricas. Y en este sentido la cultura debe ser a la medida de la persona humana entendida también con su mundo interior. La cultura debe superar las tentaciones del pragmatismo o la dispersión de unas infinitas expresiones de erudición incapaces de dar sentido a la vida[1].

Así pues depende de cómo entendamos la cultura. Porque una persona puede ser muy culta —en el sentido de que posee muchos conocimientos, datos, citas— y no saber orientar su vida porque carece de la cultura necesaria para dar sentido a la vida[2]. La verdadera cultura debe servir para interpretar correctamente la vida, para hacerla más humana, para descubrir sus posibilidades más genuinas y poder vivirla plenamente[3].

Pero la cultura, esta cultura de la que estamos hablando, no se improvisa. Si para ser culto no basta con saber muchas cosas, falta algo más que convierte al hombre erudito en hombre culto. El hombre lleva inscrito en lo más profundo de su ser la necesidad de amor: de amar y de ser amado a la vez. Es el amor auténtico el que da verdadero sentido a la vida de cada hombre y esta es la explicación del extravío de algunos hombres ante las asperezas de la vida y ante el mal que existe en el mundo que parecen tan fuertes y, a la vez, tan carentes de sentido[4].


2. La cultura hoy

¿Cuál es la cultura que predomina hoy en occidente? Es una cultura forjada en la Ilustración y en el laicismo que entiende que sólo es racionalmente válido aquello que se puede experimentar y calcular[5]. Según esta concepción, no existe más realidad que aquella que podamos comprobar. Por tanto, no existe más verdad que la que el hombre puede conocer y certificar.

Si la razón humana es la que certifica la realidad no existe ninguna otra razón por encima de la humana. Pero tampoco existirá ninguna razón humana por encima de cualquier otra razón humana —porque todas son iguales de humanas— de donde se debe concluir que la verdad que el hombre certifica debe ser una verdad mayoritaria y relativa a merced de la mayoría de turno.

En esta situación hoy nos preguntamos ¿qué es lo real? ¿Es real lo que el hombre dice que es real, los problemas sociales, los bienes materiales?[6] O, más bien, porque ya antes eran reales los bienes materiales y los problemas sociales puede el hombre decir que existen. Y si las cosas existen con independencia del «certificado humano de realidad» ¿cuál es la verdadera razón de su existencia?

Hoy día, el avance de la ciencia nos permite afirmar que la ciencia no puede limitarse a buscar verdades parciales. La ciencia no debe contentarse con adquirir certezas verificables, sino que debe mirar siempre a la Verdad suprema[7]. Y si la realidad del mundo no depende de la razón humana, con mayor motivo, la Verdad de las cosas y el fin último de su existencia tampoco puede depender de la razón humana, por muy o poco mayoritaria que sea. La ética no puede producirse como resultado de debates científicos, porque es claro que una mentira no hace una verdad, pero tampoco cien mentiras hacen una verdad. No es una cuestión de mayorías.

La sociedad sólo será justa si existe un consenso social sobre los valores morales fundamentales y sobre la necesidad de vivir esos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal. Para esto es necesario que la razón humana reconozca que no es autosuficiente. El hombre debe reconocer que la realidad le antecede, le rodea y le sobrepasa. Pero el hombre está llamado a interpretar la realidad.

La cultura de hoy se encuentra en tensión de una parte, por el conocimiento razonado de la realidad que se concreta en la ciencia y en los avances técnicos a los que hemos llegado y otros más a los que llegaremos en el futuro; y de otra parte, por la verdadera realidad —la realidad real, no la pensada— cuyo fundamento último es la Verdad y ante la cual el hombre no puede sino reconocer su limitación. Ciencia y ética: ésta es la cuestión.

La mejor filosofía de los siglos XX y XXI se hizo posible cuando Frege y Husserl llegaron a argumentar que las leyes matemáticas y lógicas no dependen absolutamente del razonamiento humano, sino que tienen una existencia propia, independiente del hombre[8]. La matemática no es un invento humano, más bien es un descubrimiento humano, como se descubre un tesoro oculto: ya estaba ahí.

El verdadero sentido de la vida no puede quedar encerrado dentro de los pequeños límites de la razón humana. Es claro que el problema del hombre de hoy no es político, sino ante todo es un problema cultural. El hombre de hoy no conoce la verdadera realidad del mundo que le rodea. Hay que afirmar que las ciencias naturales, la matemática, las ciencias sociales y humanas no están al servicio de posiciones dogmáticas. El conocimiento constituye un patrimonio de todos y el ambiente donde puede crecer es la absoluta libertad de expresión. Como dice Alejandro Llano «con el viejo Immanuel Kant volvemos a proclamar audazmente: ‘Atrévete a saber’»

Si la razón humana no es suficiente para entender el sentido de la vida y del mundo, el sentido de la realidad, entonces ¿cuál es la explicación última de la realidad? Nos encontramos con una civilización que construye carreteras y escuelas y progreso pero no sabe bien cuál es el fin último del hombre, para qué vive.


3. La nueva cultura

La nueva cultura tiene la misión de iluminar la ciencia con la luz de la ética. Porque la idea de que a la ciencia le está permitido todo con tal de conseguir más avances es una idea funesta[9]. No basta con conseguir nuevos descubrimientos. Los avances deben ser buenos para el hombre, porque si el descubrimiento es malo para el hombre no nos interesa. Esto es de pura lógica.

