sábado, mayo 05, 2012

70. Mujeres del siglo XXI



Fecha: 01 de mayo de 2012           

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TEMAS: Mujer, feminismo, género.
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RESUMEN: 1. La sociedad, la cultura, no siempre ha sabido comprender la importancia y la necesidad que tenemos de la existencia de la mujer. Desgraciadamente, en muchas ocasiones, tampoco las propias mujeres han sabido comprender su condición femenina.
          2. Es evidente que todos nacemos con un cuerpo y una sexualidad concreta. Y si no somos capaces de aceptarnos tal y como somos es claro que tendremos un gran problema en nuestra vida porque seremos unas personas profundamente desgraciadas.
           3. La igualdad de la mujer no consiste tanto en que se libere a la mujer de los roles que tradicionalmente ha desempeñado, sino que consiste más bien en luchar para que esos roles sean reconocidos y tengan la misma dignidad y valor que otros roles que tradicionalmente se han atribuido a los varones.
4. Las madres nos recuerdan que sería monstruoso un mundo que se burlara del alma humana, que no tuviera capacidad de fijarse y pararse un momento en cada una de las personas que lo componen, en tantos pequeños detalles insignificantes pero que hacen la vida más digna y humana.
5. En efecto, es la madre la que pone los cimientos de una nueva personalidad humana con sus cuidados en los primeros años, con sus primeras muestras de cariño, con su conversación llena de comprensión, con su actitud acogedora y hospitalaria.

  
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SUMARIO: 1. Un nuevo feminismo.- 2. Mujeres.- 3. Madres.

1. Un nuevo feminismo
Qué sería de un mundo sin mujeres donde solamente vivieran varones. Sería un mundo aburrido, además de desordenado… Pero qué sería de un mundo sin varones, donde solamente habitaran mujeres. Además de ser un mundo sin futuro porque no nacerían niños, sería un mundo sin interés.
La mujer es un verdadero regalo para el hombre, quiero decir, que es un verdadero regalo para toda la humanidad. La mujer es mujer y esta condición femenina forma parte esencial de su persona, no es un simple accidente añadido, como quien ha nacido en una determinada ciudad.
La sociedad, la cultura, no siempre ha sabido comprender la importancia y la necesidad que tenemos de la existencia de la mujer. Desgraciadamente, en muchas ocasiones, tampoco las propias mujeres han sabido comprender su condición femenina.


Si echamos la mirada atrás podemos comprobar que el movimiento feminista ha cambiado profundamente nuestras vidas. Podríamos empezar por fijarnos en los comienzos de la Revolución Francesa. Algunas mujeres se dieron cuenta que los derechos humanos que se reivindicaban beneficiaban exclusivamente a los varones. Estas mujeres pedían para sí los mismos derechos y obligaciones a que aspiraban los hombres, incluso el derecho a ser ajusticiadas en el patíbulo. Por desgracia, alguna lo logró y consiguió terminar sus días en la guillotina.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, una parte de las feministas ya no aspiraban a tener los mismos derechos que los hombres sino que querían algo más, querían ser como los mismos hombres y hacer lo que hacían los hombres. Esto significaba que las feministas empezaron a rechazar aquellas ocupaciones específicas  y propias de la mujer tales como la maternidad.
Más tarde, cayeron en la cuenta de que ese “deseo de ser como el varón” manifestaba en realidad un cierto complejo de inferioridad y se plantearon ser mujeres prescindiendo de los hombres y convertirse en unas terribles trabajadoras en competencia con el hombre más trabajador.
 El movimiento feminista llegó a sostener que la verdadera liberación de la mujer se lograría cuando nos olvidáramos de la condición femenina de las mujeres y las apreciáramos sin tener en cuenta su condición de mujer: solamente como personas, sin sexualidad.
Sin embargo, es evidente que todos nacemos con un cuerpo y una sexualidad concreta. Y si no somos capaces de aceptarnos tal y como somos es claro que tendremos un gran problema en nuestra vida porque seremos unas personas profundamente desgraciadas.
Por lo que se refiere a nosotros mismos, no tenemos un cuerpo como quien tiene un vestido o una moto. Antes bien, somos nuestro cuerpo porque el cuerpo es personal y forma parte de nosotros mismos. No nos limitamos a vivir dentro de nuestro cuerpo como si estuviéramos de alquiler en un apartamento, sino que mi cuerpo soy yo.
Y hablando del cuerpo, me parece claro que ser mujer es diferente de ser varón. Pero lo que quizá no vemos tan claro es que esta diferencia no solamente se refiere a nuestro cuerpo, sino que trasciende a toda nuestra persona y así somos varones o son mujeres como una determinada manera de vivir, de sentir, de pensar, de amar.

