sábado, octubre 17, 2015

86. ¿Libertad es no comprometerse?

TEMAS: Libertad, matrimonio.
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RESUMEN: La libertad es para el compromiso, para  obligarse libremente en el ejercicio de ese don que tenemos porque somos hombres.


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Una de las ideas que se sobrevuelan la crisis de la fidelidad de los matrimonios y de la propia existencia de las familias es la creencia de que la libertad personal de cada persona es una cualidad que tenemos y se pierde cuando nos comprometemos con alguien. Por eso mismo, si una persona le promete amor y fidelidad a otra para siempre y por cualquier circunstancia estaría perdiendo su libertad porque –por virtud de ese compromiso– ya no podría ser libre nunca más.

Todos tenemos libertad, es así, y somos libres porque somos humanos. Los animales no son libres ni pueden hacer lo que su voluntad quiera, sino que obedecen ciegamente a su instinto. Pero la libertad personal del hombre no es un fin en sí misma. No somos libres para ser libres y ¡ya está! Como si ser libres fuera el fin de la vida del hombre, lo que le hace feliz, aquello para lo que ha nacido: para ser libre.

No parece que las cosas sean así. El hombre nace libre y es libre. Incluso en las situaciones más extremas de prisión o esclavitud el hombre tiene su libertad interior de conciencia y de voluntad que le permite seguir siendo libre a pesar de todas las cadenas que le aten. La libertad es un don muy valioso, pero con la libertad a solas el hombre no consigue nada más que eso mismo: ser libre; y la pregunta es la siguiente: ¿y luego qué?

Parece que la libertad no es un fin en sí misma, es un medio para conseguir otras cosas más importantes que la misma libertad como es la propia felicidad de la persona. Porque una persona es feliz cuando puede sentirse llena, satisfecha, realizada, cuando encuentra un sentido a su vida y a sus actos. Y esto es independiente y hasta concurrente con las dificultades y los problemas. Son como dos planos distintos.

Para que la persona encuentre su sitio en la vida debe elegir entre los posibles sitios que la vida le presenta. Y para elegir hay que ejercer la libertad. Ahora se hace presente cuál es el sentido de la libertad personal. Es un medio para poder elegir y también para mantener esa elección en el tiempo por encima de las circunstancias temporales e históricas que sucederán.

La libertad es un medio. Un medio para elegir. Y para elegir hay que saber qué elijo y qué no elijo, no vaya a ser que elija mal y luego me arrepienta o no tenga remedio. La elección exige conocimiento, saber lo que se elige no vaya a suceder como a aquel niño que llegó a la estación de trenes de alta velocidad de una gran ciudad y quedó fascinado por los trenes y sus máquinas. Una como una góndola, otra como una flecha, otra más como una lanza. A cual más aerodinámicos y más modernos. Nuestro niño miró todas las máquinas, sus colores, sus cristales, las antenas, el uniforme de los maquinistas y las azafatas y eligió el tren más bonito: el mejor. Se subió al tren y el tren se puso en marcha y se fue a su destino y nuestro niño se fue con el tren sin saber dónde iba ni cuán lejos estaría.

Qué razón tenía san Juan Pablo II cuando dijo “En efecto, verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente.” (Juan Pablo II, Carta Encíclica Fides et Ratio, Ciudad del Vaticano, 14 de septiembre de 1998, n. 90.)

La libertad es precisamente para el compromiso, para  obligarse libremente en el ejercicio de ese don que tenemos porque somos hombres. La libertad que no se compromete, que no se ejerce, que no decide, acaba oxidada y ese óxido es la cara de la soledad y del egoísmo. ■