martes, junio 07, 2005

6. La moda



LA MODA
Fecha: 4 de junio de 2005

TEMAS: Moda, Belleza.

RESUMEN: La moda es una forma de presentarse en sociedad. Manifiesta un modelo de persona. La moda actual no respeta la intimidad personal. El reto personal ante la moda es ser uno mismo. Resistir a la tentación de la mediocridad.

SUMARIO: 1. Comunicando.- 2. El negocio de la moda.- 3. Un modelo de persona.- 4. El vestido.- 5. La sensualidad.- 6. El reto personal.

1. Comunicando
El hombre sólo se conoce a sí mismo plenamente en el diálogo y en su apertura a la comunión interpersonal
[1]. El hombre es un ser social por naturaleza. Lo raro es ser un solitario. Vivimos con los demás y vivir en sociedad es algo natural para el hombre. El hecho de ver a los demás y el hecho de ser visto por los demás es algo muy humano.
En este ser social podemos entender la moda y el vestido como el acto por el cual la persona al arreglarse se anticipa y celebra el encuentro personal con los demás y se dispone a asistir a esas vidas que se enlazan con la suya. Es un acto de presencia personal
[2].
La moda es, ante todo, una manifestación social, una forma de presentarse en sociedad
[3]. Nos vestimos como queremos que nos vean las personas con las que vivimos o nos relacionamos. El vestido es, sobre todo, una representación social de uno mismo ante los demás. Pretendemos darnos a conocer a los demás por la forma en que primeramente nos ven. Así me ven, así soy.
Por esto, detrás de la moda hay una persona que quiere aparecer ante los demás y comunicar un mensaje: «así soy yo». En un primer vistazo conscientemente estamos queriendo decir y, de hecho, decimos: éste o ésta soy yo, pienso todo esto, vivo de esta manera, soy tradicional o moderno, frívolo o razonable, apasionado o sereno, me importa mucho lo que veas en mí o más bien poco. También digo con el vestido si me importas mucho tú o no me importas nada, si te quiero gustar o no. La moda no es una simple apariencia, sino que siempre es la exteriorización de nosotros mismos
[4].
Si no es así, si el vestido no representa lo que yo soy entonces resulta que estoy jugando con los mensajes. No digo lo que pienso, ni muestro lo que soy. Entonces me parezco a los que desfilan en carnavales vestidos de lo que no son, ocultándose detrás de un vestido que, por eso, toma el nombre de disfraz. Claro, que en carnavales todos jugamos a eso, a no ser lo que uno es. Pero cuando los carnavales se han terminado el disfraz envía un mensaje a los demás de engaño, de doblez, de falta de autenticidad o, quizá, de cobardía.

2. El negocio de la moda
Pero la moda también es un negocio que vende ropa y produce beneficios. Si vende mucha ropa produce muchos beneficios. Si vende poca ropa... se arruina. Es bueno recordar que si no se vende ropa alguien se arruina, de manera que el interés económico que tiene la moda motiva, en gran parte, los cambios de tendencia que cada año se producen en la forma de vestir. Existe una necesidad económica de vender ropa y de hacer comprar cada año una moda nueva que haga inútil la que se compró el año anterior de manera que uno cualquiera de nosotros pueda decir «no tengo nada que ponerme».
No es casual que cada año se impongan unas nuevas tendencias en la forma de vestir, en los colores, en los accesorios, en lo largo o en lo corto, en la ropa de mañana o en la de tarde. No es casual, es realmente necesario que así sea para que todo un mundo de trabajadores, fábricas, productores, transportistas, distribuidores, vendedores, diseñadores, ejecutivos y, sobre todo, empresarios puedan seguir obteniendo sus rendimientos económicos a costa de los cambios de las nuevas tendencias.

