Fecha: 1 de mayo de 2007
TEMAS: Vida, Persona.
RESUMEN: 1. Los números dicen que cada año aumenta el número de abortos, cada año aumenta el número de jóvenes menores de 19 años que aborta y cada año aumenta el número de abortos tardíos de más de 9 semanas de gestación. Los números demuestran que las políticas públicas para evitar el aborto han sido un rotundo fracaso y, lejos de disminuir, han provocado el efecto contrario de aumentar el número de abortos.
2. Las últimas investigaciones científicas nos dicen que no se trata de una sospecha o de una intuición, desde el mismo instante de la concepción existe una nueva vida humana, distinta de la vida de la madre e independiente de ella en su desarrollo, aunque necesitada de ayuda.
3. El simple hecho de estar en presencia de una persona humana —y sería suficiente incluso la duda de encontrarse en su presencia— exige en relación con él el pleno respeto de su integridad y dignidad.
4. Un verdadero y propio derecho al hijo es contrario a su dignidad humana. El hijo no es algo debido y no puede ser considerado como objeto de propiedad sino siempre, y en todo caso, como un sujeto.
5. El derecho a la vida no es una creencia de cada uno como tampoco era una creencia que los judíos y polacos tuvieran, y tengan, derecho a la vida. Los derechos del poder sólo se pueden comprender sobre la base del respeto a los derechos fundamentales del hombre.
6. Todos contribuimos a la cultura de la muerte y del aborto cuando nos sometemos a la mentalidad consumista y a la búsqueda del placer a toda costa. Cuando hacemos del poder, del dinero, del status o del éxito social, los criterios que rigen el valor de nuestra vida.
SUMARIO: 1. Números.- 2. Personas.- 3. Causas.- 4. Soluciones
1. Números
En 1985 se cumplieron veinte años de la promulgación de la Ley Orgánica 9/1985, de 5 de julio de despenalización —que no legalización— del aborto en España. Desde entonces han pasado veintidós años de aborto en la sociedad española y hemos alcanzado la cifra acumulada del millón de abortos realizados en estos años. Las defunciones por abortos han pasado de los 17.180 que se realizaron el año 1987 a los 91.664 abortos del año 2005.
En todos estos años han tenido lugar distintas campañas para evitar el aborto y los embarazados no deseados entre las españolas. Así se ha recomendando el uso del preservativo, de la píldora anticonceptiva, de la píldora abortiva, del sexo seguro... A pesar de la gran cantidad de medios económicos que se han destinado a estos fines cada año se ha incrementado de manera considerable el número de abortos practicados en España, además de aumentar el número de jóvenes adolescentes que abortan.
Con la campaña pública denominada “póntelo, pónselo” se incrementó el número de abortos en un 62% en el plazo de cinco años. Con la campaña denominada “el preservativo es divertido, juega sin riesgos” el número de abortos se incrementó en un 37% en el plazo de tres años[1].
En el año 1991 en aborto se realizaba fundamentalmente en mujeres con edades de más de 25 años, siendo el aborto en jóvenes menores de 19 años poco significativo. En el año 2003, en cambio, el principal grupo de mujeres abortantes tiene menos de 24 años de edad, y uno de cada siete abortos (10.957) se produce en jóvenes adolescentes menores de 19 años de edad.
En España tiene lugar un aborto cada 5,5 minutos. Uno de cada seis embarazos termina en aborto y la tasa de crecimiento de los abortos en España en el período de los años 1993-2003 ha sido del 75,3%[2]. Cada día 260 niños dejan de nacer en España por haber sido asesinados mediante el aborto. Esto equivale a que cada 3 ó 4 días desapareciera un colegio de tamaño medio por la defunción de los niños. Los abortos del año 2005 equivalen a toda la población de la provincia de Soria, o a la población de las ciudades de Soria y Teruel juntas, o a la mitad de la población de Ávila, por ejemplo.
