domingo, enero 04, 2009

40. Educación diferente

Fecha: 1 de enero de 2009

TEMAS: Cuerpo, Educación, Valores.

RESUMEN: 1.La educación de los niños y de las niñas debe ser inevitablemente moral, debe enseñar el arte de vivir con coherencia. Lo importante no es lo que se logra externamente con notas y calificaciones, sino el mejoramiento de la persona, que sea capaz de ser un buen ciudadano.

2. La educación es ante todo formación personal, capacidad de vivir para uno mismo y para los demás, madurez personal y crecimiento en las virtudes —o valores, si prefieren— para mejora personal y de la sociedad en la que se vive.

3. Todos tienen derecho a la educación: primero en el ámbito primario de la familia, donde los hijos aprenden a querer y a respetar a los demás; después en el sistema educativo donde se debe garantizar el acceso de todos los ciudadanos a la educación, a la formación de la personalidad para ser buenos ciudadanos.

4. El derecho a educar es un derecho de los padres, no del poder y es a los padres a quienes el poder debe garantizar la educación de sus hijos tal y como los padres determinen. Son los padres quienes tienen en derecho a elegir el tipo de enseñanza que desean para sus hijos.

5. Cada persona nace hombre o mujer con ritmos diferentes de maduración personal y de aprendizaje. Los niños y las niñas no aprenden igual porque presentan diferencias básicas en su constitución y en su desarrollo que determinan que el proceso de aprendizaje de cada uno sea distinto.

6. Es necesario y conveniente un modelo educativo que permita atender adecuadamente la diversidad del hombre y de la mujer, que tienen los mismos derechos pero presentan diferencias que no sólo son sexuales, sino que afectan a toda la persona.

7. El modelo de enseñanza que propugna una escuela única, pública y laica sometida a las ideologías está anclado en el pasado y es regresivo: la sociedad se mueve hacia un creciente pluralismo ideológico y cultural y ahora tenemos datos y pruebas que avalan el error de los dogmatismos educativos de antaño.

8. La formación integral de los hijos determina que siempre se tenga muy presente las peculiaridades de cada sexo en su propia formación.


SUMARIO: 1. Formación.- 2. Derecho a educar.- 3. Diferentes.- 4. Escuelas diferentes para igualar.


1. Formación

Bien sabemos que educar no es simplemente instruir o enseñar ciencias o técnicas especiales de algún oficio. A la vista tenemos el amplio muestrario de científicos y técnicos, juristas y médicos que no parecen personas cultivadas. Más bien se podría decir de ellos que se parecen a esa estampa de un burro cargado de libros: ciencia mucha, pero brutalidad también.

Y es que la educación completa de una persona no solamente alcanza a los datos, a los conceptos y a los libros, sino que debe llegar hasta la raíz. La educación de los niños y de las niñas debe ser inevitablemente moral, debe enseñar el arte de vivir con coherencia[1].

Los expertos en educación señalan que el auténtico crecimiento educativo, la adquisición de una madurez personal e intelectual de altura, no se logra por medio del activismo bullicioso, sino más bien a través de la serenidad que procede del silencio creativo, del reposo y del sosiego y del cultivo —también— del espíritu[2]. La sociedad posmoderna en que vivimos se ha olvidado de estas premisas y valora más la eficacia que la fecundidad —el ruido más que las nueces— olvidando que lo importante no es lo que se logra externamente con notas, calificaciones y «números uno», sino el mejoramiento de la persona, que sea capaz de ser un buen ciudadano.

Por esto la educación no se puede reducir a hacer cosas, a obtener títulos, a acaparar conocimientos y datos hasta que no quepan más en la cabeza del chico. La educación es ante todo formación personal, capacidad de vivir para uno mismo y para los demás, madurez personal y crecimiento en las virtudes —o valores, si prefieren— para mejora personal y de la sociedad en la que se vive.


