domingo, diciembre 18, 2011

Feliz Navidad 2011



Que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor. Él no ha tenido reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias para llevarlas a Dios, y así nos ha salvado.
Benedicto XVI, Discurso en el aeropuerto de Barajas, 18 agosto 2011.

A todos mis amigos de Cauce 
les deseo una 
Feliz Navidad 2011 y Año Nuevo.

Felipe Pou Ampuero

domingo, diciembre 04, 2011

66. Valores de la libertad (y 2)


TEMAS: Libertad, Cultura, Razón.
* * * * *
RESUMEN: 1.Los hombres somos seres esencialmente limitados.
2. Mi libertad implica asumir mis defectos y mis errores, mi condición humana y mis limitaciones, mi propia realidad.
3. No existe el paraíso en la tierra. Lo que existe o puede existir es un mundo real formado por mejores hombres, más solidarios, más responsables, con mayor afán de compartir su libertad, con menores ídolos imponiendo sus pretendidos derechos.
4. Nada hay nada más cierto que conocer las cosas tal y como son. El conocimiento que se ajusta a la realidad de cada cosa es un conocimiento verdadero porque no está sujeto a error ni a engaño.
5. La realidad de cada cosa se compone de su apariencia y también de su esencia que no se ve ni se siente pero sin la cual dejaría de ser lo que en realidad es.
6. La autonomía de la razón no libera al hombre porque no le permite conocer la realidad. Convierte al hombre en un ser engañado, limitado, atado al error y encerrado en una razón cegada a la trascendencia.
7.  El conocimiento pleno de la realidad hasta el verdadero por qué de todo lo que existe es lo que libera al hombre en tanto que le permite tener un conocimiento auténtico de la realidad.
8. La libertad nos ha sido regalada  para poder amar. Es para el amor. Y este destino final configura la educación de la libertad desde el principio.


* * * * *

SUMARIO: 1. En busca del paraíso.- 2. La autosuficiencia de la razón.- 3.  Libertad para el bien.- 4. Libertad para amar.

1. En busca del paraíso
            La libertad no es un bien aislado, sino que existe junto con el resto de las libertades de todos los demás que nos ayudan a ser personas. La libertad  comparte su grandeza con las demás libertades y es necesario ordenar todas las libertades para que puedan existir conjuntamente. La libertad es, ciertamente, un bien, pero dentro de una red de otros bienes junto con los cuales forma una unidad indisoluble.
            Esta primera imagen de una libertad compartida se opone radicalmente a la libertad en exclusiva y excluyente de las demás libertades. La libertad del que se considera que sólo es libre si se evade de los demás es la libertad de un ídolo que prescinde de los otros para vivir y ser libre. Pronto podemos comprender que la libertad del que no desea compartir nada con otros termina siendo una libertad deshumanizada porque no considera al hombre como un ser solidario con los demás, sino que concibe al hombre como un ser servido por los demás. Y esto, sabemos que no es la verdadera imagen del hombre.
            Si queremos profundizar en la mejor libertad debemos profundizar en la solidaridad de nuestra libertad. La mejor libertad incluye la aceptación de mayores vínculos solidarios, de mayor responsabilidad social, de mayor compromiso con el bien común. La mejor libertad no es la mayor libertad individual, sino la mejor libertad solidaria porque es la más humana.
            Pero siempre seguiremos siendo hombres. Ser hombre comporta ser limitado, en el tiempo y en el espacio, pero también ser limitado en la capacidad. Los hombres somos seres esencialmente limitados. Esta es nuestra realidad y, por tanto, también podemos decir que esta es nuestra verdad. La realidad del hombre consiste en ser limitado.
            El hombre siempre será hombre. Si mejora será mejor hombre, pero seguirá siendo limitado. Nunca existirá un mundo ideal donde por la mañana cazaré, por la tarde pescaré y mañana haré otra cosa. Nunca existirá un mundo ideal porque ese mundo no existe.
            El hombre aspira a la perfección, pero no la alcanzará en esta vida porque siempre seguirá siendo hombre. Consecuencia necesaria de esto es que nunca se conseguirá la perfección en la libertad. No podemos aspirar a un estado definitivo de la libertad —de una vez y para siempre—, sino que debemos aspirar a mejoras de nuestra libertad concretadas en las circunstancias históricas que nos toca vivir a cada uno.
            La lucha por la libertad y la ansiada liberación del hombre para construir un mundo mejor y perfecto es un mito que nunca se podrá conseguir. Mi libertad implica asumir mis defectos y mis errores, mi condición humana y mis limitaciones, mi propia realidad. La aspiración por la libertad o es real y concreta en cada hombre o se convierte en una quimera.
            No existe el paraíso en la tierra. Lo que existe o puede existir es un mundo real formado por mejores hombres, más solidarios, más responsables, con mayor afán de compartir su libertad, con menores ídolos imponiendo sus pretendidos derechos. Y esto es un constante aquí y ahora que a cada hombre le toca vivir en su vida para mejorar el ejercicio de su libertad y construir un mundo mejor.