En los últimos nueve años, en España el número de abortos se ha duplicado y sólo durante el año 2004 el número de adolescentes menores de 19 años que abortaron fue de 12.000. En la Comunidad de Madrid y durante el año 2004, el número de abortos tardíos —de fetos de más de 9 semanas de gestación— alcanza el 41% (6.619) de los abortos totales, cuando las mismas cidras en el año 2000 no llegaban al 33%. En una sola clínica de Madrid se realizan 40 abortos diarios de muy avanzado estado.
La agencia de noticias Fides de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, cita que en el año 2002 se han realizado 46 millones de abortos en todo el mundo, de donde resulta que en el mundo se realizan 87 abortos cada minuto[3]. En Gran Bretaña, el 32 por mil de las mujeres con edades comprendidas entre 20 y 24 años han abortado en el año 2005, de un total de 186.416 abortos realizados en ese país.
Detrás de estas estadísticas oficiales se oculta una tremenda realidad que es necesario no perder de vista: los dramas familiares y las secuelas enormes de las personas más afectadas que han tomado la decisión de deshacerse del fruto de la concepción y que arrastran su culpa toda su vida. En cada aborto hay, al menos, dos víctimas. El niño indefenso que muere cruelmente descuartizado y mutilado, sin derecho a defenderse; y la madre que aborta en la ignorancia, víctima del engaño y de la presión de padres y acompañantes que no quieren asumir la responsabilidad de una nueva vida.
«Sueño mucho que estoy embarazada o que ya tengo el bebé en brazos, me siento muy triste y con frecuencia lloro desconsoladamente y a solas», «temo que llegue el 27 de diciembre, fecha en que según el ginecólogo, iba a nacer mi hijo», estas y otras declaraciones parecidas son el dramático testimonio de Claudia que ha roto a contar su experiencia del aborto y que termina diciendo «me encantaría que mi testimonio ayudara a que muchas mujeres que estén pensando en abortar no lo hagan»[4].
En algunos manuales de Sicología y Psiquiatría de numerosas universidades ya se ha incluido el síndrome post-aborto como el diagnóstico de una enfermedad psíquica de las mujeres que han abortado. Ocasiona trastornos y dolencias en la madre que lo ha cometido[5].
En resumen. De los números, estadísticas y estudios técnicos se puede concluir lo siguiente:
1. Cada año aumenta el número de abortos totales que se realizan en España.
2. Cada año aumenta el número de jóvenes menores de 19 años que aborta.
3. Cada año aumenta el número de abortos tardíos de más de 9 semanas de gestación.
4. Los números demuestran que las políticas públicas para evitar el aborto han sido un rotundo fracaso y, lejos de disminuir, han provocado el efecto contrario de aumentar el número de abortos.
5. Los números demuestran que los medios utilizados —preservativo, píldora, campañas educativas— han sido otro rotundo fracaso y han conseguido justo lo contrario de lo que deseaban, que aumente el número de abortos.
Los políticos deberían empezar a preguntarse si no deberían hacer justo lo contrario de lo que han venido haciendo hasta ahora. Aunque no crean en determinados principios, si lo que quieren es disminuir el número de abortos deberán cambiar de política. ¡Los números cantan!
2. Personas
«Me decían que eso no era mi hijo, que era tejido del cuerpo humano: un montón de células». Veamos lo que dice la ciencia. Las últimas investigaciones científicas nos dicen que no se trata de una sospecha o de una intuición. Nos dicen que desde el mismo instante de la concepción existe una nueva vida humana, distinta de la vida de la madre e independiente de ella en su desarrollo, aunque necesitada de ayuda.
El momento que marca el inicio de la existencia de un nuevo ser humano está constituido por la penetración del espermatozoide en el ovocito de manera que transforma la célula huevo en el «cigoto»[6]. Para los que quieran creer en la ciencia y en los métodos experimentales es indudable que cada ser es lo que es desde el momento mismo de la fecundación, no es una simiente o una pura potencialidad. La maravilla científica del ADN deja a las claras que ya la primera célula humana viviente que existe contiene un ADN único y exclusivo del nuevo ser humano.