2. Mujeres
 Y ahora que llevamos más de una década de este siglo XXI nos podríamos preguntar cómo debería ser la mujer de este siglo. Ante todo, mujeres iguales a los hombres, sin ningún complejo de inferioridad, al contrario, orgullosas de su igualdad. Pero, atención, la mujer no es como el varón. Si así fuera sería una especie de varón afeminado.


El Génesis afirma que Dios creó al hombre —varón y mujer— a su imagen y semejanza. Esto significa que los dos sexos poseen la misma naturaleza de seres racionales y libres, que ambos han recibido el mandato divino de someter la tierra y cada uno tiene relación directa y personal con Dios. Tanto la mujer como el varón han sido amados por Dios por sí mismos y en esto reside su dignidad.


La mujer no es un ser definido a partir del varón, ni debe su existencia a la existencia previa del varón como si a él estuviera condicionada. Pero esta igualdad en la dignidad se demuestra en la diferencia que, por otra parte, es señal de la creación divina: no existen dos pájaros iguales, ni dos flores, ni dos personas porque la diferencia nos recuerda que al Creador, como al buen artesano, ninguna criatura ha salido de sus manos igual que la anterior.


Sin embargo, la mujer ha tenido que luchar por conquistar su puesto en la sociedad. Pero la mujer actual no debe caer en la tentación de compararse con el varón. No hace falta y, sobre todo, es que no es un varón; es una mujer ¿recuerdan?


La mujer es igual al hombre, o, si se prefiere, semejante, pero no es idéntica porque no es un hombre y sería una grave error que la mujer aspire a ser un hombre. La cuestión de la igualad entre los sexos debe ser tratada con una nueva perspectiva. No se trata tanto de afirmar que hombre y mujer son iguales, sino que se trata más bien de concretar qué significa la igualdad de los sexos, porque si pretendemos que la mujer sea igual al varón en todo ¿no estaremos elevando al varón a la categoría de modelo a seguir y así considerándolo superior a la mujer?


Los hombres y las mujeres del siglo XXI deben comprender que solamente respetando la propia naturaleza serán verdaderamente felices y la primera naturaleza que deben respetar es la propia: la mujer su propia feminidad. La mujer actual debe ser mujer y poner empeño en serlo realmente porque siéndolo podrá alcanzar el propio desarrollo y la realización personal. Esta aceptación de su propia manera de ser le ha de llevar a aportar a los hombres, a la familia y a la sociedad lo que es propio de la mujer, ese genio femenino que nadie como la misma mujer es capaz de dar.


La aceptación de la naturaleza humana como algo que nos viene dado, con lo que nacemos, supone aceptar que existe un Ser superior que nos ha dado esa naturaleza desde el amor y para amarnos y se puede entender que aceptar la Creación en nosotros mismos es el mayor bien que nos podemos hacer y es la única manera de realizarnos plenamente.


El problema no es solo jurídico, económico u organizativo, sino sobre todo de mentalidad, de cultura y de respeto. Se necesita una justa valoración del trabajo desarrollado por la mujer en la familia. Porque de lo contrario estamos pidiendo a la mujer que se comporte como lo que no es. ¿Acaso ser mujer no es tan importante y bueno como ser hombre?


La igualdad de la mujer no consiste tanto en que se libere a la mujer de los roles que tradicionalmente ha desempeñado, sino que consiste más bien en luchar para que esos roles sean reconocidos y tengan la misma dignidad y valor que otros roles que tradicionalmente se han atribuido a los varones. Evitando pensar que el tiempo dedicado a la familia sea un tiempo robado al desarrollo y la madurez de la personalidad. No existe una razón por la cual sea más importante diseñar un maravilloso satélite artificial que cuidar la cuna donde duerme tranquilo sabiéndose cuidado por su madre, el hombre o la mujer que en el futuro diseñará ese satélite.

3. Madres
Una mujer puede ser médico, ingeniero, arquitecto, conductor de autobús…, igual que un hombre. Pero un hombre no puede ser madre. Lo propio de la mujer es ser madre: la maternidad. De la misma manera que lo propio del varón es ser padre. En todo lo demás podríamos decir que son intercambiables menos en la maternidad o en la paternidad.


