RESUMEN: Amar a
Dios sobre todas las cosas significa amarle más que a uno mismo y también
amarle más que a ninguna otra persona o cosa.
Catecismo
Iglesia Católica nn. 2083 al 2141.
Primer
mandamiento: «Amarás a Dios sobre todas las cosas».
Es el
primer mandamiento, el de mayor
importancia porque del cumplimiento cabal del mismo depende el cumplimiento
de todos los demás mandamientos. Si no se cumple este mandamiento no se pueden
cumplir los siguientes.
Lo que
pide este mandamiento es guardar la fe y alimentarla y, al mismo tiempo,
rechazar todo lo que se opone a la fe. Amar a Dios significa que no se puede
amar a otros dioses porque solo Dios es el Señor. Cualquier tipo de superstición,
de idolatría, de superchería, o de divinización de los objetos atenta contra
este mandamiento.
Amar a
Dios sobre todas las cosas quiere decir adorarle,
mostrarle reverencia, respeto y culto como lo más importante en nuestra
vida y creer en Él y esperarlo todo de Dios. En la manera como una persona
adora, respeta y reverencia a Dios se puede conocer cómo le ama y, sobre todo,
si le ama por encima de todas las cosas.
El
primer mandamiento del Decálogo se lesiona cuando se prefieren otras cosas a
Dios, aunque sean buenas, pues entonces se las está amando desordenadamente. En
estos casos, el hombre pervierte la ordenación de las criaturas, usando de
ellas para un fin opuesto o distinto de aquel para el que fueron creadas.
La
adoración es el primer acto de la virtud de la religión y significa reconocerle
como Creador, Salvador, Señor y Dueño de todo lo visible y lo invisible. Al
mismo tiempo, también significa reconocer que uno mismo comparado con Dios es
la «nada» de la criatura.
Amar a
Dios sobre todas las cosas supone elegir
a Dios por encima del amor o de las preferencias personales por otras
personas, cosas, bienes o éxitos personales o profesionales. El amor a Dios
implica un estilo de vida propio en el que Dios es lo primero y luego está todo
lo demás, sin excluir nada de lo que es lícito y bueno, que por eso es
agradable a Dios, pero con un orden de preferencia posterior al amor a Dios.
Debemos
hacer con frecuencia actos positivos de amor y de adoración al Señor en cada
genuflexión y en cada oración. También en nuestro trabajo bien hecho, acabado,
cumplido.
A todos
nos corresponde la responsabilidad de actuar en nuestra vida manifestando que
Dios es el primero, a quien amamos por encima de todas las cosas, viviendo con
Dios presente en todos nuestros actos, en nuestros pensamientos, en nuestros
amores.■