Fecha: 01 de enero de 2013
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TEMAS: Cultura, Globalización.
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RESUMEN: 1. Globalización puede ser definida como
un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que
consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos
países del mundo que unifican sus mercados, sociedades y culturas, a través de
una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un
carácter global.
2. A la abundancia de datos y
la inmediatez de los mismos se enfrenta la idea sosegada, meditada y asimilada,
hecha propia, personalizada por medio del conocimiento.
3. La realidad es la verdad
de las cosas y también del mismo hombre que dice que la verdad del hombre es su
valor único e insustituible: su dignidad.
4. La característica
fundamental del humanismo cívico debe ser anteponer el valor de la verdad a
cualquier interés práctico o coyuntural. Ninguna estrategia puede justificar el
sacrificio deliberado de la verdad.
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1.
Mercado global
Alejandro Llano
citando a santo Tomás de Aquino dice que «dos cosas hay que corrompen la
justicia: la falsa prudencia del sabio y la violencia del poderoso».
Los que se dedican a
las encuestas y estadísticas nos recuerdan que el 65% de las personas que
habita la Tierra no ha realizado nunca una llamada telefónica. También nos
dicen que en la isla de Manhattan hay
más conexiones electrónicas que en toda África.
La globalización
puede ser definida como un proceso económico, tecnológico,
social
y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación
e interdependencia entre los distintos países del mundo que unifican sus
mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones
sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. Pero la realidad es que hoy por hoy, la
globalización mundial es un gran zoco donde los que dominan el mundo pueden
vender más caro y comprar más barato, sobre todo, porque se rige por las leyes
económicas y no por las leyes morales.
Convendría reparar
en que las relaciones electrónicas que son la base técnica de la globalización
tienen una índole fundamentalmente técnica, mientras que las relaciones
familiares son básicamente humanas. La cuestión central es que el hombre sigue
siendo hombre y no se ha convertido en una máquina que encaja en un engranaje
global.
Así sucede que el
hombre global tiene medios técnicos que le permiten recibir abundante
información en tiempo real, pero en muchas ocasiones carece del criterio y la
formación necesaria para poder entender y asimilar la ingente información
recibida: «información mucha, pero conocimiento poco».
2.
Conocer o saber
Porque tener
información no es lo mismo que estar informado. Para estar informado es
necesario conocer la información recibida. El conocimiento es una actividad
humana que hace referencia al saber, al entendimiento y la inteligencia que son
actividades netamente humanas que precisan de tiempo, reflexión y estudio. Y
aquí reside la mayor dificultad. La reflexión exige tiempo, lentitud, sosiego,
tranquilidad, distancia y perspectiva.
A la abundancia de
datos y la inmediatez de los mismos se enfrenta la idea sosegada, meditada y
asimilada, hecha propia, personalizada por medio del conocimiento. Y esto es
algo que la globalización no permite, no quiere y hasta casi hace suponer que
es precisamente a lo que se opone. Globalización y pensamiento parece que se
excluyen.
Sin embargo, el hombre
debe empeñarse en ser precisamente hombre y eso significa tanto como volver a
pensar, hacerse preguntas y aprender a responderlas. En una palabra, saber qué
hay detrás de toda la información que le llega a toda velocidad. Y aquí aparece
un problema: el hombre no nace enseñado, sino que la propia vida es aprendizaje
hasta poder decir que «para saber hay que llegar a saber».
Conocimiento y
sabiduría que excede de la mera información, de la acumulación de datos, de la
inmediatez de la noticia, para llegar hasta la fecundidad, a la profundidad y
con ellas a las raíces y el sentido de todo.
3. De
la eficacia a la dignidad
Uno de los
principios de la Ilustración es la racionalización del mundo y de la sociedad
por medio de la ciencia y la tecnología, del progreso histórico y la democracia
liberal como la solución a todos los problemas políticos y sociales.
Sin embargo, la toma
de conciencia de la crisis de la modernidad viene dada por la comprobación
histórica de que ninguna de sus aspiraciones racionalistas se ha cumplido: el
hombre no ha sido más feliz bajo los postulados racionalistas. Al final, se
comprende que la realidad no es lo que nosotros comprendemos con nuestro
entendimiento, sino que solamente podemos ver lo que es real.
La realidad es la
verdad de las cosas, de la naturaleza entera y también del mismo hombre y la
realidad nos dice que la verdad del hombre es su valor único e insustituible:
su dignidad. La dignidad humana hace referencia necesariamente a su valor ético
por encima de parámetros económicos, mercantiles o de intercambio. El hombre no
vale mucho ni poco, el hombre «es». Y este reconocimiento ético del hombre nos
lleva a entender que debemos aprender a distinguir entre lo que parece bueno y
lo que es bueno; lo que apetece y lo que conviene; lo que distrae y lo que
enriquece. Y esto se aprende, no se lleva en el “adn” de origen, sino que se
debe adquirir.
4.
Ante todo el hombre
El eje decisivo
ahora es el hombre: lo humano o no-humano. Lo que importa es el desarrollo de
la persona en toda su amplitud ética, cultural, social, técnica y científica. Y
lo no-humano que se opone al hombre es la masificación, la cosificación del
hombre considerado como mercancía, como elemento de producción, como material
sustituible y reciclable.
Y es que debemos
recordar la vieja enseñanza de la metafísica: aunque nosotros no lo seamos, la
realidad es siempre fiel a sí misma. Y lo más interesante de esta globalización
en la que vivimos y estamos inmersos es que lo humano —la calidad ética y
cultural— se pondrá de manifiesto cada vez de manera más clara gracias a la
transparencia que aportan las nuevas tecnologías.
En esta sociedad
global donde importa el conocimiento más que la información el valor por
antonomasia debería ser la verdad. Por esto mismo, resulta más llamativo aún
cómo se ha trivializado la verdad en la sociedad tecnológica y global. La
característica fundamental del humanismo cívico debe ser anteponer el valor de
la verdad a cualquier conveniencia práctica o coyuntural. Ninguna estrategia
puede justificar el sacrificio deliberado de la verdad.
Cuando una sociedad
sacrifica la verdad se convierte en una sociedad que busca otros fines
distintos. Sin el referente de la verdad, sin la medida de los valores que la
buscan y la hacen presente entre los hombres, la convivencia social se
convierte en un totalitarismo más o menos visible que sólo atiende a fines de
poder a costa del sacrificio del hombre. De este totalitarismo práctico no está
exenta la sociedad global del mercado único de compras y ventas. ■
Felipe Pou Ampuero
Bibliografía
1. Alejandro Llano
Cifuentes, Globalización y cultura, en su libro Cultura y pasión, Eunsa, Pamplona, 2007.
2.
Card.
Bertone, respuesta en nombre de Benedicto XVI, al primer ministro
británico Gordon Brown, 18 junio 2008.
3.
Juan
Pablo II, Mensaje a los empresarios, 3 marzo 2004.
4.
Rafael
Domingo, Nuevos principios para un nuevo orden mundial, ABC, 2 de mayo de 2006.
5.
Benedicto
XVI, Los
tres desafíos del mundo globalizado, carta a Mary Ann Glendon, Vaticano 28
abril 2007.
6.
Alejandro
Navas, La generación Ipad, La
Razón.