La ciencia también demuestra que con las primerísimas fases del desarrollo embrionario se comprueba la autonomía del nuevo ser en el proceso de autoduplicación del material genético. El nuevo ser crece por sí mismo, no porque la madre le imponga o le ordene el crecimiento. Su vida no es la vida de su madre, es otra, distinta y diferente, autónoma.
Desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre, ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre, la genética moderna otorga una preciosa confirmación[7]. ¿Acaso las madres gestantes no hablan de su hijo cuando el hijo aún se encuentra dentro del seno materno? ¿Alguien conoce a alguna embarazada que se refiera a este “conjunto de células que tengo en el vientre”? Yo no, desde luego.
A partir de los datos científicos intrínsecos al embrión mismo se puede afirmar que el embrión humano en fase de preimplantación es: a) un ser de la especie humana; b) un ser individual; c) un ser que posee en sí mismo la finalidad de desarrollarse en cuanto persona humana y a la vez la capacidad intrínseca de realizar ese desarrollo.
No se trata de un conjunto de células, ni de un tejido humano como la piel. Desde el punto de vista moral esto es cierto: aunque existiese una duda acerca del hecho de si el fruto de la concepción es ya una persona humana, es objetivamente una falta grave atreverse a asumir el riesgo de un homicidio. Ya es hombre aquél que lo será. Aunque no hubiera certeza de que el embrión no es una persona humana la razón se pregunta ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana?[8].
El simple hecho de estar en presencia de una persona humana —y sería suficiente incluso la duda de encontrarse en su presencia— exige en relación con ella el pleno respeto de su integridad y dignidad. El embrión humano es una persona humana. Desde la fecundación tiene ya su propio patrimonio genético distinto del de su madre. Esto no quita que la dependencia del embrión respecto de su madre sea muy intensa, pero esto no es una prerrogativa del feto, sino que también lo es del niño ya nacido. Vamos a ver, ¿cuántos de nosotros hemos conseguido vivir sin los cuidados de nuestras madres? ¿Ninguno...? Es lo natural.
3. Causas
Como si de una película se tratara. Estamos en la sala de abortos y en el encuadre tenemos a la madre que acaba de abortar y junto a ella en un pequeño recipiente los trozos, mayores y más pequeños, de su hijo recién descuartizado. La madre mira aquello y justo en ese momento cae en la cuenta que se trata de su hijo. Que no es, como le dijeron, un tejido que le han quitado.
Querría volver atrás. Que todo aquello no hubiera sucedido. Pero ya no es posible. ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Cómo ha podido llegar hasta aquí?
En primer lugar, no existe concepción sin relación sexual. Las relaciones sexuales cerradas a la vida son la causa de los abortos, fuera y dentro del matrimonio. El sexo, lo sabemos bien, es para la vida, no es para la muerte. La sexualidad es para dar y engendrar, no para quitar y negar.
La búsqueda del placer de la relación sexual sin asumir la responsabilidad de una nueva vida es la consecuencia de una posición ante la vida. El placer no es el fin de la vida. Vivimos para ser felices, cosa muy distinta de gozar del placer. Quien es feliz lo sabe y el que sólo busca el placer nunca encuentra la felicidad.
En la vida no todo vale, ni nada es indiferente. Las personas no son útiles, no me sirven para algo, aunque fuera para el bien. Las personas son, somos, un bien por nosotros mismos. Nuestro valor es nuestro ser, nuestra propia dignidad. Y en este precio todos valemos lo mismo. Todos valemos por el total. No existen vidas de peor categoría, ni prescindibles, ni despreciables. Todos los hombres tenemos derecho a la vida desde la misma concepción. Y nadie puede arrogarse el derecho sobre la vida de otra persona.
Un verdadero y propio derecho al hijo sería contrario a su dignidad y a su naturaleza. El hijo no es algo debido y no puede ser considerado como objeto de propiedad: es, más bien, un don[9].
