Fecha: 01 de febrero de 2010
TEMAS: Ecología, Ley natural, Solidaridad.
RESUMEN: 1. El mundo y todo lo creado no es el resultado de una necesidad cualquiera, procede de la voluntad de Dios que ha querido participar a todo lo creado de su propio ser.
TEMAS: Ecología, Ley natural, Solidaridad.
RESUMEN: 1. El mundo y todo lo creado no es el resultado de una necesidad cualquiera, procede de la voluntad de Dios que ha querido participar a todo lo creado de su propio ser.
2. La salvaguardia de la naturaleza no responde primariamente a una exigencia estética, sino más bien a una exigencia moral, puesto que la naturaleza manifiesta un designio de amor y de verdad que le precede y que viene del mismo Dios que es su autor.
3. Es evidente que la propia naturaleza nos enseña que es necesario superar la lógica del consumo para promover nueva formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la creación y puedan satisfacer las necesidades primarias de todos los hombres: hay que adoptar un nuevo estilo de vida.
4. El libro de la naturaleza es único y el mismo tanto para el medio ambiente como para las relaciones sociales y la ética personal y familiar. También nosotros somos naturaleza creada por el mismo Creador de la naturaleza que nos rodea.
5. La ecología y el respeto de la naturaleza debe comenzar y entenderse desde la ecología y el respeto por el hombre. Solamente desde estas coordenadas se puede entender la naturaleza y todo lo creado como algo maravilloso puesto al servicio del hombre y de todos los hombres que lo administran con espíritu solidario para favorecer el desarrollo de todos los pueblos que habitan la Tierra.
SUMARIO: 1. Natural.- 2. Sobriedad.- 3. Ecología humana.- 4. Superior.
1. Natural
La primera cuestión es que el mundo no es una casualidad, producto del azar o de la sinrazón, resultado de un caos. Si fuera realmente así, si todo fuera el resultado de una línea evolutiva ciega y el comportamiento humano una mera función del instinto sería absurdo proponerse cambiar nada. Ni siquiera tendría sentido intentar razonar o argumentar porque solamente tendría sentido dejarse llevar[1].
El mundo y todo lo creado no es el resultado de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o de una determinación. Procede de la voluntad de Dios que ha querido participar a todo lo creado –en mayor medida al hombre– de su propio ser. El mundo creado tiene un autor y ese autor no es el hombre. La ecología en un primer sentido muy amplio significa respeto por la naturaleza. El hombre es el dueño o destinatario de la naturaleza, pero no es el dueño absoluto. Entre otras razones, porque no puede cambiar las leyes naturales. Cada vez que el hombre quiere cambiar la naturaleza para hacerla a su capricho no lo consigue.
La naturaleza se resiste a ser cambiada. Cada vez que el hombre lo intenta no consigue una naturaleza nueva, sino la misma... pero degenerada. Por esto el hombre, todos los hombres, no son dueños absolutos de la naturaleza, son, más bien, sus administradores. Los administradores de un Dueño que es el autor de todo lo creado. «La naturaleza es un don del Creador, el cual ha inscrito en ella su orden intrínseco para que el hombre pueda descubrir en él las orientaciones necesarias para cultivarla y guardarla»[2].
La salvaguardia de la naturaleza no responde primariamente a una exigencia estética, sino más bien a una exigencia moral, puesto que la naturaleza manifiesta un designio de amor y de verdad que le precede y que viene del mismo Dios que es su autor. ¿Acaso no es verdad que el abuso de la naturaleza comienza allí donde Dios mismo es marginado o incluso donde se le niega su existencia? Si desaparece la relación entre Dios y el hombre la materia y todas las cosas creadas pierden su verdadera dimensión y su sentido y se convierten para el hombre en pura materia destinada a la posesión egoísta.
Cuando el hombre se convierte en la última instancia de la creación, el fin de la materia, la utilización de la naturaleza queda reducida al consumo insolidario donde no existe nada más allá de lo que se ve y se oye.
2. Sobriedad
El hombre se ha dejado guiar por el egoísmo, perdiendo el sentido del mandato divino y en su relación con la creación se ha comportado como explotador, como si fuera el dueño absoluto. El hombre moderno ha olvidado que también él mismo es criatura y, como tal, ser limitado.
La libertad personal, para empezar, no es absoluta. El hombre no es Dios, sino imagen de Dios. El rumbo que debe seguir el hombre no puede venir trazado por su propia arbitrariedad o deseo, sino que debe más bien consistir en la adecuada correspondencia con la estructura querida por el Creador[3].
Es evidente que la propia naturaleza creada nos enseña que es necesario superar la lógica del consumo para promover nueva formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la creación y puedan satisfacer las necesidades primarias de todos los hombres: hay que adoptar un nuevo estilo de vida.
En primer lugar, hay que deshacer prejuicios antiguos y falsos. Si toda la gente del mundo se mudara al estado de Texas (USA) se le podría dar a cada familia la típica vivienda americana. La zona poblada del planeta no alcanza al 1% de la superficie total[4].
La ONU ha publicado el dato por el cual se sabe que la zona de bosques actual es la misma que la que existía en el año 1950 (4 billones de hectáreas). Además, hay que hacer saber que una hectárea de lechugas, por ejemplo, produce más oxígeno que una hectárea de un bosque de pinos.