2. Derecho a educar

El derecho a la educación, a la formación integral de la persona es un derecho primario, original, que corresponde a cada persona por el sólo nacimiento. Todos tienen derecho a la educación: primero en el ámbito primario de la familia, donde los hijos aprenden a querer y a respetar a los demás; después en el sistema educativo donde se debe garantizar el acceso de todos los ciudadanos a la educación, a la formación de la personalidad para ser buenos ciudadanos[3].

Pero si en esto estamos de acuerdo no sucede lo mismo cuando se cuestiona quién tiene derecho a educar. La educación es un derecho de la persona que debe ser garantizado por las autoridades y los poderes públicos y que en consonancia con la libertad íntima de la persona debe ser educada en libertad y con una oferta plural educativa. Pero el derecho a educar no le corresponde a los poderes públicos ni al Estado. El derecho a educar es un derecho de los padres, no del poder y es a los padres a quienes el poder debe garantizar la educación de sus hijos tal y como los padres determinen. Son los padres quienes tienen en derecho a elegir el tipo de enseñanza que desean para sus hijos.

Los padres son los responsables de sus hijos, aunque solamente fuera porque son ellos los que les han traído a la vida. Los padres ejercen la autoridad sobre sus hijos y determinan sus cuidados, alimentación, atención médica, intervenciones quirúrgicas y... la educación que les corresponda. El Estado y los poderes públicos deben garantizar, asegurar y ayudar a los padres en el ejercicio del derecho a educar a sus propios hijos según sus propias opiniones, creencias, convicciones y determinaciones. Pero el Estado no puede arrogarse un derecho que no le corresponde, sería tanto como usurpar lo que de suyo corresponde a los padres para ejercerlo sin derecho.

Así lo han establecido las instancias internacionales desde el principio. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 10 de diciembre de 1948 establece en su artículo 26 el derecho a la educación gratuita de toda persona, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental, y que ésta será obligatoria. También señala que la educación debe tener por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana. Por último, declara que son los padres quienes tienen derecho a escoger la educación de sus hijos.

Nuestra Constitución también reconoce este derecho de los padres y establece en su artículo 27 que los padres tienen derecho a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones señalando como límite al carácter propio de cada centro educativo que se respeten los principios democráticos de convivencia y los derechos y libertades fundamentales. En todo lo demás, nuestra Constitución reconoce el derecho de los padres a elegir el tipo de educación que desean para sus hijos y el derecho de los titulares de los centros educativos para ofrecer un determinado modelo de escuela.


3. Diferentes

Los hombres y las mujeres son personas con los mismos derechos y la misma dignidad y estima personal, pero son diferentes ¡vaya que son diferentes!

Cada persona nace hombre o mujer con ritmos diferentes de maduración personal y de aprendizaje. Los niños y las niñas no aprenden igual porque presentan diferencias básicas en su constitución y en su desarrollo que determinan que el proceso de aprendizaje de cada uno sea distinto. No se trata de que los niños y las niñas aprendan distintas cosas: todos aprenden la misma tabla de multiplicar, pero lo aprenden de distinta forma.

El cerebro masculino difiere claramente del femenino y, además, desde el principio, antes de que las hormonas sexuales puedan tener alguna influencia[4]. No todos los pares de ojos son iguales. En las retinas femeninas predominan las células P, sensibles al color y la textura, mientras que en las retinas masculinas predominan las células M que detectan el movimiento. Tampoco todos los oídos son iguales. Desde muy pequeñas las niñas son más sensibles a los sonidos que los niños.

Los recién nacidos no reaccionan todos del mismo modo a lo que entra en su campo visual: las niñas responden a expresiones faciales y los niños a objetos en movimiento[5]. En fin, que la ciencia demuestra que los niños y las niñas no juegan igual, no ven igual, no oyen igual, no ven el mundo de la misma manera. Hoy sabemos que las diferencias innatas entre los niños y las niñas son profundas. Lo inteligente es entenderlas y aprovecharlas, no encubrirlas ni despreciarlas.