En una sociedad pagana el hombre puede creerse el señor de la vida y disponer de la vida de los demás, incluso de sus propios hijos negándoles su propia vida. Pero la realidad no es así. Sólo Dios es el señor de la vida y de la muerte.
4. Soluciones
La persona está compuesta por el cuerpo y el alma. El cuerpo humano es parte constitutiva de la persona humana. El cuerpo es persona, no completa, pero sí parte de la persona. A nivel ético, el respeto debido a la persona humana debe expresarse también en el respeto por el cuerpo humano a través del cual se manifiesta la persona.
La persona humana —cuerpo y alma— está dotada de tal dignidad que nunca podrá ser considerada como un objeto, sino siempre y solamente como un sujeto.
Por esta dignidad y valor de la persona humana el acto conyugal abierto a la vida es el lugar idóneo para convocar una nueva vida a la existencia. En tal acto conyugal el hijo es engendrado y no producido. El hijo es el don del amor creativo de Dios en el que cooperan los esposos[10].
Una consecuencia de la totalidad del cuerpo y alma de la persona humana es que toda intervención sobre el cuerpo humano no alcanza solamente a los tejidos, órganos y funciones biológicas; afecta también, y a diversos niveles, a la persona misma. Encierra, por tanto, un significado y una responsabilidad morales.
El derecho a la vida de toda persona humana es un valor fundamental porque concierne a la condición natural de los hombres y a la vocación integral de la persona en todo tiempo y lugar. El derecho a la vida no es una creencia de cada uno como tampoco era una creencia que los judíos y polacos tuvieran, y tengan, derecho a la vida. Los derechos del poder sólo se pueden comprender sobre la base del respeto a los derechos fundamentales del hombre. Toda ley contraria a los derechos fundamentales del hombre es injusta, no obliga y, como escribía santo Tomás de Aquino, se asemeja más a un acto de violencia que a una ley.
El hecho de la despenalización del aborto no cambia la valoración moral del aborto provocado. Ni la ley humana, ni las decisiones de los legisladores pueden considerarse como fuente del bien o del mal, ni como criterio último de moralidad[11]. No solamente quien realiza el aborto, sino quien coopera directa y formalmente en su ejecución, cometen una trasgresión grave del orden moral. «El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón —nos enseñó el concilio Vaticano II—, en cuya obediencia está la dignidad humana y según la cual será juzgado (Gaudium et Spes, n.16)»[12].
No podemos acostumbrarnos a situaciones inmorales ocasionadas por leyes injustas. Tampoco podemos pensar que nada se puede hacer por cambiar el rumbo de la sociedad en cuestiones que ponen en peligro el funcionamiento de la misma sociedad, como es el Derecho. «Algunos se inquietan de que la Iglesia Católica insista en cuestiones polémicas, tales como la homosexualidad o la manipulación de embriones, cuando parece que son pormenores que no tienen mucha importancia ante el Altísimo. Pero acontece que sí la tienen. Porque en ambos temas está en juego la actitud existencial ante el origen de la vida. Y, como agudamente advirtió Hannah Arendt, de la comprensión de la natalidad depende la actitud que se adopte ante el misterio de la condición humana»[13].
Todos estamos a favor del Estado de Derecho donde el Poder queda sometido a la Ley. Este hecho remite a una cuestión ulterior: la de cómo surge el Derecho, porque las mayorías pueden ser ciegas e injustas. ¿El Derecho es lo que dice la mayoría? O, por el contrario, el Derecho es lo justo aunque no satisfaga al Poder[14].
Hay mujeres y jóvenes madres que abortan. Hay unos que ayudan y fomentan el aborto de otras. Y luego estamos todos nosotros que vemos, sabemos y asistimos impasibles a lo que sucede. Y no hacemos nada, absolutamente nada, salvo compadecernos. Una cosa es cierta: quien no aporta soluciones forma parte del problema. ¿Qué voy a hacer yo para luchar contra el aborto?
