RESUMEN: Los
Diez Mandamientos son la expresión de la ley natural que permite a los hombres
encontrar el camino para tener una vida feliz.
Antes
de empezar a hablar sobre los Diez Mandamientos conviene tener presentes
algunas consideraciones que ayudan a entenderlos:
1. En
primer lugar, hay que aceptar y reconocer que “sólo Dios es bueno”. Esto equivale a afirmar que el Bien no es una
opinión personal, sujeta a cambios, a modas y a circunstancias, sino que lo
bueno y lo malo es un criterio absoluto que no depende de cada persona. Solo
Dios es bueno y solo Dios es el dueño del Bien, quien determina lo que es bueno
y lo que es malo, por oposición a lo bueno.
Si
este postulado no se acepta, los Diez Mandamientos quedarán reducidos a unas
indicaciones, a unos criterios de experiencia, como pueden existir tantos
otros, que cada uno elige según su propia convicción.
2. En
segundo lugar, el Decálogo significa literalmente, las “diez palabras” porque
son las palabras de Dios manifestadas
a Moisés en el monte Sinaí y expresan lo que Dios –Señor del Bien– dispone que
es bueno y, por tanto, lo que hace bien al hombre. Lo contrario a los Diez
Mandamientos no hará bien al hombre, es decir, le hará mal hombre o peor
hombre.
Los
Diez Mandamientos es la ley natural que rige al hombre en su vida para hacerle
el bien a sí mismo y para hacer el bien a los demás: es lo que el hombre debe
cumplir para ser feliz. Porque no se encuentra la felicidad fuera de la naturaleza,
dejando de ser hombres. Somos hombres y solamente podremos ser felices siendo
hombres y no siendo pájaros o cualquier otra cosa.
El
hombre es un ser moral, que no solamente tiene biología y anatomía, que también tiene libertad, sentimientos y
corazón, es decir, la vida humana es vida moral que se rige y aspira al Bien y
se aparta del Mal.
3. En
tercer lugar, los Diez Mandamientos forman un
todo indisociable y conjunto. No pueden cumplirse unos mandamientos con los
que estoy más de acuerdo y no cumplir otros que me resultan más incómodos
porque, entonces, estoy faltando a todos. Se aceptan y cumplen los diez
mandamientos o no se cumplen en su totalidad. No se pueden fraccionar, ni se
cumplen a medias.
Así
es. No se puede adorar a Dios sin amar a todos los hombres que son sus
criaturas; ni tampoco se puede honrar a otra persona sin bendecir a Dios que es
su Creador. No vale defender la vida y no condenar el aborto; o santificar las
fiestas y no ser honesto.
4.
Dios es el Señor del Bien y lo expresa en el Decálogo que tiene una unidad coherente
en todos sus preceptos pero también tiene un orden interno. Los mandamientos tienen un orden: es decir, hay que
cumplirlos todos pero por su orden porque es precisamente su orden el que
explica y justifica todos los demás. Por eso se empieza por el primer
mandamiento y se sigue por los demás y, también por eso, el mismo Jesús, los
resume en dos que encierran toda la ley: amarás al Señor tu Dios… y amarás a tu
prójimo como a ti mismo.
Todos
los mandamientos son importantes, pero no de la misma forma ni en la misma
proporción. No conviene obsesionarse con uno cualquiera y descuidar el amor a
Dios sobre todas las cosas y por encima de la honra, de la fama, etc.
5. Los
Diez Mandamientos no son algo ilógico y absurdo. No son un capricho de Dios
para con los hombres. Son la expresión de la ley natural del hombre y, por tanto, son accesibles por la sola
razón humana. Si Dios los revela a Moisés no es porque los hombres no podamos
conocer que “hacer el bien y evitar el mal” es algo necesario. Tampoco porque
no seamos capaces de saber que se debe respetar la honra, la propiedad, el buen
nombre, y todo lo demás de los otros.
Todo
lo que disponen los Diez Mandamientos lo puede conocer la razón natural de
cualquier hombre. Pero la experiencia nos dice que los sentimientos, las pasiones,
la ignorancia, el miedo y tantas otras circunstancias pueden oscurecer la razón
y enturbiar la inteligencia. Por experiencia sabemos que no todos los hombres
son capaces de conocer con la misma intensidad la ley natural que rige la moralidad
de sus actos. Dios también conoce al hombre. Dios conoce al hombre mejor que el
mismo hombre porque es su creador y le hace saber la ley natural para facilitarle
su conocimiento y su aplicación en la vida diaria de cada uno.
6. Los
Mandamientos es algo que conviene saber, refrescar
y no olvidar, como conviene saber cómo se conduce un automóvil para poder
disfrutar de sus ventajas y sacarle el máximo provecho. Sucede que con el paso
del tiempo y la vida diaria se tienden a olvidar las cosas y también se pueden
olvidar los Mandamientos. Sí, es verdad, sabemos lo que dicen y, más o menos,
podemos recordar el sentido general de cada uno de ellos. Pero si no se recuerdan a menudo, si no se
reflexiona sobre cada uno, si no se concretan en lo que hacemos cada día, en
nuestro trabajo, en nuestros comportamientos, en nuestros hábitos, corremos el
peligro de desdibujarlos, de convertirlos en anónimos, de perder su perfil y su
nitidez y acabar teniendo tan solo una ligera idea de lo que dicen los Mandamientos.
Sin
embargo, los Mandamientos no son una lista de prohibiciones o de faltas, como
podría ser el código criminal. Los Mandamientos no son una lista de “noes”
sobre lo que no se puede hacer. Es justo al contrario. Lo que son es una lista
de indicaciones para ser feliz. Es la recomendación del mismo Creador para
volver a ser como al principio. Por eso mismo, son un lista de “síes” y, sobre
todo, son una lista de cosas que hay que hacer que se pueden resumir en que hay
que amar a Dios y a los hombres, pero con un orden: primero a Dios sobre todas
las cosas, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y luego,
sin que sea incompatible con lo primero, a los hombres como a uno mismo.■