RESUMEN: Dios
quiere que después de amarle a Él por encima de todas las cosas, amemos a
nuestros padres a quienes les debemos la vida y la fe que nos han transmitido.
Catecismo
Iglesia Católica nn. 2197 a 2257.
Cuarto
mandamiento: «Honrarás
a tu padre y a tu madre».
1. El
cumplimiento amoroso del Cuarto Mandamiento tiene sus raíces más firmes en el
sentido de nuestra filiación divina. El único que puede considerarse Padre en
toda su plenitud es Dios, de quien se deriva toda paternidad en el cielo
y en la tierra.
Con el
cuarto mandamiento comienza la segunda parte de los mandamientos que indica el
orden de la caridad y se enuncia con el amor al prójimo como a uno mismo. Dios
quiere que después de amarle a Él por encima de todas las cosas, amemos a
nuestros padres a quienes les debemos la vida y la fe que nos han transmitido.
El
precepto se dirige expresamente a los hijos respecto de sus padres, pero
también alcanza a los demás parientes, abuelos y antepasados y se extiende al
respeto a los maestros, tutores y todas aquellas personas que Dios ha investido
de autoridad para nuestro bien.
2. La
comunidad conyugal de los padres se funda en el consentimiento de los esposos.
El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la
procreación y educación de la prole. Al crear Dios al hombre y a la mujer estableció
la familia humana. La familia cristiana es una comunión de personas –padres e
hijos– que es imagen de la comunión de la Trinidad.
La
familia es la primera escuela de humanidad, el origen de la sociedad y de los
pueblos, donde los padres buscan el bien de sus hijos y los hijos honran y
obedecen los mandatos de los padres con lealtad. Así, también, los gobernantes
deben buscar el bien común de la sociedad y gobernar con virtud con actitud de
servicio.
La
sociedad es una extensión de la familia y las relaciones sociales deben estar
impregnadas del mismo afecto y bondad de las relaciones familiares. En la
familia todos tienen la misma dignidad y consideración. La sociedad –a semejanza
de la familia– está compuesta de personas. Gobernar la sociedad no puede limitarse
a garantizar el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes. Las
relaciones sociales, laborales, políticas reclaman justicia y fraternidad conforme
a la dignidad de las personas.
3. Los
hijos deben a sus padres respeto, gratitud, justa obediencia y ayuda. El
respeto de los hijos a sus padres está hecho de gratitud a quienes les deben la
vida, el amor y sus desvelos por educarles. Este respeto se expresa en la docilidad
y en la obediencia de los hijos. La obediencia de los hijos cesa con la mayoría
de edad, pero no el respeto a los padres que permanece siempre.
Los
padres no deben limitarse a procrear hijos, sino que sus deberes se extienden
también a la educación y a la formación espiritual de sus hijos. Los padres son
los primeros responsables de la educación de sus hijos. En primer lugar, por la
creación de un hogar donde la ternura, el perdón y el servicio son la norma
general de conducta. La familia es un lugar apropiado para la educación de las
virtudes. Es una grave responsabilidad para los padres dar buen ejemplo a sus
hijos. Deben enseñar a sus hijos a guardarse de los riesgos y las degradaciones
que amenazan a las sociedades humanas.
Sin
embargo, los vínculos familiares, aunque son muy importantes, no son absolutos.
Los padres deben respetar la vocación singular de cada hijo que viene de Dios.
La vocación primera de cada cristiano es seguir a Jesús.
4. El
cuarto mandamiento nos ordena también honrar a todos los que han recibido de
Dios una autoridad en la sociedad. La autoridad debe ejercerse como un servicio
y siempre conforme a la dignidad de las personas y a la ley natural.
El
ciudadano está obligado en conciencia a no seguir las prescripciones de las
autoridades civiles cuando sean contrarias a las exigencias del orden moral. Si
los gobernantes prescinden de la luz del Evangelio sobre Dios y sobre el hombre
la sociedad se aparta de la ley del bien y se convierte en totalitaria.
Para
los ciudadanos, el amor y el servicio a la patria forman parte del deber de
gratitud y del orden de la caridad. En este orden se han de entender el pago de
los impuestos, el ejercicio del derecho al voto y la defensa del país. Rezar y
pedir por los gobernantes es una obligación moral de los ciudadanos.■