Fecha: 1 de junio de 2007
TEMAS: Persona, Familia.
RESUMEN: 1. Al hablar de la familia muchas personas piensan que la familia es algo así como un invento católico, confesional. Es una institución válida solamente para los creyentes.
2. Solamente la familia basada en el matrimonio de los padres, con un compromiso de estabilidad, de fidelidad y mutuo esfuerzo es la familia que funciona y es un bien para la sociedad.
3. El problema de la familia de hoy es el hombre de hoy. Porque al hombre actual no le preocupa la familia sino que le preocupa su propia felicidad, su libertad, sus conquistas, sus éxitos... Y en todo esto se olvida de su familia que es precisamente la única que le puede asegurar su existencia.
4. Este es el primer afán de los padres: conseguir que su familia sea una verdadera comunidad de vida y de amor, donde todos se conocen a todos y a sus problemas, donde se respetan como son, donde se ayudan.
5. La familia no se basa en un encuentro ocasional de un hombre y una mujer que se cruzaron un día y se gustaron. No. Esto sería una visión muy pobre de la familia. La familia se basa en un compromiso de amor, un sí mantenido a lo largo de los años, más allá del momento presente y contra toda prueba. La familia se funda a prueba de amor.
6. La gran aventura de la familia no se hace en nombre de la economía, ni del progreso, ni del bienestar social. Por todas estas razones un hombre no se une a una mujer para formar una familia. La gran aventura de la familia se hace solo en nombre del amor.
SUMARIO: 1. Familias naturales.- 2. Problemas.- 3. La buena familia.- 4. Volver al principio.
1. Familias naturales
Al hablar de la familia muchas personas piensan que la familia es algo así como un invento católico, confesional. Es una institución válida solamente para los creyentes. Otros piensan que la familia es una conveniencia social, herencia de una civilización, consecuencia de una determinada cultura y, en cualquier caso, prescindible si se dieran los presupuestos culturales y educativos necesarios. «Si educamos bien a esta generación podremos prescindir de la familia», opinan muy seguros de la vetusta institución familiar.
Seamos científicos. Los científicos observan la naturaleza, los fenómenos naturales. Cuando se repiten determinadas conductas y los efectos son consecuentes se produce una relación de causalidad: causa-efecto. El efecto tiene lugar porque ha existido una causa que lo provoca. Del conjunto de acontecimientos naturales abstraen consecuencias y consiguen formular enunciados generales, principios operativos, maneras de ser y hasta leyes de funcionamiento. Bueno, veamos...
De las numerosas encuestas y estudios que se realizan sobre la familia una organización[1] se ha propuesto ordenarlos razonadamente y obtener conclusiones ajenas a cualquier planteamiento religioso o confesional. Estos estudios vienen a decir lo que cualquier persona sensata ya sabe, aunque lo confirman con evidencias científicas: la familia basada en el matrimonio de los padres, con un compromiso de estabilidad, de fidelidad y mutuo esfuerzo es la familia que funciona y es un bien para la sociedad. Esta clase de familias son las «familias naturales» que funcionan. Veamos qué dicen en concreto los estudios.
Los estudios nos dicen que los hijos de las familias estables y serenas tienden a obtener mejores resultados académicos. Son niños que tienen un comportamiento emocionalmente más estable. Son hijos que tienen por costumbre cenar o comer con sus padres y pasar ratos de conversación con ellos.
Estas familias naturales parece que son la mejor preparación para evitar el sexo prematuro de los adolescentes o el mundo de la droga. No siempre esto es así, pero lo que dicen las encuestas de lo que se observa en la calle es que los adolescentes de las familias estables y naturales tienen menos riesgo al sexo prematuro y a las drogas que los adolescentes de otras familias no estables.
Las familias naturales y estables son las que ofrecen un hogar “seguro” a los hijos, donde se encuentran como en su casa, no en territorio de guerra. Los hijos quieren estar en su casa y conciben el hogar familiar como un lugar “a cubierto”.
Las madres casadas tienen menos riesgo de sufrir abusos y violencia (38,5 casos por mil) que las madres que nunca han estado casadas (81 casos por mil). Los padres casados gozan de mayor bienestar psicológico frente a los padres divorciados que sufren depresiones en mayores porcentajes, tengan o no tengan a sus hijos con ellos.
Aunque a muchas personas esto les suene a receta ya sabida no está de más considerar que cuando las cosas son así en la mayoría de los casos debe existir alguna razón que lo explique. Y esta es la gran pregunta que hoy nos formulamos: ¿existe un modelo de familia?
