Fecha: 01 de abril de 2009
TEMAS: Amor, Sexualidad, Matrimonio.
RESUMEN: 1 El noviazgo es el tiempo de la palabra y del deseo de conocerse. Es tiempo de aprender a comunicarse, a intercambiar opiniones, compartir pensamientos, creencias, ideales y gustos.
RESUMEN: 1 El noviazgo es el tiempo de la palabra y del deseo de conocerse. Es tiempo de aprender a comunicarse, a intercambiar opiniones, compartir pensamientos, creencias, ideales y gustos.
2. No es nada fácil respetar al otro. Pero es necesario para poder dar un paso más, el paso siguiente que consiste en poderle amar. Sin respeto no puede existir el amor.
3. No se trata de estar de acuerdo en todo, pero sí se trata de no tener desacuerdos en los temas esenciales. Para esto es necesario dejar que los pensamientos salgan afuera.
4. El amor humano no se puede reducir al sexo y al goce sexual, sino que por ser humano es también espiritual y afectivo. Y esta otra dimensión espiritual es el soporte de la dimensión sexual porque va a permanecer siempre.
5. Y es que las cosas se complican cuando la ternura y las muestras de cariño se limitan a los momentos de pasión. La verdadera intimidad y la vida común no se identifican solamente con la sexualidad. Porque el matrimonio no es un punto de llegada, sino un punto de partida. El matrimonio es para empezar a quererse como un hombre no puede querer más en la vida a ninguna otra mujer, y al contrario.
SUMARIO: 1. Conocerse.- 2. Con libertad.- 3. Por amor.
1. Conocerse
Ser novios es esa etapa de la vida en la que un chico y una chica comienzan a conocerse y se descubren un mundo nuevo el uno para el otro. El noviazgo es el tiempo de la palabra y del deseo de conocerse. Es tiempo de aprender a comunicarse, a intercambiar opiniones, compartir pensamientos, creencias, ideales, gustos y averiguar si congeniamos, si seremos capaces de construir una vida en común apoyada sobre lo que cada uno aporta[1].
Todo empieza por el enamoramiento. En el encuentro entre un hombre y una mujer lo primero que atrae es lo que se ve con los ojos: el encanto del cuerpo, la belleza de la cara. Luego se empezará a ver con los «ojos del corazón» para averiguar si también nos encanta su mirada, su forma de hablar, sus gestos, sus pensamientos, su manera de entender la vida...
El noviazgo es –esencialmente– el tiempo de la palabra. Es el tiempo de dar tiempo a las personas a ser ellas mismas, para poder conocer como en realidad son. Es el tiempo del descubrimiento de la persona que realmente somos cada uno. Por esto, el noviazgo nos enseña a abrirnos al otro en singular, a mostrar el interior de la persona y compartir intereses, respetar sus gustos y deseos, incluso saber superar momentos de desacuerdo o hasta de tensión y acompañarle cuando se encuentre solo.
Es el momento para aprender a discutir sin enfadarse y siempre respetando al otro como una persona distinta de mí, esencialmente distinta. Habrá que saber poner palabras a nuestros deseos y diferencias, dialogar, y, muchas veces, estar callados para poder «oír» lo que las palabras no son capaces de expresar: hablar de corazón a corazón.
No es nada fácil respetar al otro. Pero es necesario para poder dar un paso más, el paso siguiente que consiste en poderle amar. Sin respeto no puede existir el amor y para respetarse es necesario aceptar las diferencias. Porque las personas no se prueban como los dulces, las personas se quieren y se aceptan tal como son[2].
Pero cuando queremos conocer a una persona nos adentramos en su intimidad, en ese espacio interior que constituye su propio ser y el ámbito de su maduración vital. Los novios desean tener una intimidad compartida porque quieren llegar a tener una sola vida en común.
Para tener intimidad es necesaria la serenidad. Como el artista necesita inspiración para crear, los novios necesitan serenidad para poder unir sus vidas. Calma para conocerse, para comprenderse, para hablarse. La serenidad protege el cariño de los novios de los ruidos de la calle, de los destellos de la falsa vida, de los artificios de la propaganda.
No se trata de estar de acuerdo en todo, pero sí se trata de no tener desacuerdos en los temas esenciales. Para esto es necesario dejar que los pensamientos salgan afuera, se conozcan y se discutan. Esto no implica que los novios tengan que hablar siempre de temas profundos y filosóficos, sino de su futura vida. La vida es una historia que encadena los hechos que nos acontecen: uno detrás de otro. Y de la historia de nuestra vida nosotros somos los protagonistas.
