viernes, marzo 03, 2006

13. Fecundación

Fecha: 2 de marzo de 2006

TEMAS: Fecundación in vitro. Vida. Reproducción asistida.
RESUMEN: 1. No es lo mismo una persona que una cosa. Las cosas sirven para algo, valen en tanto que sirven o son útiles. Las personas valen por sí mismas, sirven por ellas mismas, no sirven para algo, sino que son alguien.

2. La dignidad humana es innata a la persona, nace con ella como parte integrante de su propia manera de ser como persona humana.

3. Lo que soy en un determinado momento lo soy al principio.

4. Lo que sucede es que los que quieren defender esta matanza necesitan cambiar el nombre de las cosas y llamar a la cosas por lo que no son para poder justificar sus horribles pretensiones.
5. El embrión humano es una persona humana desde el primer momento de su concepción.

SUMARIO: 1. Ideas claras.— 2. Personas y cosas.— 3. Dignidad humana.— 4. Se empieza en el principio y se acaba en el final.— 5. Matar para curar.— 6. Situación legal actual.— 7. Autoridad ilegítima.

1. Ideas claras

El 21 de diciembre de 2005 la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados ha aprobado el Proyecto de Ley 121/000039 sobre “Técnicas de reproducción humana asistida” que pretende reformar la Ley 45/2003 de noviembre de 2003 que, a su vez, reformó la Ley 35/1988 de Reproducción. La aprobación definitiva de esta ley queda pendiente de su votación en el Pleno del Congreso y su tramitación posterior en el Senado.

Si el proyecto de ley fuera aprobado tal como está redactado, España contaría con una de las legislaciones más permisivas del mundo en materia de fecundación in vitro (FIV)[1]. Pero antes —o mejor— que hablar de términos científicos y técnicos y de leyes, proyectos y conceptos jurídicos que son como árboles que no dejan ver el bosque, propongo tomar distancia, alejarnos un poco del tema y tener cuatro ideas claras para luego volver a los datos y tener criterio.

2. Personas y cosas

No es lo mismo una persona que una cosa. Una silla es una cosa, sirve para sentarse. Una mesa es una cosa, sirve para comer, para escribir, para conversar alrededor de ella, para hacer familia... Un árbol es una cosa, es un ser vivo, vegetal, criatura de Dios, que merece ser respetada y querida como muestra de la grandeza del Creador que se refleja en todas las obras de la Creación. Pero el árbol es una cosa. Un perro es un animal, es una cosa. Muy útil para el hombre, gran compañero y guardián, pero no tiene conciencia, no conoce a Dios, no puede amar, no tiene libertad... Una vaca es una cosa, etc.

Una mujer es una persona, no es una cosa que se usa, se deja y se coge, se abandona, se utiliza. Una niña es una persona, un mundo en su mirada, una capacidad de dar y de darse, de amar y de ser amada, de ofrecer su vida por sus hijos y por todos los hijos del mundo. Una niña es alguien de valor aunque algunos hombres no lo quieran reconocer. Un africano es una persona no es un animal, no es como una vaca. No es como un orangután. Un judío, un árabe, son personas, lo han sido siempre, son hijos de Dios, imagen visible del Dios vivo[2].

Las cosas sirven para algo, valen en tanto que sirven o son útiles. Me dan alimento, me dan compañía, me dan madera, sombra, emociones, etc. Las personas valen por sí mismas, sirven por ellas mismas, no sirven para algo, sino que son alguien. Las cosas no tienen derechos, más bien son el objeto sobre el que recae los derechos, no son titulares de nada porque no son personas. Las personas sí tienen derechos porque son los titulares de los derechos y no deben ser el objeto de los derechos. O sea, que los perros no tienen derecho a la vida aunque haya que respetar su existencia, ni los hijos son propiedad de los padres aunque tengan obligación de respetarlos, porque los perros no son personas, ni los hijos son cosas.

3. Dignidad humana

Las personas tienen una consideración especial que es consecuencia de su valor propio, intrínseco, específico, por ser ellas mismas, con independencia de que sean listas o tontas, sanas o enfermas, blancas o negras, de Kenia o de Alemania... La dignidad humana es propia de la persona y se tiene por ser imagen y semejanza de Dios, no por otra cosa, porque Dios es el Bien.