Al hombre le interesa el bien, su propio bien. Porque el bien no puede hacer daño al hombre. Mientras que el mal siempre le hará daño. El conocimiento de lo bueno y de lo malo lo enseña la ética. Y entonces viene la pregunta ¿la única ética válida es la moral cristiana?

Observemos la realidad. La ley natural nos permite distinguir lo justo de lo injusto. La ley natural son unos principios morales básicos cuya vigencia no depende de ninguna autoridad política o eclesiástica, pues precede a una y a otra y es universal. No matarás, hacer el bien y evitar el mal, no apropiarse de lo ajeno...

Porque la ley natural es real. No existe la ley natural porque el hombre la declare, más bien sucede al contrario: el hombre reconoce la ley natural precisamente porque la ley natural existe[10].

La cuestión de fondo no es que la ley natural coincida con el Decálogo de los cristianos sino que el Decálogo expresa por escrito y con más claridad las verdades de la ley natural que ya están impresas en el corazón del hombre pero que se pueden oscurecer por diversos motivos y circunstancias históricas. La ley natural y, por extensión, la ética, no oprime o limita al hombre. Más bien, enseña al hombre la verdadera realidad del mundo y de la vida que vive. La ética muestra al hombre la verdadera realidad de las cosas y permite enjuiciar el progreso humano a la luz de la verdad y del verdadero bien para el hombre.

El progreso científico sin la ayuda de la ética es un avance ciego a merced de los interese políticos, financieros o comerciales, en suma, a merced de los intereses del poder. Santo Tomás Moro afirmó que «el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral». Porque es preciso convencerse de que lo que no está bien nunca será beneficioso para el hombre y, tarde o temprano, traerá consecuencias perjudiciales para el propio hombre.

Lo decisivo para el hombre no es la ciencia, ni el progreso. Lo decisivo para el hombre es el propio hombre y en cuanto algo no sea bueno para el hombre no es bueno para nada. Por esto, la relación a la ley natural es una de las formas en que se ha concretado históricamente la convicción de que la norma moral no es fruto de una mayoría de opiniones.

Porque la ley natural es objetiva, porque la realidad es objetiva, porque la verdad es objetiva al propio hombre e independiente de su aprobación es por lo que el cristianismo está abierto a todo lo que hay de justo, de verdadero y puro en las culturas y en las civilizaciones. El cristianismo no está en contra de lo bueno y de lo que hace el bien al hombre, como tampoco el cristianismo está en contra de la verdadera realidad. El cristianismo no es contrario al progreso, sino a lo que hace mal al hombre, a lo que lo daña disfrazado de falso progreso, de falsa libertad.

La nueva cultura es la cultura de los valores, de la realización del hombre. Una cultura fundada sobre la ley natural y sobre la verdad, sobre la realidad objetiva de las cosas. Es la nueva cultura de una sociedad que se valora a sí misma por la justicia, por el bien común y por la paz que puede promover entre sus ciudadanos y no se valora solamente por la riqueza material que puede generar o por la cuenta empresarial de resultados. De lo contrario la sociedad no se diferenciaría de un negocio mercantil.

La fe cristiana purifica la razón y le ayuda a ser lo que debe ser. Con su doctrina social, argumentada a partir de lo que está de acuerdo con la naturaleza de todo ser humano, la Iglesia contribuye a hacer que se pueda reconocer eficazmente lo que es justo.

En este empeño por conocer la realidad y poder dar sentido a la vida nos ayuda la novedad de la revelación bíblica: el Creador de la realidad no es un ser lejano, distante y justiciero con el hombre. Por el contrario, ama personalmente al hombre, más aún, lo ama apasionadamente y quiere, a su vez, ser amado[11].

Esta es la afirmación fundamental: sólo quien reconoce a Dios puede conocer la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y humano. Sólo desde el Dios del amor y la paciencia el hombre comprende que la vida o se entiende desde el amor o no se entiende nunca. Y éste es el gran salto de acrobacia intelectual que no ha hecho la cultura de la Ilustración.


Felipe Pou Ampuero

[1] Juan Pablo II, Discurso, 9 de septiembre de 2000.
[2] Alfonso López Quintás, Responsabilidad es responder a los grandes valores, www.zenit.org, 28 de mayo de 2003.
[3] Alfonso Aguiló, Cultura, www.interrogantes.net.
[4] Benedicto XVI, Discurso a la IV Asamblea Eclesial Nacional Italiana, Verona, 19 de octubre de 2006.
[5] Benedicto XVI, Discurso ...
[6] Benedicto XVI, Discurso en el Santuario de N.S. de Aparecida, Brasil, 13 de mayo de 2007.
[7] Mons. Javier Echevarría, Servicio a la verdad, servicio a la persona, Roma, 7 de septiembre de 2000.
[8] Alejandro Llano, Debate sobre Dios, La Gaceta de los Negocios, Madrid, 24 de febrero de 2007.
[9] Robert Spaemann, Dios, la libertad, la realidad. www.fluvium.org
[10] Ana Marta González, La ley que usamos con más frecuencia, la más democrática de todas, es la ley natural, www.arguments.es
[11] Cfr. Benedicto XVI, Discurso en Verona ...