Porque sabemos que la familia basada solo en el sentimiento es muy frágil. El sentimiento decae, se trivializa, se hace rutinario y aburrido. El sentimiento debe crecer en el cariño y para quererse es necesario conocerse. La familia no es solo un sentimiento, tiene que ser racional, humana, aunque basada en el amor.
Y la familia es siempre la misma, aunque en cada tiempo la familia es la correspondiente. Es una realidad permanente y dinámica que debe ser asumida en la línea de la renovación y de la innovación.
Al hablar de la renovación de la familia nos sale al paso como primer escollo el atrincheramiento de algunas personas y concepciones en posiciones del pasado, son concepciones cerradas a cualquier cambio o adaptación de la familia al tiempo actual[2]. Ni viajamos en caballería, ni escribimos con pluma de ave. Es evidente que los tiempos cambian y si queremos que la familia siga siendo la familia auténtica es necesario adaptarla a cada tiempo.
Este esfuerzo de adaptación exige de un lado abandonar modos y maneras que no pueden ya tener lugar porque ahora se vive de otra manera. Y, de otro lado, también exige discernir lo que los nuevos tiempos traen consigo a fin de no impedir que el hombre siga siendo hombre y no un sueño irreal. Es tarea difícil, es verdad, pero necesaria.
2. Problemas
Y cuál es el problema de la familia de hoy. El problema de la familia de hoy es el hombre de hoy. Porque al hombre actual no le preocupa la familia sino que le preocupa su propia felicidad, su libertad, sus conquistas, sus éxitos... Y en todo esto se olvida de su familia que es precisamente la única que le puede asegurar su existencia.
Han cambiado las condiciones de trabajo y la economía, el trabajo de la mujer fuera del hogar, los horarios de trabajo y los desplazamientos en las grandes ciudades. Sí, han cambiado muchas cosas pero sobre todo lo que ha cambiado es el valor que el hombre de hoy le ha dado a estos cambios y qué es lo que le importa realmente.
Al hombre de hoy no le importa «hacer familia», estar con la familia, contar sus alegrías y preocupaciones en su familia. Al hombre de hoy le importa pasarlo bien, disfrutar de la vida, sentirlo todo. Y no tiene ningún reparo en sacrificar la familia para conseguir sus propósitos. La familia es la gran sacrificada en aras de una mejor posición social, de mejores colegios, de mejores coches, de mejores vacaciones, de mejores viviendas, de mejores electrodomésticos...
Y es que en toda elección siempre existe una jerarquía. Se elige lo que se prefiere y se desecha lo no preferido. Hay que elegir: o paso más tiempo con mi familia o lo paso con el trabajo. O me esfuerzo por crear un buen ambiente familiar o me refugio en leer el periódico. O me intereso por las cosas y problemas de los de mi familia o veo la televisión. Y no podemos hacer dos cosas a la vez.
3. La buena familia
Todos nacemos en una familia y es la misión de los padres enseñar a vivir a los hijos. Porque la misión de los padres no se limita a dar la vida, la vida biológica podríamos decir. La misión de los padres supone dar además de la vida el sentido de la vida y esto es enseñar a vivir a sus hijos. La familia es el primer lugar donde se aprende la buena voluntad, el saber compartir, el ofrecerse a los demás.
Es misión de los padres crear un clima familiar adecuado donde pueda brotar y crecer la personalidad de cada uno de los hijos y donde éstos tengan acceso a las primeras experiencias de vida en común. Este clima familiar es el resultante del respeto a las personas que conviven con nosotros, la confianza recíproca, la participación en los problemas y en las tareas[3].
Esto supone convivir, vivir juntos, en común. Pero también supone a los padres la valentía de decir serenamente la verdad a los hijos y corregirles cuando se desvían, sin rendirse a un cómodo permisivismo que, bajo la apariencia de comprensión, encierra una traición a los hijos y a la misma sociedad. Así la familia se convierte en una verdadera escuela de valores y de virtudes.
La familia se esfuerza por vivir el cariño y va más allá del mero respeto a las personas, que no discrimina ni juzga, sino que se traduce en ayuda y en olvido de uno mismo tanto dentro como fuera del hogar. El perdón de los enemigos, la comprensión y el respeto a los que piensan de otra manera, la superación de las venganzas y del odio, la defensa de los débiles y otras formas más del cariño fraterno solamente son auténticas si se han ensayado en el seno familiar entre los hermanos y los esposos.
El consumismo, el capricho y el lujo que hoy tientan a tantos hogares, ahogan la dimensión trascendental del hombre y empobrecen a la persona a la que reducen a una simple cosa más. Es en la familia donde debe gestarse una nueva civilización que valore más el «ser» que el «tener», en la que el progreso de las demás familias y de los pueblos se mida más por la calidad de la vida que por la renta per cápita de sus habitantes.
