jueves, noviembre 01, 2012

72. Occidente


TEMAS: Europa, Razón, Verdad, Fe.
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RESUMEN: 1.Europa y la cultura occidental no es propiamente un territorio físico. Europa, ciertamente, es una manera de entender la vida.
            2. Occidente es el resultado de tres factores fundamentales: la fe cristiana en un Dios que es Amor; la sabiduría griega que no ha renunciado a buscar la verdad; y el derecho romano que se niega a convertirse en un instrumento del poder y se afana en buscar la justicia.
            3. Los europeos en la actualidad adoramos a ídolos pequeños que nos hemos fabricado a nuestra medida y comodidad; no admitimos una ciencia que busque la verdad y se atreva a trascender el propio conocimiento humano aceptando el misterio; y hemos instrumentalizado el derecho al servicio del poder y de los gobernantes.


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En el mes de abril del año 2005, poco antes de que tuviera lugar el acontecimiento que cambiaría toda su vida, el cardenal Joseph Ratzinger se preguntaba durante su conferencia pronunciada en Subiaco qué es Europa. ¿Es un territorio, es un lugar, tiene fronteras delimitadas…? Porque realmente Europa y la cultura occidental que disfrutamos los europeos no es propiamente un territorio físico. Europa, ciertamente, es una manera de entender la vida.
El occidente reconocido para todos en la cultura europea es el resultado de la conjunción de tres factores fundamentales. En primer lugar, es la fe cristiana que cree en un Dios que se manifiesta como Dios verdadero, único y creador. Un Dios que no ha abandonado al mundo y al hombre sino que vive cercano a él como un padre que cuida de sus hijos. No es un dios lejano y olvidadizo, tampoco un dios vengativo y luchador, sino que es un Dios que ama, que ama tanto que en su hijo Jesucristo se he hecho uno de los hombres para liberarnos de todas las limitaciones y defectos. Un Dios que es Amor.
En segundo lugar, occidente es la sabiduría griega que no ha renunciado a buscar la verdad, que la sigue buscando en la filosofía y en las artes abiertas a la trascendencia del ser y que, por buscar la verdad del hombre, no se conforma con pequeñas certezas científicas que tranquilizan los sentidos pero no acaban de explicar el sentido de la vida. La búsqueda de la verdad implica la humildad de quien reconoce que es un ser pequeño ante las realidades que le rodean y que pretende dominar pero que, en cualquier caso, siempre le exceden y sobrepasan.
Y en tercer lugar,  es la conjunción del Derecho romano que se niega a convertirse en un instrumento del poder y se afana en buscar la justicia en las relaciones entre los ciudadanos para cumplir el primer precepto de la justicia: dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde. Por tanto, dar al hombre, a cada hombre lo que su dignidad exige y en las relaciones patrimoniales no doblegarse al poderoso.
Sobre estos tres principios se ha construido la cultura occidental y se entiende la vida y el hombre a la manera que lo entienden los occidentales. Es lo que se ha dado en llamar las raíces cristianas de Europa. Las raíces que han hecho posible el desarrollo de los pueblos, el cultivo del bien común, la extensión del saber y de las ciencias, el progreso científico y económico, porque no se ha conformado con seguridades parciales, sino que siempre ha querido ir más allá.
Hoy día, los europeos hemos olvidado esas raíces que nos definen y hemos sucumbido en las sombras de los tres principios antes enunciados. Adoramos a ídolos pequeños que nos hemos fabricado a nuestra medida y comodidad, renunciando a las leyes naturales dictadas por el Dios verdadero. Tampoco admitimos una ciencia que busque la verdad y se atreva a trascender el propio conocimiento humano aceptando el misterio y lo desconocido como la última causa de lo que somos. Y, por fin, hemos instrumentalizado el derecho al servicio del poder y de los gobernantes pretendiendo definir la justicia por los pequeños parlamentos que se exceden en sus atribuciones de origen.
Europa no es la causa de la civilización occidental. Más bien, es la consecuencia del respeto de la religión, la ciencia y el derecho rectamente entendidos. Europa no es una sorpresa, ni un resultado del azar o del capricho del destino. Tiene unas causas que nos urge recuperar.
Todavía hoy, al cabo de treinta años, resuenan en nuestros oídos las palabras del beato Juan Pablo II en el aeropuerto de Lavacolla cuando despertó a la vieja Europa con palabras sencillas y profundas. "Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes".


Felipe Pou Ampuero

Bibliografía
1.      Card. Joseph Ratzinger, Europa en la crisis de las culturas, conferencia pronunciada en Subiaco el 1 de abril de 2005, en el monasterio de Santa Escolástica, al recibir el premio «San Benito por la promoción de la vida y de la familia en Europa». El 19 de abril fue elegido Papa.
2.      Benedicto XVI, Discurso ante el Bundestag, el 22 de septiembre de 2011, ante los miembros del Parlamento Federal Alemán y las autoridades máximas del Estado, en el Aula del Bundestag en su viaje apostolico a Alemania.