jueves, enero 04, 2007

21. Religión


Fecha: 1 de enero de 2007
TEMAS: Cultura, Religión, Fe.
RESUMEN: 1. El secularismo es una concepción del mundo según la cual este último se explica por sí mismo sin que sea necesario recurrir a Dios.

2. El problema hoy son las personas indiferentes a la existencia de Dios. Existen personas que viven «como si Dios no existiera» . La nueva religiosidad se caracteriza porque coloca el «yo» en el centro. La religión moderna es la religión del yo que se funda en lo que yo creo, en lo que a mí me motiva y en lo que yo siento, en lo que me hace sentir la presencia de un dios, de un ser superior según lo que yo entiendo por ser superior y que siempre se funda en mi éxito personal y en el logro de mis propias iniciativas.

3. Una cosa es cierta: el hombre no descubre a Dios, sino que más bien, es Dios quien se manifiesta al hombre. Dios es superior al hombre y no al revés y es Dios quien lleva la iniciativa. No somos los hombres los que con nuestros razonamientos decidimos cómo es el rostro de Dios y qué es lo que quiere en cada momento y de nuestra vida, sino que Dios se nos ha manifestado en Jesús y nos ha dicho que nos quiere.

4. El cristiano es también un hombre moderno y la religión verdadera no se opone a nada del progreso y de la ciencia que sea bueno para el hombre.

SUMARIO: 1. Secularismo.- 2. Indiferencia religiosa.- 3. Sentimiento religioso.- 4. El rostro de Dios.

1. Secularismo

Normalmente todos creemos en Dios. Decir o pensar que Dios no existe es una cuestión muy beligerante. Aún así, también están presentes los ateos que niegan la existencia de Dios. Sin embargo, entre los que decimos que Dios existe nos podríamos preguntar ¿cómo es el rostro de Dios?, ¿en qué Dios creemos?, ¿dónde está tu Dios?[1].

Los ilustrados sostienen que el conocimiento humano iluminado por la ciencia y la técnica, amparado en el progreso científico, destierra al hombre de la oscuridad de la ignorancia y del engaño de lo oculto para devolverlo a su estado original. El mundo y la vida, los mismos hombres y la creación del universo tiene una explicación científica o no tiene entidad real. Todo aquello que la ciencia no pueda explicar no existe.

El secularismo es una concepción del mundo según la cual este último se explica por sí mismo sin que sea necesario recurrir a Dios. Dios resultaría superfluo y hasta un verdadero obstáculo para conocer el mundo y la realidad que nos rodea[2]. De tal manera que si el hombre es capaz de conocerlo y explicarlo todo se debe llegar a la conclusión de que por encima del hombre no existe nada, no hay ninguna limitación ni existe ninguna realidad que limite o condicione la capacidad de conocer del hombre.

Claro está. Como no existe un solo hombre sino que somos seis mil millones, más o menos, la realidad conocida y «verdadera» no puede ser la que diga yo, sino la que digamos la suma de más «yos». Es el relativismo.

Sin embargo, los ilustrados no sostienen que la verdad no existe. Sostienen que la verdad es la decisión de la mayoría. Luego la verdad sí que existe. Bien, en esto estamos de acuerdo todos, en que la verdad existe. En lo que no estamos de acuerdo es dónde está la verdad.

Los ilustrados entienden que el mundo y la realidad que nos rodea es racional, es decir, que se entiende con la razón y se explica con razonamientos. Yo, también. Estoy de acuerdo en esto. En lo que no estoy de acuerdo es en que baste la sola razón humana para entender el mundo. ¿Por qué? Pues por lógica. Si el hombre no ha creado el mundo difícilmente podrá dar razón de él.
El mundo material es el mundo verificable, el que se puede estudiar científicamente. El que es objeto del laboratorio. Es real y es mundo, pero no es todo el mundo, es solo una parte del mundo que interesa y que el hombre en su afán de conocer debe explorar. Pero existen otras muchas realidades que no se pueden ver por un microscopio. Es más, diría que esas realidades que no caben en un tubo de ensayo son las que proporcionan el bienestar y la felicidad a los hombres.