La serenidad y la intimidad compartida permiten compartir los sentimientos, ser capaces de expresar sus verdaderos sentimientos, es decir, compartirlos. Un marido no tiene por qué sentir lo mismo que su esposa, entre otras cosas porque no es su esposa, y además es hombre. Pero es necesario que un marido pueda y sepa expresar sus sentimientos a su esposa, y viceversa.
La intimidad compartida también permite compartir una misma espiritualidad, que no quiere decir que tengan que pertenecer al mismo movimiento, ni asistir a las mismas conferencias o leer los mismos libros. Pero sí es esencial que los dos estén de acuerdo en el sentido de la vida y de la muerte, en la verdadera felicidad de la persona, en el verdadero valor de las cosas y de las virtudes y en esa pequeña estructura interior que sostiene a la persona.
2. Con libertad
Los novios están enamorados y desean conocerse más porque se quieren y quieren quererse aún más. Sin embargo, ocurre que las relaciones prematrimoniales no ayudan a conocerse, y a la postre, tampoco ayudan al amor, sino que lo deforman.
Por relación prematrimonial se entiende el acto sexual completo entre los novios que tienen intención seria de contraer matrimonio o que, al menos, se están planteando seriamente la posibilidad de casarse[3]. El amor humano no se puede reducir al sexo y al goce sexual, sino que por ser humano es también espiritual y afectivo. Y esta otra dimensión espiritual es el soporte de la dimensión sexual porque va a permanecer siempre por encima de los cambios físicos o psíquicos que la vida nos traerá inevitablemente. Nunca vamos a tener veinte años. Eso sólo pasa un año en nuestra vida.
En las relaciones prematrimoniales no se da todo cuanto se tiene porque lo que se pretende no es darse al otro, sino la búsqueda egoísta del placer sexual: la novia no es la persona a quien amo, sino la que me procura una satisfacción. La unión carnal de un hombre y de una mujer fuera del matrimonio es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana[4].
Y es que las cosas se complican cuando la ternura y las muestras de cariño se limitan a los momentos de pasión. La verdadera intimidad y la vida común no se identifican solamente con la sexualidad. Ésta es sólo una de sus facetas, necesaria, importante, indispensable, pero en cifras no más del 20% de todas las facetas necesarias. Hay que esperar para que el placer sexual sea un verdadero regalo de Dios al matrimonio y no un fruto que se arrebata antes de tiempo y se estropea sin llegar a disfrutarlo en su totalidad.
Cuando existen relaciones prematrimoniales el noviazgo no es un encuentro de dos corazones, sino un encuentro de dos cuerpos que se desean. En cada encuentro, la pareja no llega a conocerse más, sino a desearse más y a utilizarse como un medio de placer[5].
Estos novios no son libres para decidir si quieren o no continuar con la relación, sino que quedan pegados a una forma de relacionarse enfocada solamente en el aspecto sexual y olvidada del resto de los aspectos personales que la vida luego pondrá en su sitio. Corren el riesgo de acabar casándose con un desconocido y hasta de sorprenderse de los resultados cuando falta la pasión y la fogosidad de los primeros momentos.
Si existen relaciones prematrimoniales falta el compromiso de fidelidad que solamente concede el matrimonio y siempre estará presente el temor al embarazo no deseado, a ser traicionada después de la fecundación, al abandono, al desencanto por la rutina o el acostumbramiento. La vida prematrimonial entre los novios genera un clima de permanente sospecha de infidelidad. No en vano se comprueba que la mayoría de los matrimonios que acuden al Tribunal eclesiástico en demanda de nulidad han tenido relaciones prematrimoniales.
Porque no podemos obviar que la sexualidad humana abraza todos los aspectos de la persona, en la unidad de su cuerpo y alma[6] y amar se ama a toda la persona, no solamente a su cuerpo o a su alma. Y para que una relación sexual sea plenamente satisfactoria debe ser serena, con calma; segura, sin miedo al rechazo; y libre, elegida personalmente.
Sólo dentro del matrimonio se cumplen los requisitos necesarios para que una relación sexual sea plenamente satisfactoria, es decir, para que el lenguaje del cuerpo —lo que dice el acto sexual— exprese realmente un compromiso de amor definitivo para siempre y contra toda adversidad.
