Fecha:
01 de septiembre de 2013
TEMAS: Año de la Fe.
RESUMEN: 1. La mentalidad cientifista considera que solamente se puede
conocer con certeza aquello que se puede conocer por medio de un proceso
científico, es decir, de orden experimental.
2. El relativismo no admite ninguna afirmación absoluta e
indiscutida, ni tampoco ninguna verdad por encima de cualquier otra.
3. En la actualidad domina la creencia de que la libertad es lo más
opuesto a cualquier tipo de compromiso.
4. Se entiende como bien personal solamente aquello que reporta
algún tipo de utilidad o placer.
La familia es propia del tiempo y de la cultura actual en las que
vive y se desarrolla. La cultura actual es consecuencia de la concepción
filosófica denominada Modernidad
cuyos fundamentos y errores se pueden resumir en los siguientes:
1. El positivismo cientifista: La mentalidad positivista contemporánea se
encuentra vinculada al progreso científico y a la mentalidad cientifista que
considera que solamente se puede conocer con certeza aquello que se puede
conocer por medio de un proceso científico, es decir, de orden experimental. Al
negar la posibilidad de conocer una verdad superior a la inteligencia del
hombre se está negando la existencia misma de una verdad que supera y
transciende al hombre y, por tanto, se está negando cualquier tipo de creencia
puesto que las creencias no son científicas.
Pero existen otras certezas no experimentales que son las que
refieren ―precisamente― al hombre, a la vida y al sentido de la vida puesto que
son verdades que no se fundan en la misma experiencia, sino en el origen de la
creación y nos hacen conocer las cosas y la realidad tal y como son (como las
ve el Creador).
2. El relativismo historicista: en nuestra sociedad domina el relativismo
que no admite ninguna afirmación absoluta e indiscutida, ni tampoco ninguna
verdad por encima de cualquier otra. El relativismo al negar cualquier tipo de
verdad objetiva y de referencia absoluta termina en el subjetivismo más
exagerado: en el “yo pienso”, “yo creo”, “a mí me parece”, “he obrado conforme
a mi conciencia”.
En el fondo, el relativismo piensa que el hombre es incapaz de
conocer la verdad y debe conformarse con sucedáneos de la verdad, con
convicciones personales que le ayuden a vivir. Pero la verdad objetiva existe y
el hombre, con ayuda de la fe, puede llegar a alcanzarla. La verdad no se puede
confundir con una opinión personal. Que el hombre pueda conocer la verdad no
quiere decir que la verdad sea evidente para todos los hombres: es necesario
estudio, reflexión y, ciertamente, esfuerzo.
Otra versión del relativismo, que niega la capacidad del hombre de
conocer la verdad, es aquella que simplemente cree una verdad que no conoce ni
entiende y, además, se niega a entender. Es el llamado fideísmo y
fundamentalismo. Tampoco es correcto que el hombre renuncie a su capacidad de
pensar y de razonar la propia fe y deje de llegar a conocer todo aquello que
puede llegar a conocer.
3. El sentido de la libertad: La cultura actual tampoco entiende el
verdadero sentido de la libertad individual. En la actualidad domina la
creencia de que la libertad es una libertad sin límites ni condiciones y por
tanto la libertad es lo más opuesto a cualquier tipo de compromiso. Se entiende
la libertad como la ausencia de límites y se concibe legítimo cualquier acto
humano con la sola condición de haber sido realizado libremente con
independencia de la moralidad del acto en sí mismo.
Se piensa que la libertad es algo que se pesa, que se cuenta y que
se mide, como un kilo de azúcar: tengo más o menos libertad según que tenga más
o menos limitaciones. Así cualquier persona llega a plantearse “cuántas cosas
puedo hacer”, en lugar de plantearse “qué cosas debo hacer puesto que soy libre
para hacer el bien”.
Cuando la libertad se concibe como una propiedad de la persona
independiente de la verdad de la misma persona entonces se llega a concebir la
libertad como la capacidad de hacer lo que cada uno quiere (aunque sea una
locura que nos degrada). Por el contrario, cuando la libertad se concibe como
una propiedad del hombre para realizar la verdad del hombre (realizarse, ser
hombre verdadero) entonces la libertad es la capacidad de elegir el bien del
hombre y desechar el mal. Entonces la libertad se convierte en un verdadero
compromiso con el bien, al mismo tiempo que se reconoce una fuente de la verdad
distinta de la propia opinión.
4. El “bien” entendido como placer o
utilidad: cuando se
concibe el bien del hombre como algo personal desvinculado de un orden moral
objetivo y superior al hombre, que no transciende a la propia persona y, por
tanto, queda sometido a sus propios caprichos se termina entendiendo como bien
personal aquello que me reporta algún tipo de utilidad o placer.
La preferencia de la utilidad y lo placentero termina prefiriendo
lo sentimental frente a cualquier tipo de exigencia o esfuerzo personal y termina
en el permisivismo y en una moral de conveniencia personal.
5. Los imperativos de la ética civil: en los últimos años se ha impuesto la
convicción social que entiende que las creencias religiosas son siempre una
fuente de problemas sociales porque tales creencias obedecen a postulados
primitivos, irracionales y antiguos que convierten a los hombres en seres
antisociales, violentos y agresivos. El laicismo sostiene que la sociedad debe
regirse por unas normas éticas fundadas en la razón y en el consenso civil,
alejadas de cualquier tipo de imposición religiosa.
Esta ética civil es necesariamente una ética de mínimos y
relativista que solo reconoce como verdadero lo que está demostrado
científicamente y lo que está aceptado por la mayoría a quien solo considera
legitimada para imponer sanciones y límites al individuo.
Es necesario relacionar los dos términos del binomio fe-cultura,
pues, como dijo Pablo VI: La ruptura
entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como
lo fue también en otras épocas. De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos
con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o más exactamente de
las culturas. (Exhort. Apost. Evangelii nuntiandi, 20). ■