El mundo no material no es del todo cognoscible por el hombre y eso no puede querer decir que no existe. Lo racional no se limita a lo material. Existe un conocimiento racional de lo no material. La belleza, el bien, la justicia, el amor, la música, la felicidad, no son realidades irracionales. La religión tampoco es una realidad irracional o un capricho de algunos que no sirve para nada. La religión es racional.

Dios no se presenta como un ser caprichoso que interviene sin sentido y sin razones en la realidad. La misma realidad tiene unos procesos razonados y lógicos. Dios es un ser racional que ha creado el universo y la realidad. Por eso la realidad es racional. Dios se presenta como la Razón y no cabe la razón falsa. Luego Dios es Razón y es Verdad. Y esto es lo propio de la fe cristiana en el mundo de las religiones: que sostiene que nos dice la verdad sobre Dios, sobre el mundo y sobre el hombre, y que pretende ser la religión verdadera.


2. Indiferencia religiosa

Cuando Dios no está presente en nuestras vidas quien está presente es nuestro yo. Es el individuo el que reemplaza el lugar que corresponde a Dios. En realidad, un ateo está convencido que Dios no existe y trata de demostrarlo. Dios es un asunto que le interesa, para concluir que no existe.

Sin embargo, hoy el verdadero problema no son los ateos. El problema hoy son las personas indiferentes a la existencia de Dios. Existen personas que viven «como si Dios no existiera», no importa tanto si existe Dios o si realmente es todo un engaño. Lo que importa es que con los avances de la ciencia y de la técnica hemos conseguido vivir sin necesitar a Dios y nos da igual su presencia. Para el homo indifferens puede que Dios no exista, pero carece de importancia. No es un ateo, es un indiferente que vive como si Dios no existiera, es decir, es un ateo práctico.

Esta es la situación actual de un neopaganismo que vive confiado no en Dios, sino en los beneficios que proporcionan los bienes materiales, la técnica y el progreso, los frutos del poder. Vive adorando las cosas y en la práctica, de hecho, practica una nueva idolatría de cosas olvidándose que es a Dios a quien se debe adorar.

El materialismo occidental orienta los comportamientos hacia la búsqueda del éxito a toda costa, quiere obtener la máxima ganancia porque piensa que eso es lo que realmente vale la pena. Lo que Dios diga no es tan importante para pasar la vida. Para ser feliz hay que tener más cosas, mejores cosas y disfrutar de las cosas cada vez más. Afanarse en todo este plan de vida supone no tener tiempo para Dios, ni para otras cosas más profundas o que no consistan en satisfacer todos los deseos. Vacía la mente y el corazón de todo lo demás y sólo lleno de uno mismo nos encontramos con el «como si Dios no existiera» y, claro está, con la soledad.

Este hombre moderno y solo cae pronto en una grave crisis cultural y espiritual porque no podrá evitar preguntarse ¿quién soy? ¿qué sentido tiene mi vida? ¿después de esta vida qué? Muchos no consiguen respuesta a estas preguntas y caen en una especie de nihilismo antropológico que reduce al hombre a sus instintos y tendencias[3]. La indiferencia religiosa se convierte así en un fenómeno cultural en el sentido que con frecuencia muchas personas viven de esta manera no porque sean ateas, ni porque hayan concluido que Dios no existe después de un trabajoso proceso intelectual, sino simplemente porque «eso es lo que hace todo el mundo».

Otros que no consiguen acallar la voz de su conciencia intentan encontrar una explicación a la vida que practican oyendo voces que les calmen la sed de espiritualidad y les justifiquen sus comportamientos. Buscan una religión a su medida o a la medida de su vida en lugar de buscar una vida a la justa medida de la verdadera religión.

