viernes, marzo 29, 2024

120. Trabajador

 

El trabajo pertenece a la imagen de Dios que existe en todo hombre.

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«El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén para que lo trabajara y lo guardara» (Gn 2,15). El trabajo es natural en el hombre. Es lo propio de su naturaleza humana, el hombre ha sido creado para trabajar. El resto de los animales no trabajan, siguen su instinto y viven, crecen y se reproducen, pero no trabajan.

El trabajo pertenece a la imagen de Dios que existe en todo hombre, forma parte de la condición de co-creador que tiene el hombre por encargo divino. Por tanto, el trabajo no es un castigo,  ni una maldición, al contrario, el trabajo es una bendición divina porque eleva al hombre a la condición de imagen del Creador. Por esta razón, el hombre debe acercarse a la tierra con respeto y señorío y realizar su trabajo con sentido ecológico venerando la creación en las cosas que le rodean y de las cuales se sirve para su existencia. El hombre debe comprender que más que dueño de la tierra es su custodio y  administrador.

Sin embargo, el trabajo no es el fin último del hombre ni la razón de su existencia. Supeditar el afán de la vida y la ilusión de vivir al trabajo o a los logros alcanzados por medio del trabajo es un error porque supone poner el trabajo en un lugar que solo está reservado para Dios y por medio de esta nueva idolatría del trabajo el hombre acaba por situarse en el centro del universo usurpando el lugar que solamente le corresponde al Creador.

El respeto del trabajo y del propio hombre se significa en el descanso sabático, que para los cristianos es el descanso dominical para dar gloria a Dios.  Descansar el domingo significa poner el trabajo en su lugar adecuado dentro de los afectos del corazón, no dejarse deslumbrar por los éxitos profesionales y el orgullo laboral y reconocer que hay algo más importante que el propio trabajo al cual debe ceder nuestro interés.

En nuestra cultura actual, es importante no dejarse dominar por el trabajo, más aún, cuando el sentido materialista actual fundamenta la importancia de todo en los resultados obtenidos que se puedan tocar y palpar con los sentidos y busca el reconocimiento público de nuestros logros laborales.

Pero el trabajo cansa, fatiga y es costoso. Es la consecuencia de la naturaleza caída del hombre. Aun así, este cansancio del trabajo es ocasión de participar no solo en la creación del mundo, sino, también, en la redención del mundo por medio de la cooperación en la obra redentora de Jesús. Podemos aprender que lo realmente importante del trabajo no es tanto el “qué” se hace sino el “cómo” se hace: el amor que se pone en el trabajo y por medio del trabajo. Un trabajo realizado con dignidad, honrado, que respete y reconozca al hombre en su propio valor es un trabajo que mejora al hombre, que lo hace mejor persona; al contrario, un trabajo que considere al hombre como un elemento más de la cadena de producción, que ignore la persona que trabaja y sus condiciones laborales, por muchos beneficios económicos que reporte, es un trabajo indigno que hace peor al hombre y al sistema político que lo fomenta.

 

Bibliografía

1. San Juan Pablo II, Laborem exercens, 14-IX-1981.

2. Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 21-XI-1964, nn. 36, 41 y 48; Gaudium et spes, 7-XII-1965, nn. 34, 36, 37, 57 y 69.

3. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2427 y ss.

4. Pontificio Consejo «Justicia Y Paz», Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Ed. Vaticana, Città del Vaticano 2005, nn. 251 y ss.

5. San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, Rialp, Madrid 2002.

6. Tema 8. El dominio sobre la creación. El trabajo. La ecología. Tomás Trigo. Síntesis de la fe. www.opusdei.org