TEMAS: política, valores, democracia.
* * * * *
RESUMEN: 1. Para un cristiano el ejercicio
del voto se presenta como una cuestión de conciencia.
2. Si voto a un partido de ideales cristianos puede que mi voto,
al no conseguir representación parlamentaria, no sirva a ningún partido
político.
3. Pero si no voto a un partido que defienda principios cristianos
nunca habrá un partido que defienda los principios cristianos en la vida
pública.
4. ¿cuándo podrá gobernar un partido que defienda los principios
cristianos en la política?
* * * * *
El 20 de diciembre están convocadas unas elecciones generales y
todos los españoles con derecho de sufragio activo estamos llamados a las urnas
para depositar nuestro voto y elegir a los representantes democráticos que
gobernarán la nación durante los
próximos cuatro años.
Para un cristiano el ejercicio del voto se presenta como una
cuestión de conciencia. En primer lugar, porque supone el ejercicio de un
derecho y un deber ciudadano que implica la participación individual en el bien
común y no debe ser infringido salvo por causa grave. En segundo lugar, porque
con mi voto puedo conseguir que gane las elecciones un programa político que
lleve a cabo propuestas sociales que estén de acuerdo con la doctrina cristiana
y con la dignidad de la persona y así contribuir a cambiar la sociedad actual
por otra más justa.
El voto cristiano, a mi entender, debe buscar la mejor opción
política que defienda aquellos principios irrenunciables de los que hablaba
Benedicto XVI y que se pueden resumir en: 1) la defensa de la vida; 2) la
defensa de la familia; 3) la defensa del derecho de los padres a la educación
de sus hijos; y 4) la promoción del bien común para toda la sociedad.
Pero hay que tener bien presente que nuestro sistema político es
una democracia representativa y los representantes elegidos resultan de la
aplicación de los criterios establecidos por la ley electoral, según la cual y
en aplicación del sistema de representación proporcional se atribuyen los
escaños a los partidos políticos que obtengan mayor representación en cada
circunscripción electoral.
La misma ley establece que los partidos que no obtengan una participación
inferior al 3% de los votos emitidos no conseguirán representación y para el
resto la atribución de escaños se realiza de manera proporcional en función de los escaños correspondientes a
cada circunscripción concediéndose los votos sobrantes después de las
adjudicaciones al partido más votado.
Este sistema, que es el legal, provoca que los partidos grandes
ganen las elecciones y que las opciones políticas de menor tamaño o de menor
implantación no obtengan representación
parlamentaria y, a la postre, que los votos obtenidos por los partidos
pequeños no lleguen a estar materializados en ningún escaño parlamentario.
El dilema del voto cristiano –suponiendo que exista un partido
político que defienda los principios cristianos para la convivencia social– es
el siguiente: si voto a un partido de ideales cristianos puede que mi voto, al
no conseguir representación parlamentaria, no sirva a ningún partido político.
Pero si voto a otro partido que sin defender ideales cristianos, al menos, no
los ataque o no se oponga a ellos, puedo conseguir que mi voto tenga influencia
política en la vida social de los próximos cuatro años.
Claro está que si me inclino por la segunda opción y no voto a un
partido que defienda principios cristianos nunca podrá existir un partido que
defienda principios cristianos porque los cristianos no votaremos los
principios cristianos, sino que votaremos otros principios que no son
cristianos pero que son los que ganan, o pueden ganar, las elecciones.
Con este proceder ¿cuándo podrá ganar las elecciones un partido
que defienda los principios cristianos en política? Parece que nunca. ¿Quién
defenderá la vida?, ¿y la familia y la educación y el bien común? Pues parece
que nadie podrá defender esos principios porque nadie le habrá votado.
Y entonces habrá que hacerse la siguiente pregunta: ¿cuándo podrá
gobernar un partido que defienda los principios cristianos en la política? La
respuesta es bien sencilla: cuando los cristianos dejemos de votar a los
partidos que no defienden los principios cristianos y no decidamos a votar los
partidos que sí los defienden.
Sucede que hay situaciones concretas que podrían ser excepcionales
y justificar el mal menor, el voto útil de los cristianos, el voto a los
partidos que no defienden los principios cristianos. Pues sí, pueden existir
situaciones de emergencia, excepcionales que justifiquen el voto útil. Pero lo
que no puede existir es un estado de emergencia permanente, porque eso
supondría convertir la excepción –el mal menor, votar lo que se considera malo,
pero menor– en la regla general.
El voto útil debe ser la excepción y como tal debe estar
debidamente justificada y acotada para evitar que se convierta en la regla
general porque eso sería renunciar a la defensa de los principios cristianos en
la vida social. La excepción puede estar justificada por la presencia de nuevos
partidos políticos que alteren el equilibrio político existente con
anterioridad, o por una situación política o económica o de convivencia social
concreta y grave que justifique el voto útil.
Pero ¿si no existiera ningún otro partido político que
representara ese voto útil? En tal supuesto, no cabría el voto útil puesto que
el voto sería inútil. Quiero decir, en mi opinión, nunca un cristiano puede
votar a un partido que ataque o se oponga a los principios cristianos. Por
tanto, no podrá votar a los partidos que no defiendan la vida, que no defiendan
la familia, que no consideren la dignidad del hombre como fin en sí mismo y no
como un elemento de producción colectiva. Tampoco podrá votar opciones
ideológicas contrarias a la doctrina cristiana como son las de corte marxista,
socialista o liberal laicista.
En fin, difícil elección, ¿no les parece? ■
BIBLIOGRAFÍA
Miseria del voto útil, Francisco J. Contreras.
http://www.actuall.com/criterios/democracia/miseria-del-voto-util/
No hay comentarios:
Publicar un comentario