2. La autosuficiencia de la razón
            Un tercer mito adultera el concepto de libertad del hombre moderno. Se piensa que la liberación del hombre tendrá lugar cuando triunfe la razón y el conocimiento. El mito sostiene que cuando la razón se libere de las creencias no comprendidas quedarán rotas las cadenas que oprimen al hombre para conocer la verdad de las cosas tal y como son y entonces será libre. Libre de prejuicios, de supersticiones, de creencias infundadas, de subjetivismos, incluso será libre de la religión y de sus efectos opresores.
            Pero la verdad de las cosas es su misma realidad. Nada hay nada más cierto que conocer las cosas tal y como son. El conocimiento que se ajusta a la realidad de cada cosa es un conocimiento verdadero porque no está sujeto a error ni a engaño. Esto es así y de aquí se puede concluir que la primera regla de la verdad es la realidad.
            Sin embargo, la verdad —digamos la realidad— no admite medias posturas. La verdad lo es enteramente o no lo es. La verdad a medias es una media falsedad. Si la verdad es la realidad, la realidad debe ser conocida completamente, no sólo por su apariencia. La realidad de cada cosa se compone de su apariencia, de lo que ven y sienten nuestros sentidos, pero también forma parte de la realidad lo que son las cosas, su esencia que no se ve ni se siente pero sin la cual dejarían de ser lo que en realidad son.
            Una piedra se puede definir como un compuesto de minerales. Pero ¿es solamente eso? La completa realidad de una piedra explica lo que la compone, pero también debe explicar su razón de existir: la realidad de una piedra explica por qué existe una piedra.
            La realidad del mundo, de las cosas y del mismo hombre no se puede reducir a conocer el funcionamiento de su naturaleza y de su biología. La razón humana que considere que conoce la verdad de una piedra porque sabe o puede saber su composición mineral será una razón que conoce una parte de la realidad de la piedra, pero desde luego no será una razón que conoce la realidad de la piedra. Y peor aún, será una razón que en la medida en que no conoce la verdad de la piedra —creyendo conocerla— estará engañada por un error de conocimiento.
            Por esto, la sola razón no libera al hombre. Para conocer la realidad es necesario trascender las mismas cosas y el mismo mundo para poder conocer el por qué de las cosas. La autonomía de la razón no libera al hombre porque no le permite conocer la realidad. Convierte al hombre en un ser engañado, limitado, atado al error y encerrado en una razón cegada a la trascendencia.
            He aquí otro mito que debe caer. La autonomía de la razón no libera al hombre. La trascendencia de la razón, el conocimiento pleno de la realidad hasta el verdadero por qué de todo lo que existe es lo que libera al hombre en tanto que le permite tener un conocimiento auténtico de la realidad.

3.  Libertad para el bien
            La libertad verdadera por ser compartida es una libertad que nos hace más solidarios. Como dice Alejandro Llano «yo no me considero libre sólo con que se respete el cerco de mi intimidad. Ello equivaldría a reducir la libertad a un esclerótico muñón, como diría Millán-Puelles»[1].
            El hombre no se ha creado a sí mismo, ni tampoco se da a sí mismo su libertad sino que la ha recibido como un regalo. Todos saben que nadie puede dar lo que no tiene. Porque para poder dar un regalo, antes es necesario tenerlo. Si no se tiene el regalo no se puede dar.
            Al contrario, podemos razonar que todo lo recibido como donación no nos pertenecía antes de recibirlo. Si recibimos la vida es que antes no nos pertenecía. Si recibimos la libertad tampoco. La libertad no es propia, sino recibida. Somos libres no por un acto de nuestra voluntad o por una conquista de nuestra razón, sino por un acto creador que no hace libres desde el principio.
            Nos podemos preguntar ¿para qué ha recibido el hombre su libertad? Como hipótesis posibles caben las opuestas: para el bien del hombre o para el mal del hombre. Imaginemos que la libertad es para hacer daño al hombre. Cuando más ejercitara su libertad sería peor para él y más daño se haría. A poca cordura que tuviera preferiría no usar de su libertad para no hacerse daño.
            Cuando un padre regala una bicicleta a un hijo no es para que tenga un accidente y se haga daño. Si así fuera, el hijo no querría usar la bicicleta y preferiría tenerla guardada. El padre regala una bicicleta a su hijo para que juegue y se divierta, para que disfrute, en definitiva, para su bien.
            Hemos recibido la libertad para nuestro bien, no para nuestro mal. La libertad compartida y solidaria, real, concreta y verdadera hace mejor al hombre.

4. Libertad para amar
            La libertad tiene un destino, nos ha sido regalada para un fin. No es una libertad de independencia ni de aislamiento. Tampoco es una libertad de autonomía ni de exclusión. Es una libertad para nuestro bien. Y ¿qué es lo mejor que hay en el hombre: su razón, su autonomía, su inteligencia, su capacidad de investigación? Desde luego que no. Todos tenemos la experiencia que lo mejor del hombre es su capacidad de amar y de ser amado.
            La libertad tiene un compromiso con el amor. La libertad nos ha sido regalada  para poder amar. Es para el amor. Y este destino final configura la educación de la libertad desde el principio. Mi libertad me beneficia si me permite amar mejor. Soy libre porque me puedo comprometer y mantener el compromiso libremente.
            La libertad no es para la libertad, porque la libertad no es la ausencia de vínculos ni de compromisos. La persona sin compromisos no es una persona más libre, será una persona no comprometida, suponiendo que tal pueda existir, porque lo que sí es seguro es que estará comprometida consigo misma. El no querer asumir ningún compromiso ya es un compromiso previo de no comprometerse. Y puestos a estar todos comprometidos, con uno mismo o con otros la pregunta que cada uno debe responderse es la siguiente: ¿qué compromiso prefiero tener? ■




Felipe Pou Ampuero




[1] Alejandro Llano, La libertad radical, en la obra conjunta Josemaría Escrivá de Balaguer y la Universidad, Eunsa, Pamplona, 1993.