TEMAS: Libertad, ecología, ética.
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RESUMEN: 1. La libertad es la gran aspiración del
hombre moderno, aquello por lo que se alzó la revolución, es la voz de la
humanidad.
2. Pero ¿en qué medida es
libre la propia voluntad después de todo? ¿Y hasta dónde es razonable? Una
voluntad caprichosa ¿es realmente una voluntad libre?
3. Algunos piensan que la
libertad supone la ausencia de normas: la libertad exigiría no estar limitada
por una regulación u ordenamiento.
4. También el hombre posee
una naturaleza que debe respetar y no puede manipular a su antojo. Dentro de la
propia naturaleza del hombre se encuentra ínsita su libertad.
5. La libertad del hombre es
como el mismo hombre es: no es una libertad individual sino que es una libertad
compartida. La coexistencia de todas las libertades nos remite a un orden, a un
derecho que asegure el ejercicio y el desarrollo de todas las libertades.
6. Ahora resulta que el ansia
de libertad del hombre exige la existencia del derecho. La libertad necesita un
orden justo, una referencia a una instancia superior. Necesita valores que nada
ni nadie pueda manipular, porque esos valores universales son la auténtica
garantía de nuestra libertad.
7. La naturaleza no es un
límite para mi libertad, sino que es la medida y la referencia que me indica
cómo debe ser realmente mi libertad para ser verdaderamente libre.
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SUMARIO: 1. La gran
aspiración.- 2. La ecología humana.- 3. Libertad compartida.- 4. Señales.
1. La
gran aspiración
La libertad
caracteriza los actos propiamente humanos, porque lo propio del hombre es
actuar deliberadamente[1]. Y
entendemos que somos libres porque podemos hacer o no hacer alguna cosa.
Mediante el ejercicio de la libertad cada uno dispone de sí mismo y es su
propio dueño y señor. Todos reconocemos la libertad como algo propio, original
que nos pertenece desde el principio y por esta razón juzgamos que la libertad
propia, la libertad personal de cada uno de nosotros, es una libertad radical[2].
Por
la libertad podemos decidir nuestra vida y nuestro destino y por ella misma
somos más libres. Así se puede decir que la libertad se conquista a golpe de libertad
y se expande con su propio ejercicio.
La
libertad es la gran aspiración del hombre moderno, aquello por lo que se alzó
la revolución y consiguió ilusionar a todas las generaciones porque el clamor
de la libertad es la voz de la humanidad. El hombre no puede vivir sin
libertad, siquiera, y a falta de cualquier otra, sin la libertad interior que
nada ni nadie le podrá arrebatar.
En
la mente del hombre contemporáneo la libertad se manifiesta en gran medida como
el bien más elevado al cual se subordinan todos los demás bienes[3]. Sin duda,
la libertad es el tema que define la época que podemos llamar moderna. Es la
ruptura con el viejo orden para ir en busca de nuevas libertades —de
pensamiento, de gobierno, de creencias, de reunión, etc.— lo que justifica el
cambio de época.
Pero
¿qué es realmente la libertad? En qué consiste, propiamente, ser libre. Ser
libre ¿es hacer lo que cada uno quiera? Y si fuera así ¿cuál sería la norma de
conducta? ¿La propia voluntad y el propio capricho sin ningún criterio ni orientación?
¿Hasta dónde podemos decir que la propia voluntad sea libre de actuar, exenta
de influencias, de modas? ¿En qué medida
es libre la propia voluntad después de todo? ¿Y hasta dónde es razonable? Una
voluntad caprichosa ¿es realmente una voluntad libre?
A
la gran aspiración de la libertad siempre le han acompañado tres mitos que
califican la libertad y no suelen ser cuestionados: a) el primero, que la
libertad es la ausencia de normas: la libertad exigiría no estar limitada por
una regulación u ordenamiento; b) el segundo, que la libertad es un estado
ideal y definitivo de la vida que se conquistará por el hombre y hacia el cual
se encamina la humanidad; c) y el tercero, que la libertad exige la autonomía
de la razón.
Sin
embargo, los tres mitos son falsos y además presentan una libertad errónea por
no ser real ni humana.
2. La ecología humana
La naturaleza tiene unas leyes que
es peligroso quebrantar. Tenemos experiencia que cuando no se respetan las
leyes de la naturaleza las cosas no funcionan bien y sobreviene el caos y el
desastre. También el hombre posee una naturaleza que debe respetar y no puede
manipular a su antojo. Dentro de la propia naturaleza del hombre se encuentra ínsita
su libertad. Porque el hombre no es solamente su libertad: es más cosas y
también su libertad. Es espíritu y voluntad, es razón y libertad y también es
naturaleza. El hombre debe escuchar su naturaleza que le habla constantemente y
respetarla. Sólo cuando el hombre se acepta tal y como es se realiza la
verdadera libertad humana[4].
El ejercicio de la libertad no
implica el derecho a decidir y hacer cualquier cosa[5]. Esto sería
tanto como considerar que el hombre es autosuficiente y se ha creado a sí mismo
y por sí mismo puede desarrollarse como si no estuviera sujeto a ninguna
limitación ni condicionamiento. Pero las cosas no son así. El hombre es libre
pero no es autosuficiente. El hombre es ser racional e inteligente, pero no es creador de nada ni de
nadie. El hombre es hombre y no es un dios.
