viernes, marzo 03, 2023

110. Soy racional

 

La capacidad de discernir permite al hombre vivir conforme a los dictados de la razón y no conforme a sus instintos o apetencias.

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De todos es conocida la sentencia de René Descartes “pienso, luego existo”, la cual aparece en su obra Discurso del método (1637). Fue uno de los principios de la Ilustración y el racionalismo. Se dejaron atrás las creencias y solamente se admitían las certezas: los hechos probados.

Quizás la mejor traducción del original francés “Je pense, donc je suis” —que se tradujo al latín como "Cogito, ergo sum"— sería: “Pienso, luego soy” (“Pienso, por lo tanto soy”). En realidad, viene a afirmar que lo propio de los hombres es la razón; en esto se diferencian del resto de los animales. Sin embargo, conviene no confundir el razonamiento con la inteligencia.

La inteligencia no es exclusiva de los hombres, también algunos animales poseen inteligencia –los delfines son capaces de resolver ciertos problemas–, sin embargo, lo que diferencia al hombre de los animales no es que sea más inteligente, sino que es capaz de transcender la realidad mediante el uso de la razón. Es capaz de plantearse preguntas sobre el sentido de la existencia, de su vida, el porqué de sus acciones, ir más allá de la realidad física mediante el uso de la razón.

La razón es la capacidad de elegir: de decidir hacer una cosa o no hacerla. Y eso es exclusivo de quien tiene libertad que es lo propio de los hombres. El hombre es capaz de elegir mientras que el animal actúa movido por el instinto. El hombre puede elegir entre el bien y el mal; actúa libremente y por eso se hace responsable de sus actos.

El hombre es capaz de decidir no comer, aun teniendo hambre, por razones de salud, de estética o incluso como signo de protesta. El hombre posee algo que está por encima del instinto, posee un principio vital singular que llamamos espíritu y que le hace capaz de razonar y sacrificarse, es decir, el hombre es un ser espiritual.

La capacidad de discernir también permite al hombre vivir conforme a los dictados de la razón, conforme a un razonamiento y no conforme a sus instintos o apetencias. Por medio de la razón el hombre es capaz de descubrir la bondad de sus actos y encaminar su vida conforme a esos criterios.

La libertad y la racionalidad es lo que hacen al hombre digno, con un valor superior al resto de los animales y esta capacidad de elegir libremente sus acciones es lo que constituye al hombre como un ser moral que va más allá de la simple materia y la biología.

La dignidad es lo que no tiene precio. Es el valor propio de cada persona. Es lo que está fuera del comercio, no se puede comprar ni vender, es lo que no puede ser sustituido por otra cosa equivalente, porque no tiene comparación. Sin embargo, la dignidad no se identifica con el mérito personal de cada persona o con su valía profesional o con sus cualidades artísticas, ni depende de su capacidad o de su estado vegetativo. La dignidad es propia de cada persona  por el solo hecho de serlo.


 

  

BIBLIOGRAFÍA

1. José Luis Méndez y Juan Barbeito, Una vida lograda, Ediciones Palabra, Madrid 2021, p. 15.

2. Catecismo de la Iglesia Católica, 1776.

3. Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et Spes, n. 16.