Primero puedo informarme y estar seguro que el aborto es un crimen, un asesinato. Luego lo puedo decir a quien me quiera escuchar. En el ascensor, en la sala de espera del aeropuerto, en el puesto de verduras del mercado, en una conferencia... No es que no pase nada, es que es un verdadero homicidio y no se pueden defender. Pero además es una madre enferma y trastornada para el resto de su vida porque ha roto sus entrañas. No merece la pena abortar.
Podemos aprender y enseñar a otros a encontrar el sentido de la vida en el valor del dolor y del sacrificio. Comunicar que los nuevos hijos no disminuyen el bienestar de la familia sino que aumentan su humanidad y la enriquecen con más vida. Los médicos pueden y deben enseñar a las madres la ecografía de su hijo: se mueve, juega, nada, se chupa el dedo, tiene gestos. Está vivo.
Todos podemos orientar nuestro voto hacia alternativas favorables a la vida y contrarias al aborto. Programas de ayuda a las embarazadas y a las familias numerosas generosas con los hijos y solidarias con la sociedad.
Todos contribuimos a la cultura de la muerte y del aborto cuando nos sometemos a la mentalidad consumista y a la búsqueda del placer a cualquier precio. Cuando hacemos del poder, del dinero, del status o del éxito social, los criterios que rigen el valor de nuestra vida. Cuando convertimos en ídolos las cosas que han sido puestas a nuestro servicio para el bien común.
Hay que cambiar el ambiente pagano en el que vivimos. También yo tengo que cambiar mi sensibilidad. Cuando una madre aborta no sólo se hace daño ella misma y a su hijo. A mí también me lesionan cada uno de los abortos que se realizan. Sí que me afecta. Una sociedad enferma y asesina no es una buena sociedad.
Yo no aborto, pero ¡ay de mí! si con mis costumbres, con mis palabras, con mis maneras, con mis hechos, con mis preferencias pongo a las cosas por encima de las personas y hasta a mí mismo como el último valor de mi vida. Educar para el amor y la vida es una tarea hermosa, pues de ella depende la creación de una sociedad en la que el hombre sea amado por sí mismo, como hijo de Dios, llamado a participar en su misma vida, que recibimos como un don sagrado cuando el Hijo de Dios tomó carne en las entrañas de la Virgen María[15].
Felipe Pou Ampuero
[1] Instituto de Política Familiar (IPF), Evolución del aborto en España: 1985-2005, Julio 2005.
[2] Instituto de Política Familiar (IPF), Evolución del aborto...
[3] Fides, Agencia de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Dossier sobre el aborto, 28 de diciembre de 2005.
[4] Boletín de Acción Familiar de Navarra, enero de 2006.
[5] Mons. Oscar D. Carlinga, obispo de Zárate-Campana (Argentina), 2 de septiembre de 2006.
[6] Academia Pontificia para la Vida, El embrión humano en la fase de preimplantación, Ciudad del Vaticano, 29 de abril de 2006. www.zenit.org
[7] Congregación para la Doctrina de la Fe. Declaración sobre el aborto procurado, Ciudad del Vaticano, año 1974, n.12-13.
[8] Congregación de la Doctrina de la Fe, Instrucción el Don de la Vida, Ciudad del Vaticano, 22 de febrero de 1987, n.115.
[9] Congregación de la Doctrina de la Fe, Instrucción el Don de la Vida, ... n.69.
[10] Cfr. Congregación de la Doctrina de la Fe, Instrucción el Don de la Vida,
[11] Documento sobre el aborto de los Obispos Españoles. Madrid, junio 1985, n.2.
[12] Benedicto XVI, Discurso a la Asamblea General de la Academia Pontificia para la Vida. Ciudad del Vaticano, 24 de febrero de 2007.
[13] Alejandro Llano, Dios a la vista, La Gaceta de los Negocios, Madrid, 4 de noviembre de 2006.
[14] Cfr. Card. Joseph Ratzinger, Las bases morales prepolíticas del Estadoliberal, Munich, 19 de enero de 2004, www.zenit.org
[15] Nota de los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Madrid, Sobre el grave problema del aborto, Madrid, 25 de marzo de 2007.