La cultura actual prescinde de la razón y vive de las
emociones.
* * * * *
La cultura actual entiende que las cosas son lo que a cada uno
le parecen. Esto significa que no reconoce una realidad propia de las cosas:
las cosas no son lo que ellas mismas son. Y esto supone que se ha renunciado a
la realidad objetiva de las cosas.
Al negar la existencia real de las cosas, lo único que se acepta
es el valor de la propia experiencia personal: el “yo creo”, “yo pienso”. Por
tanto, deja de existir el bien y el mal como realidades objetivas,
independientes de las opiniones personales y se sustituyen por los “me parece
bien” o “me parece mal”. Es la cultura actual de la “posverdad”.
El relativismo niega la existencia de cualquier verdad, todo
es relativo y depende de las circunstancias. Salvo una cosa: el relativismo,
que es una afirmación tan verdadera y tan absoluta que nadie puede cuestionar.
Hasta tal punto, que el que se atreva a afirmar que el relativismo es
cuestionable será condenado como hereje por atreverse a dudar de la verdad del
relativismo. Es la dictadura del relativismo que resulta ser la verdadera
amenaza para la verdad en el siglo XXI, en lugar de la religión, como muchos
postulan.
El nihilismo postula que no hay nada que valga del todo y para
siempre, no hay nada de valor en esta vida y nada hay después de esta vida:
todo es nada. La vida se convierte en sólo una experiencia para adquirir
sensaciones pasajeras que dan paso a otras sensaciones que les suceden, donde
nada es definitivo.
Por tanto, no existe ninguna referencia absoluta y, en consecuencia,
todo está permitido con tal que se pueda realizar. Y, en última instancia, se
podrá realizar si se impone por el uso de la fuerza.
Cuando no existe una razón válida para hacer algo, la única
apelación posible es el propio sentimiento, o las emociones. Ya no haré algo
porque esté bien, sino porque “me parece” bien. No porque deba hacerlo por
algún motivo, sino porque “siento” la necesidad de hacerlo.
Sin embargo, no se trata de ignorar los propios sentimientos,
porque eso sería inhumano. Pero tampoco se trata de ignorar la razón, porque
eso también sería inhumano. Se trata de aprender a armonizar la razón y los
sentimientos. Y, claro, al hablar de la razón tenemos que aceptar que las cosas
son razonables o no razonables, no como a cada uno le parecen. Existe una razón
objetiva que se dirige hacia la realidad de las cosas y de las personas.
La consecuencia de esta deriva cultural es que el hombre
actual no sabe cuál es el sentido de su vida: ¿para qué vivo? ¿por qué tengo
que hacer el bien y evitar el mal? ¿qué hago en este mundo?
Si el hombre se hubiera hecho a sí mismo podría saber el
sentido de su vida, sabría para qué existe. Pero no es así porque el hombre no
se ha creado a sí mismo. Sólo el origen del hombre puede explicar el sentido de
la vida del hombre.
La posverdad nos enseña que cuando se renuncia a la verdad su
vacío lo ocupa la violencia en estado puro.
Bibliografía
1. JUAN PABLO II, Enc.
Fe y Razón, nn. 46, 81, 90, 91.
2. ORIENTACIONES MORALES ANTE LA SITUACIÓN ACTUAL DE ESPAÑA.- Instrucción
Pastoral de la LXXXVIII Asamblea Plenaria de la CEE. Madrid, 23 de noviembre de
2006.
3. FERNANDO RODRÍGUEZ-BORLADO. Causas de una juventud anémica,
Aceprensa, 27 enero 2022.
4. GREGORIO LURI, Precariedad
y alarmismo: “Una familia estable es un chollo psicológico”, Aceprensa, 21 enero 2022.
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