Las personas no tienen solo derecho a la vida, al trabajo, al salario justo, a ser respetados. Las personas nacen con todos esos derechos porque les pertenecen, les corresponden. Ninguna autoridad, partido político, estado o ideología tiene autoridad para dar a las personas derechos, sino que como los derechos les son propios a las personas cualquier instancia que se los niegue o perjudique incurre en un grave quebranto del orden social justo y se opone a la verdadera dignidad de todo ser humano. La dignidad humana es innata a la persona, nace con ella como parte integrante de su propio ser.

Dentro de estos derechos que corresponden a la persona por sí misma, por su propia dignidad, tiene un valor especial el derecho a la vida, porque sin él serían ilusorios los demás derechos —para qué quiero que me reconozcan el derecho a la libertad de expresión, si no estoy vivo—. El derecho a la vida es el reconocimiento del valor sagrado e inviolable de la vida humana desde su comienzo mismo hasta su final.

Más aún. El derecho a la vida también significa que toda persona, cualquier persona, tiene derecho —le corresponde por derecho propio— a nacer en el seno de una familia, con un padre y con una madre, como fruto de un amor de entrega, de una unión humana y rodeado del cariño de sus familiares. Que esto no sea así en muchas ocasiones no significa que deba ser así en todas las ocasiones, ni tampoco significa que no sea un derecho propio de cada persona[3].

4. Se empieza en el principio y se acaba en el final

Cualquier acontecimiento empieza en el principio (sic). Desde luego lo que no tiene sentido es que las cosas empiecen por el medio. Un partido de fútbol empieza cuando el árbitro hace sonar el silbato, al principio. No sería lógico pensar que el partido comienza en el minuto catorce y que hasta entonces solamente se trata de veintidós señores corriendo detrás de un balón. Antes del principio hay unos entrenamientos, estiramientos, fotos y demás, pero el partido no ha comenzado. Luego comienza en el minuto cero y dura hasta el minuto noventa, salvo prórrogas.

Una carrera ciclista empieza cuando comienza. Los ciclistas no acaban como empiezan. Están mucho más cansados, algunos abandonan la carrera, otros tienen una desgraciada caída y a medida que la carrera avanza los corredores se mueven de posición y la fisonomía de la carrera no es la misma en ningún momento. Se trata de una carrera que está «viva».

Todos estamos de acuerdo. Tan estamos de acuerdo que necesitan falsear la realidad. No pueden decir que los judíos no son personas, ni que los africanos no merecen vivir, ni que las mujeres solo sirven para satisfacer a los machos. No pueden decir que algunas personas son cosas. Por esto tienen que inventarse que la vida humana no comienza cuando un óvulo es fecundado por un espermatozoide, sino luego, después del principio, pongamos por caso que a los catorce días. ¿Por qué? Pues porque es cuando el óvulo se implanta en el útero. Pero no pasa de ser un contrasentido que si ha podido implantarse en el útero es porque ese “grupo de células” tiene la vida suficiente como para poder desarrollarse. El mismo principio de vida que hace que de un óvulo fecundado se dé paso a dos células y luego a cuatro y a más, ese mismo principio y las condiciones necesarias son las que permiten que “aquello” se convierta en Felipe, José, María, Ana.

No es lógico, ni es serio sostener que el pre-embrión no es humano, que solamente es un “grupo de células” que al decimocuarto día se convierte en una persona. No es serio, si no fuera un atentado contra la vida de esa persona que ya es suficientemente grave. Pero además es un insulto a la inteligencia de los demás. O sea, que yo soy una persona que antes de ser persona he sido una cosa. Primero fui un grupo de células sin nombre y luego he sido una persona. Luego fui un pre-adolescente y luego un pre-padre y un pre-adulto. Y ahora soy un adulto, pero soy un pre-anciano, y luego seré un anciano pre-cadáver. Y lo mejor de todo es que nunca seré el mismo. Debería ir pensando los nombres que voy a elegir para cuando sea anciano y para cuando sea cadáver.

No puede ser. Lo que se es en un determinado momento se es al inicio. Cómo si acaso no se llegara a ser lo que uno es si no es siéndolo desde el principio. Porque una cosa es cierta. Que no ha ocurrido nada extraordinario ni nuevo. Es el simple desarrollo embrionario del óvulo fecundado que se va dividiendo en células según un plan biológico cuya ley lleva dentro de sí mismo, su famoso “código genético”.

