miércoles, febrero 28, 2024

119. Familiar

 

La familia forma parte del plan de Dios

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El hombre no es un ser individual, aislado de los demás, sino que por naturaleza es un ser familiar. Esto quiere decir que los hombres nacen, crecen y viven en la familia. Una familia que se fundamenta en el matrimonio de los padres como una unión de un hombre con una mujer comprometidos para siempre por amor y abierta a la acogida de nuevas vidas. La familia es una comunidad de personas unidas por el amor de los padres que se prolonga entre los hermanos y parientes.

En el ambiente familiar el hombre se reconoce a sí mismo en la convivencia con los demás miembros y aprende que las verdaderas relaciones humanas se fundan en el reconocimiento de los demás y de uno mismo por sí mismos y no por sus cualidades personales.

Es en la familia donde tiene lugar el afecto natural que une a sus miembros que son reconocidos y respetados en su integridad. En el ámbito familiar el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprende qué quiere decir amar y ser amado y, por consiguiente, qué quiere decir en concreto ser una persona.

Las relaciones entre los miembros de la comunidad familiar están inspiradas y guiadas por la ley de la «gratuidad» que, respetando y favoreciendo en todos y cada uno la dignidad personal como único título de valor, se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda.

La familia se presenta como una auténtica comunidad de personas basada en el amor de los padres que enseña que el hombre se realiza mediante la entrega sincera de sí mismo. Amar significa dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender, sino sólo regalar libre y recíprocamente.

Porque el distintivo de la familia es el amor. El amor de los esposos que se extiende al amor de los hijos y los hermanos entre sí y con los demás parientes. Así como sin amor la familia no es una comunidad de personas que comparten una vida, también sin el amor la familia no puede vivir, crecer y desarrollarse.

En la familia se pasa del tú al nosotros y el hombre comienza a reconocer a los demás hombres como hijos y hermanos de unos mismos padres, como primos de unos mismos abuelos. El prójimo no es un “individuo” de la colectividad humana; es “alguien” que, por sus orígenes, siempre 'próximos' por una u otra razón, merece una atención y un respeto singulares (Catecismo, 2212).

Urge devolver a la familia el plan original del Creador y volver a vivir la familia como un plan de Dios para cooperar en la creación del mundo y también en la creación del hombre por medio de su desarrollo integral más allá de su nacimiento.

Y la cultura actual tiene grandes dificultades para reconocer el valor de la familia porque no quiere entender dos verdades fundamentales: la primera, que el hombre está llamado a vivir en la verdad y en el amor; y la segunda, que cada hombre se realiza mediante la entrega sincera de sí mismo (Carta a las familias, S. Juan Pablo II, n. 16).

 

Bibliografía

1. Instrucción pastoral La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad.  LXXVI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. 2001.n. 47 y ss.

2. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. n. 209 y ss.

3. San Juan Pablo II, Carta a las familias, 1994.

4. La dignidad de la familia. www.opusdei.org

5. Catecismo Iglesia Católica, n. 2212

6. San Juan Pablo II, Exh. Apos. Familiaris consortio, 22-XI-198.