Acaban en fenómenos religiosos más asentados en un sentimiento religioso que en un Dios personal. El Dios sí, Iglesia no de los años sesenta, se ha convertido ahora en un religión sí, Dios no, o al menos, religiosidad sí, Dios no[4].


3. Sentimiento religioso

Porque nos volvemos a encontrar con el tema de la verdad. Si existe una religión verdadera esa es la que habrá que seguir o, al menos, buscar. Si no existe ninguna religión verdadera ninguna nos vale. Otra vez se cuela el inevitable relativismo por la puerta trasera. Si todas las religiones son igual de buenas, es tanto como decir que ninguna religión es verdadera. Si ninguna es verdadera porque no tiene la verdad lo que realmente importa de la religión no es que sea verdadera —que no lo es, dicen— sino la buena intención del que practica la religión[5]. Y aquí nos encontramos con el sentimiento religioso.

Lo que importa es tener buena intención, no escuchar al Dios verdadero. La nueva religiosidad se caracteriza porque coloca el «yo» en el centro. La religión moderna es la religión del yo que se funda en lo que yo creo, en lo que a mí me motiva y en lo que yo siento, en lo que me hace sentir la presencia de un dios, de un ser superior según lo que yo entiendo por ser superior y que siempre se funda en mi éxito personal y en el logro de mis propias iniciativas. Es un sentimiento... religioso.

Es una forma romántica de religión donde el espíritu se refugia y contempla la estética, la belleza, el orden, la paz entendida como quietud, el estado de cosas que me favorece. Ser religioso es estar bien con uno mismo y con los demás, ser gente de bien. Pero sobre todo es no tener que rendir cuentas a nadie acerca de mi propio comportamiento. Si existe un dios desde luego no se trata de una persona con cara, que tenga un rostro, una voluntad, una decisión, una razón distinta de la mía o independiente de mis deseos.

La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría puramente humana, casi como una ciencia del bien vivir. Hoy se lucha a favor del hombre, eso es seguro. Se lucha por mejorar sus condiciones de vida, su salud, sus derechos, su esperanza. Pero se lucha a favor de un hombre a medias, reducido a la mera dimensión horizontal, sin ninguna referencia trascendente. Sin embargo, los cristianos sabemos por la fe que Jesús vino a traer la salvación integral del hombre[6].


4. El rostro de Dios

Pero ¿cómo es el rostro de Dios? Cómo es el Dios verdadero. ¿Es el rostro de un vigilante que controla y anota? ¿Es el rostro de un padre que cuida y protege? Creemos en Dios, sí pero ¿de qué Dios estamos hablando? Porque Dios es la Sabiduría, la Verdad, el Bien, la Paz, la Concordia, la Felicidad. Sí, pero Dios no se identifica con sus atributos, ni menos aun es la suma de todos ellos, como si se tratara de un puzzle en el que se juntan las piezas y al final obtenemos un retrato.

Una cosa es cierta: el hombre no descubre a Dios, sino que más bien, es Dios quien se manifiesta al hombre. Dios es superior al hombre y no al revés y es Dios quien lleva la iniciativa. No somos los hombres los que con nuestros razonamientos decidimos cómo es el rostro de Dios y qué es lo que quiere en cada momento y de nuestra vida, sino que Dios se nos ha manifestado en Jesús y nos ha dicho lo que quiere y que nos quiere.

La verdad del cristianismo no es una idea abstracta o una demostración científica. Es una persona cuyo nombre es Jesucristo que nos ha dicho cosas y creemos que esas cosas son verdaderas. Por eso la primera contribución de la Iglesia al progreso y al desarrollo de los hombres no se basa en los medios materiales ni en las soluciones técnicas, sino en el anuncio de la verdad de Cristo que forma las conciencias y muestra la auténtica dignidad de la persona y del trabajo, promoviendo la creación de una cultura que responda verdaderamente a todos los interrogantes del hombre[7], porque de ningún modo es posible dar respuesta a las necesidades materiales y sociales de los hombres sin colmar sobre todo, las profundas necesidades de su corazón.