3. Un modelo de persona
El vestido no es la misma persona, es un accidente, una circunstancia de la persona, pero como dice Fernando Inciarte, cuando se habla de las circunstancias de las personas lo que está en juego no son las circunstancias, sino la persona misma que padece las circunstancias
[5].
Por encima de lo que la moda significa para cada uno y lo que representa para la economía, la moda refleja e impone unos determinados modelos de persona. Porque el vestido es un acto social. Nos vestimos para gustar a los demás, para gustarnos a nosotros mismos, para sentirnos integrados en un determinado ambiente, con unos amigos, con unos compañeros de trabajo, en la sociedad que vivimos.
Y al hacer referencia al modelo de persona ya no se trata solamente de un vestido o de un color. No se trata de una largura o de una cortura. Se trata, ni más ni menos, que de ti y de mí, de la persona. Entonces resulta que cuando la moda trata de un modelo de persona se refiere a lo esencial de la persona, no a lo exterior que la cubre y viste, sino a su esencia, a su manera de ser, a su intimidad.

4. El vestido
Se dice que los fines del vestido son tres: a) protegernos del frío y del calor, según la estación y el lugar donde se viva; b) permitir ser vistos de manera agradable por los demás, gustar y ser gustados; y c) guardar la intimidad, la propia persona.
Claro que la importancia que cada uno de a su intimidad está en función de su propia sensibilidad y de la conciencia de sí mismo que tenga. Una persona que no se considere valiosa no tendrá reparo en mostrar su intimidad a los demás. Hoy podemos constatar que este tipo de personas abundan, incluso que la sociedad actual no respeta a las personas en cuanto tales.
La moda actual no tiene reparo en no respetar la intimidad y el pudor de la persona con tal de resultar agradable a la vista y a los sentidos, es decir, con tal de gustar a los demás. Hay que gustar a cualquier precio, porque lo importante no es «ser uno mismo», sino «tener éxito» entre los demás. Y como la moda es un fenómeno de masas –se trata de vender mucho y a muchos, no nos olvidemos– se produce el acostumbramiento. Lo que en un principio resultaba chocante y grosero cuando es repetido por muchas personas y hasta por los líderes sociales empieza a ser visto como normal, pero no por propia convicción, sino por adormecimiento de la propia sensibilidad.

5. La sensualidad
Pero si se trata de gustar y de ser agradable ¿qué es realmente lo bello? De siempre ha existido una asociación natural entre bondad y belleza, porque lo bello es agradable y el bien es atractivo. Por eso Santo Tomás habla de la belleza como «esplendor de la forma»
[6]. Pero tenemos la tendencia a caer en la trampa de buscar la belleza en los patrones de la moda de cada año. ¿Qué belleza es esa? La verdadera belleza de la persona está en su corazón y desde ahí resplandece a toda la persona.
No es una frase cursi, con perdón. Todos somos capaces de ver en los ojos de cualquier persona su belleza, su hombría de bien, su capacidad de amar, su desinterés, su calidad humana...
La aceptación social del sacrificio de la propia intimidad dice mucho del concepto de persona que cada uno tiene. Entienden que su cuerpo es un instrumento que sirve para gustar a los demás. El propio cuerpo es concebido como una cosa, no como parte integrante de la persona.
Y se llega a esto porque se vive de los sentidos. Y se concibe como bueno lo que resulta agradable a los sentidos, lo que gusta a la vista, al tacto... y se concibe como malo lo contrario, lo que resulta ingrato a los sentidos. Se confunde el bien con el placer, lo bueno con lo apetecible. Sin embargo, el bien es lo que nos hace mejores personas. Unas veces el bien será apetecible y placentero y otras será costoso y esforzado, pero siempre será el bien. El bien es como la medicina que nos cura: unas veces dulce y otras amarga pero siempre saludable. Por el contrario, el veneno nos mata siempre, aunque tenga un dulce sabor.