Es verdad, la mujer es madre y esta cualidad forma parte intrínseca de su ser. La mujer es madre por naturaleza y la capacidad de dar vida, sea puesta en acto o no, estructura la personalidad femenina, le hace pronta a la madurez y provoca un mayor respeto por lo concreto que se opone a las abstracciones teóricas e intelectuales, a menudo, letales para la existencia de los individuos y de la sociedad. Las madres no pretenden salvar a la “humanidad” (así con letras de molde y mayúsculas), sino que pretenden —y lo consiguen— salvar a sus hijos, a su familia, a su esposo, a sus seres queridos, a su sociedad.
Es la madre la que forma a los hombres en el hogar familiar y esto es lo que necesita nuestra sociedad tan materializada. Las madres nos recuerdan que sería monstruoso un mundo que se burlara del alma humana, que no tuviera capacidad de fijarse y pararse un momento en cada una de las personas que lo componen, en tantos pequeños detalles insignificantes pero que hacen la vida más digna y humana.
Las madres saben muy bien qué significa sacrificarse por sus hijos: no se trata solamente de concederles unas cuantas horas o de llevarles y traerles de las clases extraescolares. Significa gastar en su beneficio toda su vida. Las madres viven pensando en los demás, recordando los gustos y los deseos de todos para darles siempre una alegría.
Para una madre no solo es importante ser y vivir de esta manera, sino que enseña a sus hijos a vivir y ser hombres y mujeres cabales. Supone enseñarles a ser personas que viven para los demás, que superan sus egoísmos, que se preocupan del que no está pasando un buen momento. Estos y otros detalles parecidos son la verdadera solidaridad de las personas que no es otra cosa que cariño concreto por todos y cada uno de los que viven a nuestro lado.
En efecto, es la madre la que pone los cimientos de una nueva personalidad humana con sus cuidados en los primeros años, con sus primeras muestras de cariño, con su conversación llena de comprensión, con su actitud acogedora y hospitalaria. Con razón afirma la sabiduría popular que quien enseña a un niño forma un hombre, pero quien enseña a una mujer educa un pueblo.■




BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
1. Juan Pablo II, Carta Apostólica Mulieris Digntatem,  Vaticano, 15 de agosto de 1988.
2. Juan Pablo II, Enc.Laborem exercens, Vaticano, 14 de septiembre de1981, n. 19.
3. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de laPaz, 1 de enero de 2012.
4. San Josemaría Escrivá, La mujer en la vida del mundo y de la Iglesia, Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer.
5. Mons. Javier Echevarría, El mundo necesita del genio femenino, Diario ABC, 8 de marzo de 2006.
6. Jutta Burggraf, Varón y Mujer: ¿Naturaleza o cultura?
7. Jutta Burggraf, Para un feminismo cristiano: reflexiones sobre la Carta Apostólica “Mulieris Dignitatem”, Romana, nº 20, 1 de marzo de 2007.
8.  Jutta Burggraf, En torno a un nuevo modo de hablar, www.arvo.net
9.   Mary Ann Glendon, Las mujeres y la cultura de la vida, 24 de noviembre de 2011.
10. Monserrat Martín, Feministas o femeninas, www.mujernueva.com
11. Valores femeninos, valores de la sociedad, Mundo Cristiano, septiembre 2004.
12. Janne Haaland Matlary, L’Observatore Romano, 12 de febrero de 2005.
13. Janne Haaland Matlary, Maternidad y feminismo,  Lexicon, Consejo Pontificio para la Familia,  Ed. Palabra, 2004, p. 716.
14. Gloria Solé Romeo, La mujer, Aceprensa, servicio 135/98.
15. Natalia López Moratalla, No existe un cerebro unisex, Entrevista publicada en ALBA, octubre 2007.
16.  María Martínez López, Mujeres jóvenes, preparadas y en casa. Alfa y Omega.
17.  Karna Swanson, El trabajo de la mujer: algo más que freír tocino. www.mujernueva.org.
18. María Pía Chirinos, La excelencia en el hogar, www.zenit.org, 6 de febrero de 2007.
19. Nieves García, ¿Liberarse de la maternidad? No, gracias, Mujer Nueva, 2 de mayo de 2003.


Felipe Pou Ampuero