La tierra puede alimentar a todos sus habitantes con tal de que el egoísmo de algunos no les lleve a acaparar para sí los bienes que están destinados para todos[5]. La realidad es que si África dejara de estar permanentemente en guerra, con los recursos agrícolas que tiene, sería capaz de alimentar al doble de la población actual de todo el planeta entero. En USA los programas de reducción agrícola han hecho que el 39% de la tierra cultivable se abandone (área que es mayor que toda la extensión cultivable de Europa).
Uno de los países más contaminantes es Rusia que es uno de los países con menor densidad de población, a diferencia de países como Alemania que, a pesar de su gran densidad de población, cuida su aire y la naturaleza que le corresponde.
En segundo lugar, es necesario promover un cambio efectivo de mentalidad y establecer nuevos modelos de vida dentro del marco de un gran esfuerzo educativo que va más allá de la mera instrucción técnica y social. Es necesario enseñar a los hombres que son criaturas y –precisamente por esta condición– no son los dueños absolutos de la creación.
Con esta nueva educación en los valores el hombre podrá descubrir que el egoísmo, el hedonismo, la búsqueda del propio bienestar y el individualismo no son propios de la naturaleza humana y, por esto, no son comportamientos naturales ni ecológicos.
El aprendizaje en el verdadero uso de las cosas creadas es lo que siempre hemos llamado sobriedad. Ser sobrios viene a ser lo mismo que ser ecológicos y esto, a su vez, es lo mismo que ser naturales.
3. Ecología humana
La educación natural o ecológica exige una relación responsable no sólo con la creación, sino también con los demás hombres que conviven con nosotros en el mundo a los que consideramos nuestros hermanos porque somos hijos de un mismo padre que es Dios, por qué iba a ser si no.
El libro de la naturaleza es único y el mismo tanto para lo concerniente al medio ambiente como para las relaciones sociales y la ética personal y familiar. También nosotros somos naturaleza creada por el mismo Creador de la naturaleza que nos rodea.
Preocuparse del medio ambiente exige, pues, una visión amplia y global del mundo y de todo lo que nos rodea. Exige una nueva visión de los problemas que cambie radicalmente desde el enfoque del interés particular y del beneficio propio hacia las necesidades de todos los pueblos.
El respeto por los demás hombres que también viven en este planeta se manifiesta en una nueva relación con las cosas creadas. Un desarrollo que solamente se ocupara del aspecto técnico y económico, descuidando la dimensión moral y religiosa (trascendente) de los hombres no sería un desarrollo humano integral de todos los hombres. Sería –por desgracia, es– un desarrollo unilateral de unos pocos hombres que termina fomentando la capacidad destructiva del hombre y el dominio de unos hombres sobre los demás hombres.
4. Superior
La misma ley natural inscrita en el corazón de todos los hombres pide al hombre que respete su misma naturaleza y de la de los demás hombres que conviven con él. También existe una verdadera ecología humana que nos dice que las demás personas son eso mismo: personas y no cosas de las que podamos abusar y usar a nuestro antojo.
La naturaleza del hombre es el libro que nos enseña que somos algo más que una reunión de células unidas por un principio de vida. El hombre trasciende su propia materia y su naturaleza es así trascendente por constitución y no por propias creencias. Yo no me creo trascendente lo soy, que no es lo mismo, y aunque no lo afirmara seguiría siéndolo de la misma manera.
La naturaleza del hombre nos enseña que tenemos espíritu y que nuestro espíritu tiene unos valores que no son materiales ni propios de la materia. La generosidad, la solidaridad, la afabilidad, la cordialidad, la tolerancia, la comprensión, el acogimiento, la honestidad y un largo etcétera son típicos de los hombres y no de las cosas ni de los animales.
El hombre es un ser ecológico porque es un ser natural. Pero no se confunde con los demás seres creados porque, a diferencia de ellos, está dotado de espíritu trascendente que lo eleva a un plano superior al de los demás seres vivos.
La ecología y el respeto de la naturaleza deben comenzar y entenderse desde la ecología y el respeto por el hombre. Solamente desde estas coordenadas se puede entender la naturaleza y todo lo creado como algo maravilloso puesto al servicio del hombre y de todos los hombres que lo administran con espíritu solidario para favorecer el desarrollo de todos los pueblos que habitan la Tierra.
No es correcto absolutizar la naturaleza ni considerarla más importante que el mismo hombre. Este camino nos lleva a una concepción del mundo donde se elimina la diferencia sustancial entre el hombre y los demás seres vivos y se termina por negar la verdadera dignidad de la persona humana superior a todo lo demás creado.■
Felipe Pou Ampuero
[1] De la Vega-Hazas Ramírez, Julio, ¿Creación? Por qué sí, www.zenit.org
[2] Benedicto XVI, Si quieres promover la paz, protege la Creación, Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de la Paz, Ciudad del Vaticano, 1 de enero de 2010.
[3] Benedicto XVI, Discurso al Cuerpo Diplomático ante la Santa sede, Ciudad del Vaticano, 11 de enero de 2010.
[4] Jacqueline E. Kasun, El mito de la superpoblación.
[5] Benedicto XVI, Discurso ante la FAO, 16 de noviembre de 2009.