Un clima familiar donde se destierre la violencia hasta en las mismas expresiones verbales, en los juegos infantiles y en donde no se valore tanto el «ganar o perder» sino el «compartir y ayudar».
Un clima familiar donde sea patente que nadie tiene el monopolio de la verdad. Es provechoso escuchar y respetar a todas las personas, enriquecerse con sus aportaciones y valorar sus posturas. La diversidad de los miembros de la familia es una gran oportunidad para aprender a poner en práctica el diálogo y el respeto a los demás.
Este es el primer afán de los padres: conseguir que su familia sea una verdadera comunidad de vida y de amor, donde todos se conocen a todos y a sus problemas, donde se respetan como son, donde se ayudan.
4. Volver al principio
Es necesario que sepamos diferenciar en la actual evolución de la familia qué elementos nuevos son auténticamente válidos y compatibles con el hombre y cuáles otros no lo son. Hace falta pensar en la familia y empeñarse en la familia para conseguir la familia que necesita el mundo de hoy.
Es claro que cambia el mundo, los modos de vida, los avances de la ciencia y todo lo demás. Y también es claro que el hombre sigue siendo el mismo. Vive de otra manera, pero es el mismo hombre.
Se podría llegar a pensar que la familia ya no es necesaria, pero esto no es sino una quimera. El hombre sigue necesitando de una familia para crecer, para aprender, para saber vivir. Cualquier otro intento se ha demostrado erróneo y el que lo quiera volver a intentar se volverá a equivocar.
La familia se debe fundar en el matrimonio de los padres. No tanto en cuanto matrimonio confesional y religioso por el solo hecho de serlo, sino el matrimonio como un compromiso de fidelidad, un pacto de amor para siempre de los esposos que fundan la familia como una verdadera comunidad de amor. La familia no se basa en un encuentro ocasional de un hombre y una mujer que se cruzaron un día y se gustaron. No. Esto sería una visión muy pobre de la familia. La familia se basa en un compromiso de amor, un sí mantenido a lo largo de los años, más allá del momento presente y contra toda prueba. La familia se funda a prueba de amor.
La gran aventura de la familia no se hace en nombre de la economía, ni del progreso, ni del bienestar social. Por todas estas razones un hombre no se une a una mujer para formar una familia. La gran aventura de la familia se hace solo en nombre del amor. Es el amor original de los esposos lo que diferencia a una familia de una reunión de amigos, de un piso compartido, de un encuentro pasajero, hasta de una simple convivencia en común.
Es el amor lo que hace de la familia el lugar del «sí definitivo». Las personas buenas se permiten el placer de acercarse a los demás y preocuparse por su felicidad. Esas personas han llegado a comprender que es el amor lo que marca la diferencia en la vida.
Y todos estos argumentos que nos pueden parecer naturales y obtenidos de la observación de la naturaleza no son opuestos sino que se ven confirmados desde la visión cristiana de la familia. Para un cristiano la misión de la familia sigue siendo el designio creador de Dios. En el plan de la creación, el matrimonio no es una casualidad o despiste del creador. Al contrario, la cuestión de la relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano que se hace la eterna pregunta «¿quién soy?»[4] El hombre y la mujer han sido creados el uno para el otro, para amarse, y en esa comunidad de amor, convocar la nueva vida de cada uno de sus hijos a los que se acoge en la comunidad familiar.
Existe un modelo de familia. Un modelo que podríamos llamar familia natural porque lo dispone la naturaleza. No es el hombre el que inventa la familia, sino que la familia es una institución natural que acompaña al hombre. De la misma manera que el hombre es lo que es y no su capricho, la familia tiene sus reglas y sus normas y no las podemos olvidar.
La familia es el lugar donde se nace y donde se muere, es el lugar donde se vive. El hombre no puede olvidar esto a no ser que quiera dejar de ser hombre y vivir como un animal. La experiencia nos dice que no podemos ir contra la naturaleza, la naturaleza humana en nuestro caso.
Felipe Pou Ampuero
[1] Familyfacts.org, Las 10 ventajas del matrimonio y la familia natural sobre cualquier otra opción, www.ForumLibertas.com
[2] Conferencia Episcopal Española, XXXI Asamblea Plenaria, Matrimonio y Familia, Madrid, 6 de julio de 1979, n. 23.
[3] Conferencia Episcopal Española, XXXI Asamblea Plenaria, Matrimonio y Familia, ... n. 56.
[4] Benedicto XVI, Familia y comunidad cristiana, Vaticano, 7 de junio de 2005.
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