sábado, febrero 18, 2017

98. Amarás a Dios sobre todas las cosas

RESUMEN: Amar a Dios sobre todas las cosas significa amarle más que a uno mismo y también amarle más que a ninguna otra persona o cosa.

Catecismo Iglesia Católica nn. 2083 al 2141.
Primer mandamiento: «Amarás a Dios sobre todas las cosas».
Es el primer mandamiento, el de mayor importancia porque del cumplimiento cabal del mismo depende el cumplimiento de todos los demás mandamientos. Si no se cumple este mandamiento no se pueden cumplir los siguientes.
Lo que pide este mandamiento es guardar la fe y alimentarla y, al mismo tiempo, rechazar todo lo que se opone a la fe. Amar a Dios significa que no se puede amar a otros dioses porque solo Dios es el Señor. Cualquier tipo de superstición, de idolatría, de superchería, o de divinización de los objetos atenta contra este mandamiento.
Amar a Dios sobre todas las cosas quiere decir adorarle, mostrarle reverencia, respeto y culto como lo más importante en nuestra vida y creer en Él y esperarlo todo de Dios. En la manera como una persona adora, respeta y reverencia a Dios se puede conocer cómo le ama y, sobre todo, si le ama por encima de todas las cosas.
El primer mandamiento del Decálogo se lesiona cuando se prefieren otras cosas a Dios, aunque sean buenas, pues entonces se las está amando desordenadamente. En estos casos, el hombre pervierte la ordenación de las criaturas, usando de ellas para un fin opuesto o distinto de aquel para el que fueron creadas.
La adoración es el primer acto de la virtud de la religión y significa reconocerle como Creador, Salvador, Señor y Dueño de todo lo visible y lo invisible. Al mismo tiempo, también significa reconocer que uno mismo comparado con Dios es la «nada» de la criatura.
Amar a Dios sobre todas las cosas supone elegir a Dios por encima del amor o de las preferencias personales por otras personas, cosas, bienes o éxitos personales o profesionales. El amor a Dios implica un estilo de vida propio en el que Dios es lo primero y luego está todo lo demás, sin excluir nada de lo que es lícito y bueno, que por eso es agradable a Dios, pero con un orden de preferencia posterior al amor a Dios.
Debemos hacer con frecuencia actos positivos de amor y de adoración al Señor en cada genuflexión y en cada oración. También en nuestro trabajo bien hecho, acabado, cumplido.

A todos nos corresponde la responsabilidad de actuar en nuestra vida manifestando que Dios es el primero, a quien amamos por encima de todas las cosas, viviendo con Dios presente en todos nuestros actos, en nuestros pensamientos, en nuestros amores.