Si no fuera una desgraciada realidad se podría relatar como una anécdota que muchos niños medicados con «Retalin» no tienen hiperactividad, sino que sencillamente son chicos y una profesora que les habla suavemente y desconoce su diferencia masculina les aburre enormemente.

Por tanto, es necesario y conveniente un modelo educativo que permita atender adecuadamente la diversidad del hombre y de la mujer, que tienen los mismos derechos pero presentan diferencias que no sólo son sexuales, sino que afectan a toda la persona. Precisamente si queremos que el hombre y la mujer sean iguales y sepan lo mismo debemos enseñárselo de manera distinta y adecuada a cada uno de ellos[6].

Las chicas maduran biológica y psicológicamente antes que los varones que resultan perjudicados en las aulas mixtas porque esa comparación constante con las chicas provoca un comportamiento inhibitorio. Las mujeres tienen mayor facilidad para las relaciones humanas, delicadeza en el trato y seriedad en el compromiso; mientras que los hombres se orientan más hacia el pensamiento abstracto y los grandes ideales.

Las escuelas mixtas provocan que haya muchos menos chicos con inclinación al arte y muchas menos vocaciones científicas de las chicas tan sólo por no tener que soportar de los compañeros calificativos despiadados y crueles en plena adolescencia.

Según un estudio reciente[7] las chicas rinden peor cuando tienen profesores del otro sexo, mientras que con los chicos ocurre lo mismo pero al revés, si el profesor en varón los chicos aprenden mejor. Las chicas aventajan a los chicos en lengua pero los chicos superan a las chicas en ciencias. Hasta donde concluye el estudio, tener un profesor del sexo opuesto es peor para los alumnos, aunque no aclara exactamente por qué: podría influir las actitudes espontáneas o incluso inconscientes del docente hacia los alumnos del otro sexo y de éstos hacia aquellos; pero también podría suceder que los docentes desconozcan o no tengan en cuenta que cada sexo tiene su propio estilo de aprender.

Lo que resulta incuestionable es que un aula mixta presente variables emocionales, conductuales y evolutivas mucho más acentuadas y dispares que un aula de un solo sexo.

La pregunta es : ¿separar alumnos por sexo es discriminar? Por qué, a menudo se podría decir que ocurre lo contrario, se podría decir que es más igualitarista separar a los desiguales para enseñarles lo mismo con la misma calidad educativa[8].

La sensibilidad de la sociedad actual hacia la discriminación ha llevado a plantearse la cuestión de si toda separación o diferencia es discriminatoria. La UNESCO en la «Convención relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza» (1960) sostiene, en su artículo 2, que la creación de sistemas de enseñanza separados no serán considerados discriminaciones[9].

La Asociación Americana de Mujeres Universitarias, en un estudio realizado con 1.331 chicas, señala que en los centros con educación mixta las chicas reciben una atención menor por parte de los profesores en su trabajo y en la solución de sus dudas[10]. Porque hay que tener en cuenta que existen una serie de factores diferenciales en el aprendizaje que aumentan o disminuyen la calidad de la enseñanza como son a) el fomento de la serenidad y concentración en el estudio; b) evitar la competitividad entre chicos y chicas en la adolescencia; y c) ser conscientes que la mujer es más comunicativa que el hombre y atender a esta realidad[11].


4. Escuelas diferentes para igualar

La educación mixta defrauda tanto a los chicos como a las chicas por la simple razón que los chicos y las chicas aprenden de distintas maneras. El «establishment» educativo ha adoctrinado a profesores y padres con el dogma de que a los chicos y las chicas se les debe enseñar las mismas materias, de la misma manera y al mismo tiempo. Pero esto es hacer violencia a la naturaleza y así se han extendido los problemas típicos de la escuela mixta.