Lo que sucede es que los que quieren defender esta matanza necesitan cambiar el nombre de las cosas y llamar a la cosas por lo que no son para poder justificar sus horribles pretensiones. Pero esto es una historia muy vieja. Los abortistas no llaman homicidio al aborto, sino que lo definen como una “interrupción voluntaria del embarazo” y enseguida se olvidan de ese nombre tan largo y lo llaman por sus iniciales “IVE” para que creamos que están hablando de un nuevo tren de alta velocidad. Tampoco los nazis hablaban de matanza de judíos, sino que siempre se referían a la “solución final”. Los bolcheviques lo llamaban “reeducación” y otros hablaban de “limpieza étnica”. En fin, que la imaginación de los hombres perversos no tiene límites para inventarse nombres que ocultan la verdad.

El embrión humano es una persona humana desde el primer momento de su concepción[4], esté implantado o no, haya sido fecundado naturalmente o por medios artificiales, sea grande o pequeño, sano o con deformaciones, útil o inútil para la ciencia. Y como persona humana nace con todos los derechos, los trae consigo, y a nosotros sólo nos corresponde reconocerlo, respetarlo, defenderlo y cuidarlo[5].

5. Matar para curar

Por favor, que alguien me explique cómo se puede curar matando. Y al que mato para curar a otro ¿cómo lo curo? ¿Acaso no tiene derecho a ser curado también? Parece que no. Parece que solo tienen derechos unos, pero otros no porque no somos tan iguales como se dice. Va a resultar que unos son más iguales que otros. Y estos otros no son nada iguales a los que tienen derecho a su salud a costa de la muerte de otros.

El fin no justifica los medios. De una acción mala e ilícita —como es matar— no se puede obtener un fin bueno y lícito —como es curar—. Esto sería tanto como reconocer que del mal se obtiene el bien. Pues no y otra vez no. Del mal sólo se obtiene el mal. Al mal sólo se le vence con el bien. Y el mal tiene nombre y apellidos, el de las personas que libremente han elegido hacer el mal en lugar de hacer el bien.

Es de sentido común que un mal no se arregla con un mal mayor, sería peor el roto que el descosido dice el refrán. Donde no hay mata no hay patata, dice otro. Donde no hay bien ¿cómo voy a sacar algo bueno? Es sencillamente imposible.

Por otra parte y dejando de lado lloros, lástimas y sentimentalismos, qué se consigue matando para curar: curar a alguien, ¿seguro? De qué, de su enfermedad. Y ¿cómo le explico luego que hemos matado a su hermanito para que él pueda curarse? ¿Lo comprenderá? ¿Y si le diera por pensar que él y su hermanito son hijos de los mismos padres…?

6. Situación legal actual

La primera ley de reproducción asistida Ley 35/1988 siendo una ley de las más permisivas de su época, prohibía la obtención de embriones humanos con cualquier fin distinto a la procreación, también prohibía la clonación humana y sólo permitía la investigación con embriones muertos.

Pero permitía que se pudieran acumular los embriones sobrantes de la fecundación in vitro de tal manera que se creó un problema de acumulación de embriones humanos congelados lo que unido a la prohibición de investigación y de comercialización llegó a generar un auténtico problema para las clínicas de reproducción. Sólo una clínica valenciana reconoció tener 40.000 embriones ultra congelados. Se calculaba que en España podía existir alrededor de 200.000 embriones congelados.

La reforma pretendida por la Ley 45/2003 quería terminar con esas prácticas y daba a las parejas distintas opciones para que determinasen el destino de los embriones congelados: que la propia madre asumiera gestar a los embriones “sobrantes”; que se donaran a otras parejas con fines reproductivos o que se descongelaran. Esto último llevaría consigo la muerte —así se llama el final de la vida humana— del embrión. La ley 45/2003 permitía que una vez muerto el embrión humano la pareja permitiera la utilización de las células del embrión con fines de investigación sin que en ningún caso se permitiera su reanimación para obtener células de un embrión vivo.

Para evitar que se volviera a repetir la acumulación de embriones esta ley limitaba a tres el número de óvulos que se podían fecundar —lo que luego serían embriones— y también limitaba a tres el número de embriones que se podían transferir al útero de la mujer en cada ciclo. Con todo, en otros países como Suecia y Gran Bretaña[6] se limita a un solo embrión en cada ciclo con el fin de evitar los partos múltiples y el riesgo para la salud de la madre y de los hijos.

A pesar de todas sus buenas intenciones esta reforma del año 2003 no era buena, ni ética, ni científicamente. La Conferencia Episcopal Española así lo dejo dicho en su Nota de 25 de julio de 2003 “Una reforma para mejor pero muy insuficiente”.

