sábado, noviembre 05, 2011

65. Valores de la libertad (1/2)



TEMAS: Libertad, ecología, ética.
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RESUMEN: 1. La libertad es la gran aspiración del hombre moderno, aquello por lo que se alzó la revolución, es la voz de la humanidad.
2. Pero ¿en qué medida es libre la propia voluntad después de todo? ¿Y hasta dónde es razonable? Una voluntad caprichosa ¿es realmente una voluntad libre?
3. Algunos piensan que la libertad supone la ausencia de normas: la libertad exigiría no estar limitada por una regulación u ordenamiento.
4. También el hombre posee una naturaleza que debe respetar y no puede manipular a su antojo. Dentro de la propia naturaleza del hombre se encuentra ínsita su libertad.
5. La libertad del hombre es como el mismo hombre es: no es una libertad individual sino que es una libertad compartida. La coexistencia de todas las libertades nos remite a un orden, a un derecho que asegure el ejercicio y el desarrollo de todas las libertades.
6. Ahora resulta que el ansia de libertad del hombre exige la existencia del derecho. La libertad necesita un orden justo, una referencia a una instancia superior. Necesita valores que nada ni nadie pueda manipular, porque esos valores universales son la auténtica garantía de nuestra libertad.
7. La naturaleza no es un límite para mi libertad, sino que es la medida y la referencia que me indica cómo debe ser realmente mi libertad para ser verdaderamente libre.



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SUMARIO: 1. La gran aspiración.- 2. La ecología humana.- 3. Libertad compartida.- 4. Señales.

1. La gran aspiración
La libertad caracteriza los actos propiamente humanos, porque lo propio del hombre es actuar deliberadamente[1]. Y entendemos que somos libres porque podemos hacer o no hacer alguna cosa. Mediante el ejercicio de la libertad cada uno dispone de sí mismo y es su propio dueño y señor. Todos reconocemos la libertad como algo propio, original que nos pertenece desde el principio y por esta razón juzgamos que la libertad propia, la libertad personal de cada uno de nosotros, es una libertad radical[2].
Por la libertad podemos decidir nuestra vida y nuestro destino y por ella misma somos más libres. Así se puede decir que la libertad se conquista a golpe de libertad y se expande con su propio ejercicio.
La libertad es la gran aspiración del hombre moderno, aquello por lo que se alzó la revolución y consiguió ilusionar a todas las generaciones porque el clamor de la libertad es la voz de la humanidad. El hombre no puede vivir sin libertad, siquiera, y a falta de cualquier otra, sin la libertad interior que nada ni nadie le podrá arrebatar.
En la mente del hombre contemporáneo la libertad se manifiesta en gran medida como el bien más elevado al cual se subordinan todos los demás bienes[3]. Sin duda, la libertad es el tema que define la época que podemos llamar moderna. Es la ruptura con el viejo orden para ir en busca de nuevas libertades —de pensamiento, de gobierno, de creencias, de reunión, etc.— lo que justifica el cambio de época.
Pero ¿qué es realmente la libertad? En qué consiste, propiamente, ser libre. Ser libre ¿es hacer lo que cada uno quiera? Y si fuera así ¿cuál sería la norma de conducta? ¿La propia voluntad y el propio capricho sin ningún criterio ni orientación? ¿Hasta dónde podemos decir que la propia voluntad sea libre de actuar, exenta de influencias, de  modas? ¿En qué medida es libre la propia voluntad después de todo? ¿Y hasta dónde es razonable? Una voluntad caprichosa ¿es realmente una voluntad libre?
A la gran aspiración de la libertad siempre le han acompañado tres mitos que califican la libertad y no suelen ser cuestionados: a) el primero, que la libertad es la ausencia de normas: la libertad exigiría no estar limitada por una regulación u ordenamiento; b) el segundo, que la libertad es un estado ideal y definitivo de la vida que se conquistará por el hombre y hacia el cual se encamina la humanidad; c) y el tercero, que la libertad exige la autonomía de la razón.
Sin embargo, los tres mitos son falsos y además presentan una libertad errónea por no ser real ni humana.

2. La ecología humana
            La naturaleza tiene unas leyes que es peligroso quebrantar. Tenemos experiencia que cuando no se respetan las leyes de la naturaleza las cosas no funcionan bien y sobreviene el caos y el desastre. También el hombre posee una naturaleza que debe respetar y no puede manipular a su antojo. Dentro de la propia naturaleza del hombre se encuentra ínsita su libertad. Porque el hombre no es solamente su libertad: es más cosas y también su libertad. Es espíritu y voluntad, es razón y libertad y también es naturaleza. El hombre debe escuchar su naturaleza que le habla constantemente y respetarla. Sólo cuando el hombre se acepta tal y como es se realiza la verdadera libertad humana[4].
            El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decidir y hacer cualquier cosa[5]. Esto sería tanto como considerar que el hombre es autosuficiente y se ha creado a sí mismo y por sí mismo puede desarrollarse como si no estuviera sujeto a ninguna limitación ni condicionamiento. Pero las cosas no son así. El hombre es libre pero no es autosuficiente. El hombre es ser racional e  inteligente, pero no es creador de nada ni de nadie. El hombre es hombre y no es un dios.
            Muchos hombres piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos, decidir lo que es bueno o malo, dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento[6].
            La misma naturaleza del hombre nos dice que el hombre no existe en soledad. El hombre no nace solo, sino que nace de una mujer y con el concurso de un hombre. El hombre viene a la vida de la mano de otros hombres. Después, el hombre se alimenta, crece y vive gracias a la ayuda de su madre, de su padre, de su familia y por extensión, de su gran familia que es su pueblo y nación. Y, al final, el hombre no vive aislado y separado del resto. Quien así hace es considerado enfermo y antisocial. El hombre vive en sociedad y vive para la sociedad porque el hombre es un ser solidario por naturaleza, es social por constitución natural.

