1. Algunos piensan que
puesto que el islam y el cristianismo son religiones monoteístas creen en el
mismo y único Dios. Sin embargo, Alá no
es como Dios. Alá es un gobernante, un regidor que ordena y manda por medio
de su profeta Mahoma y los musulmanes deben obedecer.
Dios, por el contrario, es
un padre que atiende y espera a sus hijos, su ley es la ley de amor. Dios se
nos ha revelado como Uno y Trino y la esencia de la Trinidad es el Amor. Lo que
Dios espera de los cristianos es que le amen por encima de todas las cosas y al
prójimo como a uno mismo.
2. Mahoma no es igual a Jesucristo. Mahoma es un profeta, mientras que
Jesucristo se define a sí mismo como Dios Hijo.
3. El Corán no es como los Evangelios. El islam es la religión de un
libro que es el Corán, mientras que los cristianos no seguimos un libro que
podría ser los evangelios, sino que nos hemos enamorado de Cristo y seguimos su
ejemplo y sus enseñanzas. El cristianismo tiene un Magisterio que interpreta y
unifica los preceptos de Dios, mientras que el islam carece de autoridad
superior y eso favorece distintas interpretaciones y lecturas del Corán.
«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una
gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da
un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Enc. Deus Caritas est,
25-XII-2005).
4. Libertad de conciencia: en el islam no existe libertad de
conciencia porque todo el Corán es un mandato. La revelación de Alá es considerada
como un bien para el hombre que se debe imponer por su propio bien. Por el
contrario, Cristo se hizo hombre para liberar a los hombres del pecado y ganarles
la libertad. Los cristianos somos libres para aceptar el bien o para ofender a
Dios, es el misterio de la libertad de los hombres.
5. Violencia: el Corán no condena la violencia; el Evangelio predica el perdón. No se puede
afirmar que el islam sea igual a violencia, pero tampoco se puede decir que en
el islam no hay violencia, por el contrario, el cristianismo tiene un mandato
principal que es amar al prójimo como a uno mismo, atender al extranjero y amar
a los que nos odian.
El Corán establece la
guerra santa y justifica que la violencia puede ser utilizada para fines de la
religión en una organización política donde no hay separación entre la confesión
religiosa y el Estado; por el contrario
en el cristianismo se da al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios.
6. Fe y razón: quizás haya que plantear el tema desde otro punto de
vista. Hay muchos musulmanes —alrededor de 1.200 millones— y no todos son
violentos, ni siquiera la mayoría. Es verdad
que el islam no es como el cristianismo y tiene una raíz violenta que puede favorecer
y hasta justificar la violencia, pero esto no es suficiente para afirmar que el
islam es violento o que es la causa de la violencia.
Con menor motivo se puede
decir que el cristianismo es violento puesto que es una religión que hace del
amor su enseña y la distinción de sus miembros a los que se distingue por el
ejercicio de la caridad.
En términos parecidos se
podría hablar de otras religiones. La religión no es fuente de violencia ni de
enfrentamientos, sino más bien lo contrario, la religión es fuente de paz y de
concordia. Entonces, ¿qué ocurre?
Cuando la violencia se ha
querido justificar por motivos religiosos o de fe nos encontramos con unas
formas de religión distorsionada, extravagante y contraria a su mismo ideario
hasta provocar que los fieles de la misma fe rechacen las acciones violentas de
los que dicen tener sus mismas creencias. Se trataría de una fe embrutecida, no
purificada por la razón.
La consecuencia es el
desprecio y abandono de la razón a la que se considera inútil para la fe y
hasta un estorbo o impedimento para creer. Por tanto, al prescindir de la
razón, la fe se fundamenta en la literalidad de los textos y en los sentimientos
y lo único que existe es un sentimiento religioso exacerbado que se convierte
en una pasión alocada que da importancia al sentimiento para reconocer la fe y
entiende que solo se tiene fe si se siente.
Fácilmente se comprende
que por este camino se termina en un fanatismo irracional y pasional donde el
fiel creyente queda atrapado por sus sentimientos, los mitos, las
supersticiones y por las consignas de aquellos a los que reconoce como sus
modelos religiosos.
Este razonamiento nos
podría llevar a concluir que la religión es un suceso peligroso en el hombre
del que debe apartarse y mantenerse al margen y, también, del que debe defenderse.
Estaríamos en el extremo opuesto, una razón sin fe que puede llegar a convertirse
en una justificación de la violencia por las ideologías y por la idea de construir
un mundo feliz para el hombre. La sola razón puede llegar a justificar la
utilización de cualquier medio para conseguir un fin que previamente se ha considerado
útil.
Esta razón sin fe se
convierte en una crueldad que no reconoce la dignidad del hombre y justifica
todo tipo de totalitarismos, dictaduras, genocidios, asesinatos y vejaciones de
hombres y mujeres como el pasado siglo XX nos ha enseñado trágicamente.
La fe asiste a la razón
de manera que le ayuda a encontrar los principios morales objetivos, válidos
con carácter universal, para todos los hombres y para todas las épocas, a
distinguir el bien del mal y a no renunciar a la verdad objetiva de la realidad
que nos rodea.
La religión no es un problema que los legisladores deban
solucionar
(Benedicto XVI, Discurso en Westminster Hall 17-IX-2010) sino que es un bien social
que ayuda a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de
los principios morales objetivos.