6. El reto personal
La moda sí que identifica a la persona con una determinada sociedad y cultura, con un estilo de vida, con una determinada forma de ser. Y esta identidad que la moda lleva consigo no es pura apariencia, sino que afecta a la esencia misma de la persona. Un vestido remite necesariamente al hombre o la mujer que lo lleva o puede llevarlo
[7].
La moda es un lenguaje personal que habla de la propia persona a otras personas con las que se relaciona. Y sí, la moda expresa la persona que viste y calza. El vestido habla de la profesión, de la edad, las aficiones, las creencias, las prioridades, los intereses, los gustos, la tradición, la cultura, el respeto. El vestido habla de la escala de valores de la persona, de sus preferencias: «dime cómo vistes y te diré en qué crees». Claro que nadie se sitúa frente a su armario y se cuestiona su concepción antropológica de la existencia cotidiana en su aspecto relacional. Claro que no. Pero al elegir este o aquel pantalón o esta o aquella falda, claro que estoy eligiendo quién voy a ser hoy: una chica normal o una chica desinhibida.
¿Qué cuál es el reto personal de la moda? Que cada uno debe buscar la belleza personal, que la tenemos, pero sin permitir que otros nos impongan sus ideas y concepciones sobre la persona y sobre nosotros mismos. El reto personal es ser uno mismo. Casi nada. La belleza personal consiste en saber adecuar la forma de vestir, buscando el atractivo personal, sin traicionar la coherencia y las propias convicciones. Porque la elegancia es ante todo armonía, pero armonía no sólo de colores y estilos, sino de la persona, de la esencia personal con la presencia social, de lo que soy con lo que me visto. Soy elegante y armonioso cuando me presento tal como soy y visto de lo que soy y soy lo que aparento ser.
Las claves del buen gusto
[8] son:
1. Conocimiento propio: la moda es personal y hay prendas que no todo el mundo puede llevar. Hay que conocerse para saber qué tipo de ropa nos queda mejor y nos favorece y cuál no.
2. Guerra al disfraz: una cosa es vestirse y otra disfrazarse. El buen gusto requiere que la persona se vista para agradar a los demás, pero sin llamar la atención, ni aparentar lo que no se es ni se piensa.
3. Un vestido para cada ocasión: hay que saber vestirse apropiadamente, no es lo mismo la pista de tenis, que la oficina, o el supermercado, o un oficio religioso.
4. Yo soy mi propio diseñador: no hay que seguir al pie de la letra las tendencias de la moda, sino adaptarlas a cada uno.
«¡Queridos jóvenes! No os maraville todo esto: el misterio de la Cruz educa en un modo de ser y de obrar que no se ajusta al espíritu de este mundo. Por esto el Apóstol nos pone bien en guardia: "Y no os amoldéis a este mundo, sino, por el contrario, transformaos con una renovación de la mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto" (Rm 12, 2). Resistid, queridos jóvenes del UNIV, a la tentación de la mediocridad y del conformismo»
[9].
Felipe Pou Ampuero

[1] Prieto González, Pablo, Aspecto y presencia personal. Nuestro Tiempo, diciembre 2004, p. 96.
[2] Prieto González, Pablo, op. Cit. p. 98.
[3] Sánchez de la Nieta, Ana-Isabel, ¿Qué nos dicta la moda?, Mundo Cristiano, julio-agosto 2003, nº 505-506, p. 25.
[4] González, Ana-Marta, Pensar la moda, Nuestro Tiempo, diciembre 2003, nº 594.
[5] González, Ana-Marta, op. Cit.
[6] García, Nieves, Una moda que no pasa: la belleza interior. www.mujernueva.org, 19 de junio de 2003.
[7] González, Ana-Marta, op. Cit.
[8] Sánchez de la Nieta, Ana-Isabel, ¿Qué nos dicta la moda?, Mundo Cristiano, julio-agosto 2003, nº 505-506, p. 28.

[9] Juan Pablo II, Resistid a la tentación de la mediocridad. Mensaje a los jóvenes del UNIV, 25 de marzo de 2002.