Fecha: 01 de enero de 2010
TEMAS: Economía, Cultura, Cristiano.
TEMAS: Economía, Cultura, Cristiano.
RESUMEN: 1. Quien ha querido entender el mensaje del crecimiento y del desarrollo solamente para sí mismo o para una estirpe o civilización determinada está claro que ha entendido mal el mensaje original del hombre.
2. ¿Por qué no buscamos la excelencia del hombre y de nuestras vidas? ¿Acaso no será la excelencia el verdadero desarrollo del hombre? ¿Por qué hemos de limitar la excelencia a los procesos productivos y no pretenderla también para la propia economía?
3. La economía no es para la administración de las cosas y los bienes, sino para el crecimiento total (integral) del hombre junto con todos los demás hombres (solidario).
4. Resulta que los votantes votamos con el bolsillo más que con la cabeza y el corazón. La principal preocupación política es la economía, pero no el desarrollo del hombre.
5. La finalidad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la existencia de la empresa como comunidad de hombres que de diversas maneras buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales.
6. El humanismo cristiano exige superar la estructura del utilitarismo y sustituirla por la de la reciprocidad y la donación.
SUMARIO: 1. Administrar.- 2. Integral.- 3. Crisis.- 4. Necesario.- 5. Empresa.
1. Administrar
Nuestro tiempo no es algo ajeno y exterior a nosotros mismos. A veces miramos la realidad desde la barrera, como simples espectadores, como si no fuera nuestro tiempo, nuestra vida y nuestros problemas. Pero no es así. No es cuestión de verlo o no verlo, es que es la realidad que se impone y se empeña en ser real. Nuestro tiempo somos nosotros mismos, nuestra manera de ser, nuestra cultura, nuestras preocupaciones. Nuestro tiempo es también nuestra sensibilidad, lo que de verdad nos preocupa y lo que nos resulta más o menos indiferente[1].
La economía, que es la administración de los bienes, no es algo ajeno a los hombres. Parece que estas cosas de los bienes y del dinero son demasiado prosaicas como para prestarles atención. Ya existen otros problemas más interesantes en la vida que las cosas materiales. Y sin embargo, no es así. Desde el principio al hombre y a la mujer se les confía la misión de administrar la creación entera y de someter la misma para crecer y desarrollarse. Los bienes, las cosas y su administración forman parte esencial del encargo original que consiste en administrar los dones recibidos.
Incluso más. En el Antiguo Testamento las riquezas y la abundancia de bienes son una señal de la bendición divina. En sí misma, la riqueza no es un mal. Pero el mal uso de los bienes que tenemos a nuestro cuidado —muchos o pocos— sí es objeto de condena.
Los bienes y las riquezas forman parte del mensaje original. Un mensaje que se dirige a todos los hombres y que abarca a todos los hombres. No se trata de crecer unos pocos, sino de crecer todos y de multiplicarse todos y a la vez, es decir, solidariamente. Quien ha querido entender el mensaje del crecimiento y del desarrollo solamente para sí mismo o para una estirpe o civilización determinada está claro que ha entendido mal el mensaje original del hombre.
El hombre —todos los hombres— estamos llamados a desarrollarnos sin dejar atrás a nadie y compartiendo, no ya los bienes, sino el mismo desarrollo con todos los demás hombres.
2. Integral
Y puestos a crecer y desarrollarnos todos juntos, también dice el mensaje que el desarrollo es de todo el hombre y no solamente de su cuenta corriente. Cuando el crecimiento humano se enfoca exclusivamente sobre el crecimiento de las cosas y de los bienes el resultado es un enanismo del hombre y de su cultura que le convierten incapaz de descubrir los bienes más altos que son los únicos capaces de satisfacer las ansias de felicidad que tiene todo hombre.
Los países del tercer mundo tienen, pero no poseen, gran cantidad de riqueza y de materias primas: energéticas (gas, petróleo), biológicas (bosques, campos de cultivo), minerales (minas, yacimientos). Esas riquezas no son propiedad exclusiva de los países productores. Los países que explotan esas riquezas no pueden contentarse con pagar un precio por las mismas y además aportar un donativo de su producto interior bruto para que los países donde se encuentran las riquezas puedan seguir tolerando esa situación.
Es claro que cuando el único horizonte de una economía es la riqueza contable y material, los hombres se encuentran ciegos para ver el verdadero problema y por no verlo son incapaces de su resolución. Sin embargo, los propios países ricos no aspiran solamente a acumular riquezas, sino que quieren ir más allá de la riqueza y pretenden conseguir lo que ellos entienden que es calidad de vida: bienestar social, seguridad pública, ordenamiento jurídico, reparto equitativo de las riquezas, sostenimiento proporcional de las cargas sociales, socialización de la cultura y un largo etcétera.
No nos quedamos sólo en tener cosas y bienes sino que aspiramos a más o, mejor dicho, aspiramos a mejor. El verdadero crecimiento y desarrollo es el que aspira a mejor y no solamente a más. El triste avaro de Molière se conformaba con más y se olvidaba del mejor. Para nosotros el mejor es la calidad, la excelencia y la satisfacción cumplida de nuestras aspiraciones.
Pues ¿por qué no buscamos la excelencia del hombre y de nuestras vidas? ¿Acaso no será la excelencia el verdadero desarrollo del hombre? ¿Por qué hemos de limitar la excelencia a los procesos productivos y no pretenderla también para la propia economía?
El crecimiento de todo el hombre es su crecimiento integral que exige necesariamente una economía excelente. Este nuevo horizonte supone unas metas y unos objetivos donde no tiene cabida el adverbio «más», sino que resulta imprescindible el calificativo «mejor».