Muchos hombres piensan no tener
necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos, decidir lo que es bueno
o malo, dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar
por el impulso de cada momento[6].
La misma naturaleza del hombre nos
dice que el hombre no existe en soledad. El hombre no nace solo, sino que nace
de una mujer y con el concurso de un hombre. El hombre viene a la vida de la
mano de otros hombres. Después, el hombre se alimenta, crece y vive gracias a
la ayuda de su madre, de su padre, de su familia y por extensión, de su gran
familia que es su pueblo y nación. Y, al final, el hombre no vive aislado y
separado del resto. Quien así hace es considerado enfermo y antisocial. El
hombre vive en sociedad y vive para la sociedad porque el hombre es un ser
solidario por naturaleza, es social por constitución natural.
3. Libertad compartida
¿Y cómo es la libertad del hombre?
Hemos de concluir que la libertad del hombre es como el mismo hombre es: no es
una libertad individual sino que es una libertad compartida. Para ser libre el
hombre necesita ser antes hombre y, por tanto, social y solidario. Por tanto,
la libertad del hombre ha de ser necesariamente social y solidaria y si no es
así resultará que no es verdadera libertad humana.
La libertad del hombre supone y
exige la coexistencia de otras libertades de los demás hombres que conviven con
él. La libertad compartida no es una libertad única y exclusiva de la que
solamente disfruto yo. Más bien, es una libertad que se ejerce al mismo tiempo
que se ejercen las demás libertades de los que conviven conmigo y me ayudan a
vivir. La libertad compartida supone que puedan desarrollarse conjuntamente y a
la vez todas las libertades porque si no es así, si solamente se desarrolla mi
libertad no estamos en presencia de mi libertad sino que estamos en presencia
de mi tiranía, de mi imposición.
La coexistencia de todas las
libertades nos remite a un orden, a un derecho que asegure el ejercicio y el
desarrollo de todas las libertades. Mira por donde ahora resulta que el ansia
de libertad del hombre exige la existencia del derecho. Pero no servirá
cualquier derecho, como no servirá cualquier orden. Solo puede servir el
derecho que permita la existencia de todas las libertades y este será un
derecho justo.
¿Cuál es el orden justo? San Agustín
dijo que cuando un Estado solamente busca su propio interés y no la justicia no
se diferencia en nada de una banda de ladrones[7]. Realmente
el orden justo no es el que asegura el propio interés o el interés de una
nación, sino el que asegura el interés de todos los hombres, de todos los
pueblos y de todas las naciones.
La libertad necesita un orden justo,
una referencia a una instancia superior. Necesita valores que nada ni nadie
pueda manipular, porque esos valores universales son la auténtica garantía de
nuestra libertad. La libertad del hombre se desarrolla y crece sólo ante un
bien verdadero y superior. Y este bien superior existe sólo si es justo para
todos y no sólo para mi propio beneficio[8].
4. Señales
La libertad humana no es una
libertad limitada por nuestra condición humana, como si tener cuerpo y ser
seres materiales limitara nuestra libertad. Es la misma naturaleza la que nos
habla y envía señales acerca de cómo es la verdadera libertad humana: una
libertad que nos hace más humanos, mejores hombres. La naturaleza nos remite a
Aquel de quien somos imagen y nos muestra un modelo de hombre.
La naturaleza no es un límite para
mi libertad, sino que es la medida y la referencia que me indica cómo debe ser
realmente mi libertad para ser verdaderamente libre.
El hombre moderno considera que los
valores superiores son un límite para la libertad que se deben combatir y
superar. Considera que el hombre sería más libre si se evadiera de los valores.
Sin embargo, esta persuasión nos puede llevar a resultados dramáticos. La
naturaleza nos muestra la realidad de las cosas, su auténtica manera de ser y
existir. También para el hombre. Apartarse de la verdad supone ensayar la
ruleta rusa en cada intento. Qué pensar de un niño que atraído por el diseño
del frasco bebiera su contenido sin saber que aquello que bebe es un fatal
veneno. O de aquel otro que se presenta en la estación central de trenes y se
sube al tren más aerodinámico sin preguntar si le llevará al destino deseado o
a cualquier otro del lado opuesto de la nación.
La libertad no es un bien absoluto
que pueda prescindir del conocimiento de la realidad del mundo, de las cosas y
del conocimiento del mismo hombre. También la libertad necesita conocer la
verdad del hombre y ponerse a su servicio, so pena de acabar envenenada bajo
los destellos de una desordenada voluntad. ■
[1] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica ,
n. 1745.
[2] Alejandro Llano, La
libertad radical, en la obra conjunta Josemaría
Escrivá de Balaguer y la Universidad, Eunsa, Pamplona, 1993.
[3] Card. Joseph Ratzinger, Verdad
y libertad, www.arguments.es
[4] Benedicto XVI, Visita
a Alemania, Discurso 22 de septiembre de 2011.
[5] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica ,
n. 1740.
[6] Benedicto XVI, Jornada Mundial de la
Juventud, Discurso en la fiesta de acogida de los jóvenes, Madrid, 18 de
agosto de 2011.
[7] San Agustín,. De
civitate Dei, IV, 4, 1.
[8] Benedicto XVI, Visita
a Alemania, Discurso en el Palacio Bellevue, 22 de septiembre de 2011.
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