El modelo de enseñanza que propugna una escuela única, pública y laica sometida a las ideologías está anclado en el pasado y es regresivo: la sociedad se mueve hacia un creciente pluralismo ideológico y cultural y ahora tenemos datos y pruebas que avalan el error de los dogmatismos educativos de antaño.

La escuela mixta existía en el siglo XIX por falta de espacio: ¡todos juntos en un aula! Luego en los años sesenta aumentó la escolarización y los años de estudio, pero no había dinero suficiente para construir escuelas separadas. El pecado original de la escuela mixta es ése: el resultado de una restricción presupuestaria[12].

La escuela mixta no nació para combatir la desigualdad de los sexos, eso se argumentó luego, en el 68 y desde las posiciones feministas en donde se equiparó la escuela mixta a igualitarismo. Pero la experiencia demuestra que la escuela mixta no ha conseguido asegurar la igualdad de los sexos ni la de las oportunidades, dos importantes objetivos que se esperaban de ese sistema escolar.

Entonces, ¿qué es mejor para nuestros hijos? No puede negarse que el asunto se encuentra en discusión y que hasta ahora no se cuenta con evidencias científicas suficientes para decidirse por la escuela mixta o diferenciada. Con todo hay numerosos indicios de que el dogmatismo educativo mixto actual —así como el contrario en su momento— carece de base pedagógica suficiente[13].

Pero al no existir una evidencia científicamente comprobada sobre qué sistema es más ventajoso, son los padres quienes tienen el derecho a escoger el tipo de escuela que desean para sus hijos y las autoridades deben facilitar ese derecho a los padres, incluso ofreciendo centros de escolarización diferenciada también en la red pública. No es aceptable argumentar que si los padres quieren una educación diferenciada para sus hijos deben pagarla porque no existe dinero público para la enseñanza, propiamente lo que existe son fondos procedentes de los impuestos que pagan los ciudadanos que se pueden y deben destinar a la enseñanza en todas sus modalidades.

Los padres, titulares del derecho a la educación de sus hijos, deberán tener en cuenta que la educación diferenciada no es sólo una cuestión de enseñanza o de escolarización, sino, sobre todo, es una cuestión familiar y de formación integral de los hijos que determina que siempre se tenga muy presente las peculiaridades de cada sexo en su propia formación.


Felipe Pou Ampuero

[1] José-Luis González Simancas, La educación diferenciada: una aclaración a los padres de familia, www.arguments.es, 21 diciembre 2005.
[2] Alejandro Llano, La educación en la encrucijada. Nuestro Tiempo, junio 2007, n. 636, p. 36.
[3] Fundación Acción para la Educación, El derecho de los padres a elegir la educación en libertad, Barcelona, 2005, p.3.
[4] Rafael Serrano, Por qué los chicos y las chicas no aprenden igual, www.aceprensa.com
[5] Leonard Sax, Why gender matters, Nueva York, 2005.
[6] Confederación de Padres y Madres de Alumnos (COFAPA), La educación diferenciada, una opción por la diversidad, Madrid, 2004. p.6.
[7] Thomas Dee, How a teacher’s gender affects boys and girls, Education next, 2006.
[8] Michel Fize, La escuela mixta hace sufrir a muchos niños, La Vanguardia, 15 diciembre 2004.
[9] Josep María Barnils, Qué es discriminación en educación, El País, 30 junio 2004.
[10] Confederación de Padres y Madres de Alumnos (COFAPA), La educación diferenciada, una opción por la diversidad, Madrid, 2004. p.10.
[11] José-Luis González Simancas, La educación diferenciada: una aclaración a los padres de familia, www.arguments.es, 21 diciembre 2005.
[12] Michel Fize, La escuela mixta hace sufrir a muchos niños, La Vanguardia, 15 diciembre 2004.
[13] José María Barrio Maestre, Educación diferenciada una opción razonable, El Semanal Digital, 17 julio 2006.