Por otra parte, la relación sexual no es propia de la etapa del noviazgo, porque la entrega total de la persona que se expresa con la entrega total del propio cuerpo se produce en el matrimonio y no antes del matrimonio. Esta entrega de los esposos no es algo puramente biológico, de fluidos y mecanismos, sino que afecta a la intimidad de la propia persona que se da del todo y de verdad cuando se da hasta el final[7].
Pero las relaciones prematrimoniales son una tentación real y un señuelo de la modernidad actual. Es necesario que los novios aprendan también a respetar la propia castidad como el único medio posible para aprender a amarse. Para vivir la castidad hay que vivir la modestia y el pudor, tanto en las ropas y vestidos, como en las maneras de actuar y en los modos de expresar el cariño con el fin de evitar situaciones incómodas al otro que pongan en peligro la capacidad de conocerse de verdad.
Con la castidad —vida limpia— se comienza el camino de la verdadera felicidad que se funda en la virtud. Y no se vive una virtud sin vivir las demás. Una virtud permite y hace posible las demás y entre todas juntas hacen posible la felicidad y la realización personal. La castidad es fundamental para la educación del carácter y del dominio de sí. El que tiene hábito de responder a las tentaciones contra la castidad, también responderá a las tentaciones contra la paciencia golpeando a su esposa, el que tiene hábito de responder a las tentaciones contra la codicia, también responderá a las tentaciones contra el desprendimiento no compartiendo, etc.
Por medio de la castidad, los novios descubren el respeto mutuo, aprenden a ser fieles y a esperar el don y la entrega recíproca en el tiempo del matrimonio y comienzan ya a ayudarse mutuamente en el crecimiento de la virtud.
En la actualidad, para muchos hombres el pecado solamente consiste en una ofensa a Dios que no afectaría al no creyente. Pero las cosas no son así: el pecado es una ofensa a Dios y, por esto, también es una ofensa para el propio hombre porque le degrada, le destruye como persona y nos muestran vacíos de la propia dignidad que no es sino reflejo de la dignidad del Creador.
3. Por amor
En nuestra sociedad materialista actual, el matrimonio se puede entender como la búsqueda de la felicidad personal y, en su versión más extrema, se entiende como la búsqueda de la satisfacción del consumidor que siempre tiene derechos y nunca obligaciones[8].
Pero el matrimonio no es un punto de llegada, sino un punto de partida. El matrimonio es para empezar a quererse como un hombre no puede querer más en la vida a ninguna otra mujer, y al contrario. Porque para que exista matrimonio debe existir amor conyugal, es decir, amor humano de cuerpo y alma a la vez. El amor que construye el matrimonio es un amor de entrega total y que, por tanto, comporta darse y acoger al otro tal como es. Este amor es radicalmente distinto del deseo de satisfacción sexual que proporciona una relación más o menos duradera.
Lo propio del amor es dar y no tomar o poseer. Amor es sacrificio –escribía Pemán– y para ser feliz hay que saber mirar las flores sin arrancarlas[9]. Y en el trato entre personas el componente espiritual es imprescindible. No es lo mismo dar la mano entre personas, que dar una pezuña entre animales. La mano no es un simple trozo de carne y huesos, es la expresión de toda la persona, dar la confianza, la amistad, la ayuda.
Para todo esto somos novios. Para conocernos con libertad y poder amarnos para siempre. El noviazgo enseña a quererse y procura un buen matrimonio. Matrimonio que es algo más que la sexualidad conyugal, es la verdadera unión de un hombre y de una mujer que antes fueron novios.
Felipe Pou Ampuero
[1] ¿Relaciones sexuales en el noviazgo?, www.catholic.net
[2] Montserrat Gas, ¿Por qué el matrimonio es para siempre?, www.mujernueva.com
[3] Miguel Ángel Fuentes, Relaciones prematrimoniales ¿por qué son ilícitas?, www.catholic.net
[4] Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), n. 2353.
[5] Ernesto María Caro, Relaciones íntimas entre novios y amigos; www.catholic.net
[6] Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), n. 2332.
[7] Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), n. 2361.
[8] Harol James, Un contrato estable, Mundo Cristiano, mayo 2007, p. 39.
[9] Rafael Ibáñez, Chiflando y aplaudiendo, www.masalto.com
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