Entonces percibimos que hemos cambiado el terreno de juego. Mejor hace referencia a bien y bien hace referencia a sentido ético de las decisiones y de los comportamientos. Porque es claro que una economía que solamente aspire a buenos resultados económicos no es una economía excelente. Y si no es excelente no nos interesa para nada.
3. Crisis
Cuando la economía abandonó la excelencia y se conformó solamente con la utilidad dejó de ser una buena economía. Seguramente llamamos crisis a lo que no es más que un simple error económico. La economía no puede renunciar a la excelencia porque entonces viene a ser como el triste avaro que se olvidó de vivir la vida.
Y es que la economía no es para la administración de las cosas y los bienes, sino para el crecimiento total (integral) del hombre junto con todos los demás hombres (solidario). Cualquier economía que no pretenda estos objetivos no es que esté en crisis, es que está equivocada.
No es lo mismo salir de la crisis que salir del error. De la crisis se puede salir adoptando medidas económicas que serán más o menos eficaces, pero siempre se insertan dentro de una visión económica que puede ser acertada o errónea. Pero del error no se sale con medidas económicas, sino buscando la verdad y cambiando totalmente de planteamiento económico.
A nadie le interesa salir de la crisis para seguir en el error porque sabe que no se ha solucionado el verdadero problema. Es más, cuando la economía es errónea, los problemas se irán sucediendo y las soluciones adoptadas no pasarán de ser unos intentos de solución.
Mientras los directivos de las empresas sigan considerando que su objetivo es aumentar el resultado económico positivo de cada ejercicio nos estaremos equivocando en la solución del error, aunque para algunas empresas se solucione su crisis económica. La excelencia empresarial que va pareja con la excelencia económica, no tiene por objetivo ningún «más», sino que busca siempre un «mejor». No debe preocuparnos un mayor resultado, sino si realmente es un mejor resultado.
Pero no se trata de un problema ajeno, de otros, de los economistas. Es nuestro tiempo y son nuestros problemas: de verdad. Porque resulta que los votantes votamos con el bolsillo más que con la cabeza y el corazón. La principal preocupación política es la economía, pero no el desarrollo del hombre. Y los votantes votaron mayoritariamente a los candidatos que ofrecían «más» y no prestaron atención ni importancia a los candidatos marginales que postulaban el «mejor». ¿Qué ha sido del voto católico en Estados Unidos?, ¿y en España?
4. Necesario
Lo necesario es reconsiderar el concepto mismo de riqueza y de prosperidad[2] para evitar que quede reducido a la riqueza material de bienes. Una sociedad no es más rica cuando tiene más bienes, sino cuando sus ciudadanos viven mejor. Para esto debe cambiar el horizonte de sus objetivos y mirar más alto aún, donde los bienes no alcanzan.
Los objetivos prioritarios no son el producto interior, ni la balanza de pagos, ni el crecimiento económico. Los verdaderos objetivos de la economía actual son el pan en la mesa, la vivienda, educación, salud, y oportunidades de vida digna para todos los miembros de la familia humana[3].
Y contra estos objetivos prioritarios el verdadero enemigo es la ideología. Una ideología que pretende sustituir a la naturaleza de las cosas y a la recta razón. Una ideología que pretende fabricar una realidad a su medida antes que reconocer la realidad objetiva de las cosas. Una ideología que se impone al hombre y a sus necesidades en lugar de servir al bien común, a la justicia y a la paz social.
5. Empresa
La empresa no puede considerarse solamente como una sociedad de capitales, sino que es, al mismo tiempo, una sociedad de personas[4]. Una comunidad de personas libres y responsables que se asocian para llevar a cabo una obra común. La finalidad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la existencia de la empresa como comunidad de hombres que de diversas maneras buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales[5].
El humanismo cristiano tiene mucho que ofrecer para que la actividad empresarial no pierda de vista que el hombre es el autor, el centro, el fin de toda la vida económico-social[6]. Frente a humanismos cerrados a Dios y al espíritu, el humanismo cristiano pretende una visión completa de la persona; una visión que considera, a la vez, la dimensión individual y la dimensión social de la persona y no reduce al hombre a un nivel puramente intramundano, sin más horizontes que los derivados de la utilidad o del hedonismo.
El humanismo cristiano exige superar la estructura del utilitarismo y sustituirla por la de la reciprocidad y la donación. Es verdad que la lógica del mercado y de las relaciones estrictamente contractuales se fundan en el intercambio, pero ese comercio, ese trato, ha de llevar a la reciprocidad, de modo que ambas partes salgan beneficiadas[7].
La tarea económica actual, la solución de la crisis económica, se encuentra en cambiar una tendencia profundamente enraizada en la sociedad actual que impulsa a los hombres a convertirse en la única medida de sí mismos y sustituirla por la tendencia a buscar la verdad que se encuentra en la naturaleza de las cosas, primera ley económica que siempre se debe cumplir.■
Felipe Pou Ampuero
[1] Burggraf, Jutta, Hacio una cultura de diálogo, www.opusdei.es, 15 de junio de 2009.
[2] Juan Pablo II, Mensaje del Día Mundial de la Paz, 1 de enero de 2000.
[3] Card. Scherer, Discurso, www.zenit.org, 22 de noviembre de 2009.
[4] Juan Pablo II, Enc. Centesimus annus, Ciudad del Vaticano, 1 de mayo de 1991, n.43.
[5] Mons. Javier Echeverría, El humanismo cristiano en la dirección de empresas, Discurso pronunciado en el IESE, Barcelona, 16 de mayo de 2008.
[6] Conc. Vaticano II, Gaudium et Spes, n. 63.
[7] Mons. Javier Echeverría, El humanismo cristiano en la dirección de empresas... ob. cit.