3. Libertad compartida
            ¿Y cómo es la libertad del hombre? Hemos de concluir que la libertad del hombre es como el mismo hombre es: no es una libertad individual sino que es una libertad compartida. Para ser libre el hombre necesita ser antes hombre y, por tanto, social y solidario. Por tanto, la libertad del hombre ha de ser necesariamente social y solidaria y si no es así resultará que no es verdadera libertad humana.
            La libertad del hombre supone y exige la coexistencia de otras libertades de los demás hombres que conviven con él. La libertad compartida no es una libertad única y exclusiva de la que solamente disfruto yo. Más bien, es una libertad que se ejerce al mismo tiempo que se ejercen las demás libertades de los que conviven conmigo y me ayudan a vivir. La libertad compartida supone que puedan desarrollarse conjuntamente y a la vez todas las libertades porque si no es así, si solamente se desarrolla mi libertad no estamos en presencia de mi libertad sino que estamos en presencia de mi tiranía, de mi imposición.
            La coexistencia de todas las libertades nos remite a un orden, a un derecho que asegure el ejercicio y el desarrollo de todas las libertades. Mira por donde ahora resulta que el ansia de libertad del hombre exige la existencia del derecho. Pero no servirá cualquier derecho, como no servirá cualquier orden. Solo puede servir el derecho que permita la existencia de todas las libertades y este será un derecho justo.
            ¿Cuál es el orden justo? San Agustín dijo que cuando un Estado solamente busca su propio interés y no la justicia no se diferencia en nada de una banda de ladrones[7]. Realmente el orden justo no es el que asegura el propio interés o el interés de una nación, sino el que asegura el interés de todos los hombres, de todos los pueblos y de todas las naciones.
            La libertad necesita un orden justo, una referencia a una instancia superior. Necesita valores que nada ni nadie pueda manipular, porque esos valores universales son la auténtica garantía de nuestra libertad. La libertad del hombre se desarrolla y crece sólo ante un bien verdadero y superior. Y este bien superior existe sólo si es justo para todos y no sólo para mi propio beneficio[8].

4. Señales
            La libertad humana no es una libertad limitada por nuestra condición humana, como si tener cuerpo y ser seres materiales limitara nuestra libertad. Es la misma naturaleza la que nos habla y envía señales acerca de cómo es la verdadera libertad humana: una libertad que nos hace más humanos, mejores hombres. La naturaleza nos remite a Aquel de quien somos imagen y nos muestra un modelo de hombre.
            La naturaleza no es un límite para mi libertad, sino que es la medida y la referencia que me indica cómo debe ser realmente mi libertad para ser verdaderamente libre.
            El hombre moderno considera que los valores superiores son un límite para la libertad que se deben combatir y superar. Considera que el hombre sería más libre si se evadiera de los valores. Sin embargo, esta persuasión nos puede llevar a resultados dramáticos. La naturaleza nos muestra la realidad de las cosas, su auténtica manera de ser y existir. También para el hombre. Apartarse de la verdad supone ensayar la ruleta rusa en cada intento. Qué pensar de un niño que atraído por el diseño del frasco bebiera su contenido sin saber que aquello que bebe es un fatal veneno. O de aquel otro que se presenta en la estación central de trenes y se sube al tren más aerodinámico sin preguntar si le llevará al destino deseado o a cualquier otro del lado opuesto de la nación.
            La libertad no es un bien absoluto que pueda prescindir del conocimiento de la realidad del mundo, de las cosas y del conocimiento del mismo hombre. También la libertad necesita conocer la verdad del hombre y ponerse a su servicio, so pena de acabar envenenada bajo los destellos de una desordenada voluntad. ■



Felipe Pou Ampuero




[1] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1745.
[2] Alejandro Llano, La libertad radical, en la obra conjunta Josemaría Escrivá de Balaguer y la Universidad, Eunsa, Pamplona, 1993.
[3] Card. Joseph Ratzinger, Verdad y libertad, www.arguments.es
[4] Benedicto XVI, Visita a Alemania, Discurso 22 de septiembre de 2011.
[5] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1740.
[6] Benedicto XVI, Jornada Mundial de la Juventud,  Discurso en la fiesta de acogida de los jóvenes, Madrid, 18 de agosto de 2011.
[7] San Agustín,. De civitate Dei, IV, 4, 1.
[8] Benedicto XVI, Visita a Alemania, Discurso en el Palacio Bellevue, 22 de septiembre de 2011.