Vivir la verdadera religión supone aceptar con garbo las condiciones de vida del hombre moderno. Porque el factor fundamental consiste en cultivar la amistad con Jesucristo cada jornada mostrando que le queremos de modo teórico y práctico[8]. Esta es la gran responsabilidad del cristiano en la hora presente: manifestar su fe en expresiones culturales comprensibles y atractivas para sus conciudadanos.

Evangelizar la cultura es dejar que el Evangelio impregne la vida concreta de los hombres y mujeres de una sociedad dada. Hay que imprimir una mentalidad cristiana a la vida ordinaria. Más que de convencer, la evangelización trata de proponer y de predisponer a la escucha. No se trata de demostrar a toda costa que Dios existe, sino que se trata de compartir el gozo de la experiencia de la fe en Cristo[9]. Se trata de saber mostrar el verdadero rostro de Dios.

Para esto no basta con hablar. Se nos exige un gran esfuerzo para utilizar el lenguaje de los hombres de hoy, compartir sus esperanzas y responder a las cuestiones con un estilo accesible. El cristiano es también un hombre moderno y la religión verdadera no se opone a nada del progreso y de la ciencia que sea bueno para el hombre. Es más, lo fomenta y lo aplaude porque quiere el bien para el hombre.

La formación religiosa se impone porque hay que ver y hacer ver la diferencia entre la vida eterna y el mundo de los espíritus; entre la contemplación cristiana y la meditación trascendental; entre el milagro y la sanación; entre el ciclo litúrgico y la relación con la naturaleza.

También hay que saber mostrar que el Dios verdadero, Creador de cielo y tierra, no puede rechazar a los hombres sólo porque no conocen el cristianismo y, en consecuencia, han crecido en otra religión. Él aceptará su vida religiosa igual que la nuestra[10].

Y es la familia la primera escuela de evangelización. Es el lugar de transmisión de la fe viva y vivida, encarnada en la vida cotidiana a través de diversos gestos y conductas de los padres. La celebración de las fiestas religiosas y del domingo, la oración en familia por la noche; la bendición y acción de gracias por los alimentos y la salud, la esperanza en Dios como verdadera fuente de todo bien muestran a los hijos el verdadero rostro de Dios.

Un Dios que cuida de sus hijos los hombres. Pero también un Dios que es persona y tiene voluntad y voz, que nos ha hablado por medio de la Escritura y tiene leyes. Un Dios al que debemos obedecer y que, en modo alguno, es un Dios inexistente o imaginado. Es tan real que existe.

Recordamos el pasaje de la zarza ardiendo con Moisés (Ex 3,1-10). Es Dios quien habla y Moisés se oculta la vista porque no puede ver el rostro del Señor. Dios tiene un rostro, es un Ser personal, no es una imagen o figuración. Dios es realmente otro distinto de los hombres, es el autentico Otro que se distingue de los hombres, no es un hombre superior o especial. Es el Otro que no es hombre y nos quiere como solo es capaz de querer Dios.


Felipe Pou Ampuero
[1] Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura, ¿Dónde está tu Dios?, Vaticano, 11-13 de marzo de 2004. n. I-3
[2] Cfr. Juan Pablo II, Evangelio Nuntiandi, n. 55.
[3] Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura, ¿Dónde está tu Dios?, Vaticano, 11-13 de marzo de 2004. n. 1.
[4] Cfr. Asamblea Plenaria..., n. 2.
[5] Card. Joseph Ratzinger, Fe, Verdad y Cultura, Madrid, 16 de febrero de 2000.
[6] Cfr. JuanPablo II, Enc. Redemptoris missio, n. 11.
[7] Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma de 2006.
[8] Mons. Javier Echevarría, Entrevista de la agencia de noticias polaca KAI, 29 de noviembre de 2005, en www.arguments.es
[9] Cfr. Asamblea Plenaria... n.2-3
[10] Card. Joseph Ratzinger, Fe, Verdad y Cultura, Madrid, 16 de febrero de 2000.