domingo, septiembre 15, 2013

77. La familia ante la Modernidad

Fecha: 01 de septiembre de 2013                     



TEMAS: Año de la Fe.

RESUMEN: 1. La mentalidad cientifista considera que solamente se puede conocer con certeza aquello que se puede conocer por medio de un proceso científico, es decir, de orden experimental.
2. El relativismo no admite ninguna afirmación absoluta e indiscutida, ni tampoco ninguna verdad por encima de cualquier otra.
3. En la actualidad domina la creencia de que la libertad es lo más opuesto a cualquier tipo de compromiso.
4. Se entiende como bien personal solamente aquello que reporta algún tipo de utilidad o placer.


La familia es propia del tiempo y de la cultura actual en las que vive y se desarrolla. La cultura actual es consecuencia de la concepción filosófica denominada Modernidad cuyos fundamentos y errores se pueden resumir en los siguientes:

1. El positivismo cientifista:  La mentalidad positivista contemporánea se encuentra vinculada al progreso científico y a la mentalidad cientifista que considera que solamente se puede conocer con certeza aquello que se puede conocer por medio de un proceso científico, es decir, de orden experimental. Al negar la posibilidad de conocer una verdad superior a la inteligencia del hombre se está negando la existencia misma de una verdad que supera y transciende al hombre y, por tanto, se está negando cualquier tipo de creencia puesto que las creencias no son científicas.
Pero existen otras certezas no experimentales que son las que refieren ―precisamente― al hombre, a la vida y al sentido de la vida puesto que son verdades que no se fundan en la misma experiencia, sino en el origen de la creación y nos hacen conocer las cosas y la realidad tal y como son (como las ve el Creador).

2. El relativismo historicista: en nuestra sociedad domina el relativismo que no admite ninguna afirmación absoluta e indiscutida, ni tampoco ninguna verdad por encima de cualquier otra. El relativismo al negar cualquier tipo de verdad objetiva y de referencia absoluta termina en el subjetivismo más exagerado: en el “yo pienso”, “yo creo”, “a mí me parece”, “he obrado conforme a mi conciencia”.
En el fondo, el relativismo piensa que el hombre es incapaz de conocer la verdad y debe conformarse con sucedáneos de la verdad, con convicciones personales que le ayuden a vivir. Pero la verdad objetiva existe y el hombre, con ayuda de la fe, puede llegar a alcanzarla. La verdad no se puede confundir con una opinión personal. Que el hombre pueda conocer la verdad no quiere decir que la verdad sea evidente para todos los hombres: es necesario estudio, reflexión y, ciertamente, esfuerzo.
Otra versión del relativismo, que niega la capacidad del hombre de conocer la verdad, es aquella que simplemente cree una verdad que no conoce ni entiende y, además, se niega a entender. Es el llamado fideísmo y fundamentalismo. Tampoco es correcto que el hombre renuncie a su capacidad de pensar y de razonar la propia fe y deje de llegar a conocer todo aquello que puede llegar a conocer.

3. El sentido de la libertad: La cultura actual tampoco entiende el verdadero sentido de la libertad individual. En la actualidad domina la creencia de que la libertad es una libertad sin límites ni condiciones y por tanto la libertad es lo más opuesto a cualquier tipo de compromiso. Se entiende la libertad como la ausencia de límites y se concibe legítimo cualquier acto humano con la sola condición de haber sido realizado libremente con independencia de la moralidad del acto en sí mismo.
Se piensa que la libertad es algo que se pesa, que se cuenta y que se mide, como un kilo de azúcar: tengo más o menos libertad según que tenga más o menos limitaciones. Así cualquier persona llega a plantearse “cuántas cosas puedo hacer”, en lugar de plantearse “qué cosas debo hacer puesto que soy libre para hacer el bien”.
Cuando la libertad se concibe como una propiedad de la persona independiente de la verdad de la misma persona entonces se llega a concebir la libertad como la capacidad de hacer lo que cada uno quiere (aunque sea una locura que nos degrada). Por el contrario, cuando la libertad se concibe como una propiedad del hombre para realizar la verdad del hombre (realizarse, ser hombre verdadero) entonces la libertad es la capacidad de elegir el bien del hombre y desechar el mal. Entonces la libertad se convierte en un verdadero compromiso con el bien, al mismo tiempo que se reconoce una fuente de la verdad distinta de la propia opinión.

4. El “bien” entendido como placer o utilidad: cuando se concibe el bien del hombre como algo personal desvinculado de un orden moral objetivo y superior al hombre, que no transciende a la propia persona y, por tanto, queda sometido a sus propios caprichos se termina entendiendo como bien personal aquello que me reporta algún tipo de utilidad o placer.
La preferencia de la utilidad y lo placentero termina prefiriendo lo sentimental frente a cualquier tipo de exigencia o esfuerzo personal y termina en el permisivismo y en una moral de conveniencia personal.

5. Los imperativos de la ética civil: en los últimos años se ha impuesto la convicción social que entiende que las creencias religiosas son siempre una fuente de problemas sociales porque tales creencias obedecen a postulados primitivos, irracionales y antiguos que convierten a los hombres en seres antisociales, violentos y agresivos. El laicismo sostiene que la sociedad debe regirse por unas normas éticas fundadas en la razón y en el consenso civil, alejadas de cualquier tipo de imposición religiosa.
Esta ética civil es necesariamente una ética de mínimos y relativista que solo reconoce como verdadero lo que está demostrado científicamente y lo que está aceptado por la mayoría a quien solo considera legitimada para imponer sanciones y límites al individuo.

Es necesario relacionar los dos términos del binomio fe-cultura, pues, como dijo Pablo VI: La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas. De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o más exactamente de las culturas. (Exhort. Apost. Evangelii nuntiandi, 20). ■