Este planteamiento de la ley de 2003 no era un dechado de virtudes, pero quería ser algo respetuoso con el embrión humano. El proyecto de ley 121/000039 supone un giro radical con todo lo anterior, sobre todo porque ya de entrada no se trata de solucionar problemas relacionados con la infertilidad de una pareja[7]. Y aun cambiando muchas cosas lo más importante es lo que no se dice:


1. Se permite la generación expresa de embriones para investigar[8]. De manera que los embriones congelados pasan de ser un problema de almacenamiento a ser un auténtico filón de oro para ciertas clínicas que ven recompensados sus costes de congelación en nitrógeno líquido.
2. Se permite la clonación humana no reproductiva. Porque no se prohíbe la clonación, así, a secas, sino que solo se prohíbe la reproductiva, luego se autoriza la no reproductiva o de investigación, terapéutica, industrial, farmacológica, etc.
3. Se fomenta la generación de embriones sobrantes destinados a la investigación porque se suprime el límite de tres óvulos fecundados en cada ciclo y se elimina también la obligación de crioconservar los embriones sobrantes, permitiendo que sean directamente utilizados (“en fresco”) para investigar.
4. Se permite la comercialización, tráfico y uso industrial de los embriones por la vía indirecta de suprimir la calificación de estas acciones como infracciones muy graves. Es algo así como si mañana el Código penal dijera que matar a un indigente no es un delito de asesinato, sino una faltita sancionable con multa de treinta euros y... a casa.
5. Se autoriza cualquier tipo de selección eugenésica de embriones humanos. Se pueden seleccionar los embriones por criterios distintos de la mera viabilidad del embrión. De tal manera que se pueden desechar los que no sean rubios, o altos o no tengan la compatibilidad deseada para curar a su hermanito, aunque estén perfectamente sanos y viables.


Y entonces viene la pregunta del millón. ¿Quiénes son los beneficiados por esta reforma? Porque el embrión desde luego que no. Las parejas infértiles tampoco. ¿No serán las clínicas reproductivas y las industrias de la fecundación artificial...? Cada uno que juzgue.



7. Autoridad ilegítima


Que cómo hemos podido llegar a esto. A permitir legalmente la fecundación de ovocitos animales con esperma humano, por ejemplo. A que se vendan personas, a que se ponga el mercado de la genética al alcance de nuestras manos, por otro ejemplo. Pues muy fácil.


A todo esto no se llega de golpe, de repente, de un día para otro, sino que se va llegando poco a poco y un buen día te encuentras que es lo más normal del mundo utilizar a unas personas en beneficio de otras. Y que haya una ley y un parlamento que lo ampare y que se crea con derecho a legislar sobre todo sin ningún límite. Sin más derecho que el de haber sido elegido democráticamente, como si eso fuera razón suficiente para hacer lo que uno quiera sin importar los demás o la realidad de las cosas, como si fueran los dueños absolutos de la vida.


No existe autoridad humana que pueda legitimar lo que va contra la naturaleza humana y contra la dignidad del hombre[9]. No es lícito producir seres humanos artificialmente con un fin utilitario y condenar a muerte a los que no sirven para los fines deseados. La autoridad no es legítima si va contra la dignidad del hombre.


Felipe Pou Ampuero

[1] Carlos Llano, Fecundación artificial: de medicina a industria, Aceprensa, Madrid, servicio 16/06 de 15 de febrero de 2006.
[2] Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española, “Por una ciencia al servicio de la vida humana”, Madrid, 25 de mayo de 2004.
[3] Instrucción “Donum Vitae”, Congregación para la Doctrina de la Fe, Vaticano, 22 de febrero de 1987.
[4] Mons. Fernando Sebastián Aguilar, Una ley cruel y engañosa, Diario de Navarra, 21 de febrero de 2006.
[5] Instrucción “Donum Vitae”, Congregación para la Doctrina de la Fe, Vaticano, 22 de febrero de 1987.
[6] Gonzalo Herranz, Diario Médico, 20 de diciembre de 2005.
[7] Carlos Llano, Fecundación artificial: de medicina a industria, Aceprensa, Madrid, servicio 16/06 de 15 de febrero de 2006.
[8] Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española, “Ante la licencia legal para clonar seres humanos y la negación de protección a la vida humana incipiente”, Madrid, 9 de febrero de 2006.
[9] Mons. Fernando Sebastián Aguilar. Op. Cit.