Fecha: 01 de julio de 2013
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TEMAS: Cultura, Fe.
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RESUMEN: 1. No deberíamos estar tan preocupados por saber qué es Dios y,
por el contrario, deberíamos intentar conocer cómo es Dios y cómo se manifiesta
por medio de la Revelación.
2. La
Trinidad es el misterio central de la fe cristiana. Todos los cristianos nos
iniciamos en la vida de la gracia en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo en el sacramento del Bautismo.
3. Jesús
llamaba a su Padre «abbá», papá, con
el apelativo cariñoso del término arameo
en que los niños se dirigen a su propio padre.
4. El
hombre racional no es capaz de entender qué es Dios, por el contrario, sí
podemos entender que pretender definir a Dios es indiferente para el corazón
del hombre.
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1. Misterio
Dios es un misterio
y la inteligencia humana es incapaz de entenderlo. Si se tratara de un asunto
de capacidad podríamos decir que el misterio de Dios no «cabe» en la inteligencia
del hombre.
Por esto no
deberíamos estar tan preocupados por saber qué es Dios y, por el contrario,
deberíamos intentar conocer cómo es Dios y cómo se manifiesta por medio de la
Revelación.
Es evidente que Dios
es Creador, Juez, Legislador, el Bien, la Belleza y la Verdad. Pero todo eso
son atributos y cualidades de Dios que no le definen. Si tuviéramos que definir
a Dios en una sola palabra ninguna de las anteriores nos serviría. Dios es el
Creador de todo lo visible y lo invisible, pero no es un creador lejano,
ausente, ajeno a las cosas de los hombres y al transcurrir de la historia.
Dios, por medio de
Jesucristo se ha revelado y nos ha comunicado que es Trinidad: tres personas
distintas y un solo Dios verdadero. No son tres dioses, sino que solo existe un
solo Dios. Pero no son la misma persona, puesto que la persona del Padre no se
confunde con la del Hijo ni con la del Espíritu Santo.
2. La
Trinidad
La Trinidad es el
misterio central de la fe cristiana. Todos los cristianos nos iniciamos en la
vida de la gracia en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en el
sacramento del Bautismo y siempre que hacemos la señal de la cruz nos
santiguamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Por la
misma razón damos gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo reparando en
cada una de la “íes” cada una de las
Personas de la Trinidad.
Que Dios es Trinidad
lo sabemos por Revelación divina, no por ciencia humana. Y si lo sabemos es que
así es y para nuestro bien. Sin embargo, sigue siendo un misterio para el
hombre que no puede entender. Decía san Agustín «si lo has entendido, no es
Dios». Parece que Dios juega con los hombres a una adivinanza imposible.
3. Padre,
Hijo y Espíritu Santo
En primer lugar,
Dios es Padre, es el Creador no creado del cielo y de la tierra, de lo visible
y lo invisible. Es el principio y el fin, el alfa y el omega, es todo lo que
debemos adorar. Pero Dios, además, se revela como Padre, como un padre cariñoso
que busca y quiere a sus hijos. Jesús llamaba a su Padre «abbá», papá, con el apelativo cariñoso del término arameo en que
los niños se dirigen a su propio padre.
Dios Padre es el
padre de la parábola del hijo pródigo que sale a buscar y a esperar al hijo, el
que va a buscar la oveja perdida, el que compra el campo para buscar el tesoro.
A ese padre cariñoso y familiar es al que podemos dirigirnos como hijos
necesitados y pedirle su ayuda y amparo. No debemos tener miedo a un padre
cariñoso.
El Hijo ha sido
engendrado por el Padre, no creado sino engendrado por el Padre, y por eso es
de la misma naturaleza del Padre y es Dios. El Padre engendra al Hijo en la
eternidad, en cada momento, fuera de la historia y del tiempo, no existe un
antes ni un después, sino un eternamente engendrado.
El Padre que es la
Sabiduría conoce todo con perfección absoluta y se conoce a Sí mismo de manera
perfecta. De tal manera que ese conocimiento perfecto de Sí mismo engendra al
Hijo que es la Palabra y la Razón de Dios. Se podría intentar explicar diciendo
que el Padre tiene una imagen de Sí mismo que es tan perfecta y tan fiel que no
es una imagen sino una realidad y que es otra Persona distinta del Padre pero
que no puede ser menos que el Padre y es también Dios, aunque no puede ser otro
Dios porque habría dos dioses y el Dios absoluto no puede ser más que uno.
Luego la imagen que el Padre tiene de Sí mismo es Dios Hijo, que también es
Dios pero es la persona del Hijo.
El Hijo se ha
encarnado, se ha hecho un hombre como nosotros para redimirnos de la esclavitud
del pecado y por amor se ha dejado clavar en la cruz para ganarnos la vida
eterna. Jesús es el Salvador, pero no un salvador cualquiera de entre varios
posibles, sino el Salvador necesario. Fuera de Cristo no hay salvación, fuera
de las palabras de Cristo —el Evangelio—, no hay salvación. Y además, Cristo es
nuestro modelo es el modelo a quien imitar en la vida para alcanzar la vida
eterna.
El Espíritu Santo no
ha sido creado, ni tampoco ha sido engendrado, sino que procede del Padre y del
Hijo. El Padre y el Hijo se aman eternamente y el acto de voluntad de querer
tan perfecto produce en el que quiere una nueva realidad que es el Espíritu
Santo.
La relación de amor
entre el Padre y el Hijo tiene como fruto la procedencia del Espíritu Santo. Es
el Amor, el Consolador de los cristianos, el Santificador que con sus dones nos
alcanza la vida eterna con Dios, es el Señor y dador de vida que habló por los
profetas.
Es llamado Espíritu
por analogía con el soplo vital que nos anima y nos marca el ritmo de nuestras
emociones. Es el don por excelencia porque lo propio de Dios es darse. La
voluntad tiende hacia lo que fue el principio del conocimiento. Dios Padre
pensando en Sí mismo concibe el Verbo y partiendo del Verbo ama todas las cosas
en Sí mismo.
El hombre racional
no es capaz de entender qué es Dios, por el contrario, sí podemos entender que pretender
definir a Dios es indiferente para el corazón del hombre. Lo que el mismo Dios
quiere cuando nos revela el misterio trinitario es mostrarnos la esencia divina
para dar verdadero sentido a nuestras vidas. Y si tuviéramos que resumir a Dios
en una sola palabra en justicia solo podríamos decir que Dios es Amor. ■
Felipe Pou Ampuero
Bibliografía
1. Catecismo de la
Iglesia Católica, 232-267.
2. Compendio del
Catecismo de la Iglesia Católica, 44-49.
3.
Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, Roma 11 de
octubre de 2011.
4. San Josemaría, Homilía Humildad,
en Amigos de Dios, 104-109.
5. J. Ratzinger, El Dios de los cristianos. Meditaciones, Ed.
Sígueme, Salamanca 2005.
6. Resúmenes de
fe cristiana, Tema 5: La Santísima
Trinidad, www.opusdei.org
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