TEMAS: Europa, Razón, Verdad, Fe.
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RESUMEN: 1.Europa y la cultura occidental no es
propiamente un territorio físico. Europa, ciertamente, es una manera de
entender la vida.
2.
Occidente es el resultado de tres factores fundamentales: la fe cristiana en un
Dios que es Amor; la sabiduría griega que no ha renunciado a buscar la verdad;
y el derecho romano que se niega a convertirse en un instrumento del poder y se
afana en buscar la justicia.
3.
Los europeos en la actualidad adoramos a ídolos pequeños que nos hemos
fabricado a nuestra medida y comodidad; no admitimos una ciencia que busque la
verdad y se atreva a trascender el propio conocimiento humano aceptando el
misterio; y hemos instrumentalizado el derecho al servicio del poder y de los
gobernantes.
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En el mes de
abril del año 2005, poco antes de que tuviera lugar el acontecimiento que
cambiaría toda su vida, el cardenal Joseph Ratzinger se preguntaba durante su
conferencia pronunciada en Subiaco qué es Europa. ¿Es un territorio, es un
lugar, tiene fronteras delimitadas…? Porque realmente Europa y la cultura
occidental que disfrutamos los europeos no es propiamente un territorio físico.
Europa, ciertamente, es una manera de entender la vida.
El
occidente reconocido para todos en la cultura europea es el resultado de la
conjunción de tres factores fundamentales. En primer lugar, es la fe cristiana
que cree en un Dios que se manifiesta como Dios verdadero, único y creador. Un
Dios que no ha abandonado al mundo y al hombre sino que vive cercano a él como
un padre que cuida de sus hijos. No es un dios lejano y olvidadizo, tampoco un
dios vengativo y luchador, sino que es un Dios que ama, que ama tanto que en su
hijo Jesucristo se he hecho uno de los hombres para liberarnos de todas las
limitaciones y defectos. Un Dios que es Amor.
En
segundo lugar, occidente es la sabiduría griega que no ha renunciado a buscar
la verdad, que la sigue buscando en la filosofía y en las artes abiertas a la
trascendencia del ser y que, por buscar la verdad del hombre, no se conforma
con pequeñas certezas científicas que tranquilizan los sentidos pero no acaban
de explicar el sentido de la vida. La búsqueda de la verdad implica la humildad
de quien reconoce que es un ser pequeño ante las realidades que le rodean y que
pretende dominar pero que, en cualquier caso, siempre le exceden y sobrepasan.
Y
en tercer lugar, es la conjunción del
Derecho romano que se niega a convertirse en un instrumento del poder y se
afana en buscar la justicia en las relaciones entre los ciudadanos para cumplir
el primer precepto de la justicia: dar a cada uno lo suyo, lo que le
corresponde. Por tanto, dar al hombre, a cada hombre lo que su dignidad exige y
en las relaciones patrimoniales no doblegarse al poderoso.
Sobre
estos tres principios se ha construido la cultura occidental y se entiende la
vida y el hombre a la manera que lo entienden los occidentales. Es lo que se ha
dado en llamar las raíces cristianas de Europa. Las raíces que han hecho
posible el desarrollo de los pueblos, el cultivo del bien común, la extensión
del saber y de las ciencias, el progreso científico y económico, porque no se
ha conformado con seguridades parciales, sino que siempre ha querido ir más
allá.
Hoy
día, los europeos hemos olvidado esas raíces que nos definen y hemos sucumbido en
las sombras de los tres principios antes enunciados. Adoramos a ídolos pequeños
que nos hemos fabricado a nuestra medida y comodidad, renunciando a las leyes naturales
dictadas por el Dios verdadero. Tampoco admitimos una ciencia que busque la
verdad y se atreva a trascender el propio conocimiento humano aceptando el
misterio y lo desconocido como la última causa de lo que somos. Y, por fin, hemos
instrumentalizado el derecho al servicio del poder y de los gobernantes
pretendiendo definir la justicia por los pequeños parlamentos que se exceden en
sus atribuciones de origen.
Europa
no es la causa de la civilización occidental. Más bien, es la consecuencia del
respeto de la religión, la ciencia y el derecho rectamente entendidos. Europa
no es una sorpresa, ni un resultado del azar o del capricho del destino. Tiene
unas causas que nos urge recuperar.
Todavía
hoy, al cabo de treinta años, resuenan en nuestros oídos las palabras del beato
Juan Pablo II en el aeropuerto de Lavacolla cuando despertó a la vieja Europa
con palabras sencillas y profundas. "Yo,
Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo,
vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma.
Descubre tus orígenes". ■
Felipe Pou Ampuero
Bibliografía
1.
Card. Joseph Ratzinger, Europa en la crisis de las
culturas, conferencia pronunciada en Subiaco el 1 de abril de 2005, en el
monasterio de Santa Escolástica, al recibir el premio «San Benito por la
promoción de la vida y de la familia en Europa». El 19 de abril fue elegido
Papa.
2.
Benedicto XVI, Discurso
ante el Bundestag, el 22 de septiembre de 2011, ante los miembros del Parlamento
Federal Alemán y las autoridades máximas del Estado, en el Aula del Bundestag en su viaje apostolico a Alemania.